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Vino de chirimoyas

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Publicado en la revista PlanetaVino Nº 57, Octubre/Noviembre 2014
 

Este veranito ha sido una delicia para mí (y sobre todo para mi chica), un regalo del destino. No voy a entrar en detalles que pueden resultar íntimos y escatológicos, pero, grosso modo, les diré que el día de San Fermín, y no precisamente corriendo toros en Pamplona, me rompí un hombro ¡Porca miseria!

Como no podía escribir, ni cocinar, ni tan siquiera pasear por la playa, pues tuve que entretenerme leyendo las estupideces que mis compatriotas escriben en esas cosas que llaman redes sociales, y ¡válgame Dios! no pensé yo que este país estuviese tan podrido. Lo primero por la insultante incultura. El Estado ha invertido miles de millones en desasnar a nuestra población y ahora lo que mola es escribir en “apache”, y lo segundo, el alarmante porcentaje de cretinas y cretinos que viven colgados de estas nuevas formas sociales.
El caso es que cierto conocido bodeguero de la Ribera del Duero que suele usar el Facebook para anunciar sus vinos sin el menor recato (así ¿para qué va a colaborar con las revistas especializadas?), se rasgó las vestiduras porque un periódico de su tierra había publicado la noticia de que unos jóvenes estaban elaborando “Vino de zanahoria”, ¡anatema! porque todo el mundo sabe que el vino sólo puede ser de uvas.
Como es habitual, tras su comentario aparecieron los chicos de su claque pidiendo hoguera para tales infieles, yo incluido, claro, porque si bien soy de la opinión de que cada cosa debe llamarse por su nombre y sólo puede considerarse vino aquel procedente de la uva, pues hombre, tampoco me pareció tan sacrílego el hecho como para desenvainar los alfanjes, sobre todo sin antes haber probado ese brebaje, porque igual sabe rico.
¿Por qué no se enfundaron sus correajes cuando en España empezó a consumirse sake y se llamó “vino de arroz”?
Yo he visto vinos de frambuesas, arándanos, cerezas, ciruelas, naranja, granada, incluso de melón, que por cierto está muy rico.
Como suele ser habitual en todo lo concerniente a gastronomía, nuestra querida RAE no sólo no aporta luz, sino confusión, y así dice de vino: 1. m. Licor alcohólico que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación. 2. m. Zumo de otras plantas o frutos que se cuece y fermenta al modo del de las uvas.
¿Licor?. Pero si del licor dice: 1. m. Bebida espiritosa obtenida por destilación, maceración o mezcla de diversas sustancias, y compuesta de alcohol, agua, azúcar y esencias aromáticas variadas.
Y para rematar la faena, en la segunda acepción incluye la opción de “otras plantas o frutos”, de modo que, señores talibanes vallisoletanos, vayan ustedes guardando sus tizonas y buscando otras afrentas, porque aquí no ha habido ofensa alguna por lo que sus imprecaciones están fuera de lugar.
En realidad, a las bebidas fermentadas de frutas, debería llamárselas “sidra”, porque en hebreo la palabra šēkāt, origen de sidra, significa “bebida embriagadora” y por tanto se usaba de forma genérica. Es decir, cerveza para las bebidas obtenidas de grano, vino para la procedente de uva y sidra para el resto.
Pero no, porque como ahora la RAE cambia todo, pues nos dice que sidra es sólo aquella obtenida de las manzanas (los productores de sidra de peras de Cantabria no han debido leer el DRAE, y no digamos ya en Francia con su “poiré” (AOC), Inglaterra con su “Perry” (IGP) y Suecia con su celebrada “päroncider”). Escribe Lucas sobre el Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (1:15): “Porque él será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.” ¡Menuda gracia le colgaron al pobre crío!
Aún respetando las antiguas formas en las que vino era únicamente la bebida obtenida del mosto, o sea de uvas, yo creo que la función del lenguaje es comunicarse, así que del mismo modo que decimos entrecot y nadie se ofende, pues hombre, si encima la RAE lo autoriza, pues traguemos con el vino de zanahorias.
Voy a preguntarle a mi amigo Julián Díaz Robledo como va la cosecha de chirimoyas, porque si tiene excedentes, me voy a marcar un vinito que van ustedes a alucinar. 

 


Navidad, mon amour...

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Publicado en la revista PlanetaVino Nº 58, Diciembre 2014/Enero 2015

Mi relación con esta cosa que llamamos Navidad ha sido siempre de amor y odio, ese extraño sentimiento de ambivalencia que por un lado nos dice “¡Alegría! langostas y champán” y por otro “No seas imbécil, espera un poco y podrás comprar langostas frescas a mitad de precio y champanes de oferta en tu vinoteca”.

No cabe duda de que las navidades son las fiestas de los niños y de la familia, porque hasta los mayores, los que tienen que soltar la pasta para montar la fastuosa mesa de Nochebuena, ese día rebosan felicidad.
Nadie se acuerda, ni quiere acordarse, de la catástrofe que tiene liada en la oficina. Hasta los inspectores de Hacienda hacen la vista gorda esos días. “¿Como voy a desplumar a este infeliz durante estas fiestas?” dice para sí el apaciguado sátrapa, y pospone la ejecución para el mes de la cuesta.
Aunque este año no se si habrá cuesta, porque si el Estado no paga la extra, es de esperar que no pocos empresarios se apunten al carro, así que Navidad cristiana, misa del gallo, visita a belenes, que es gratis y para despedir el año, un matasuegras para darle alegría al momento de las campanadas.
Si he de serles sincero, lo cierto es que aun servidor (y creo a muchos miles de españoles más), estas fiestas le dan por saco sobremanera.
Aparte de la tragedia familiar que viví en estos días hace casi cuarenta años, el caso es que, salvo ver a los nenes ilusionarse con Papá Noël y los Reyes Magos, siempre he vivido estos días con verdadera aflicción, casi con dolor, porque la tristeza que supone la soledad en estos días, es mucho más profunda que la que pueda se sentir en San Fermín. No sé porqué, quizá porque, a pesar de los denodados esfuerzos de la Iglesia por convencernos en que han de ser días de júbilo por el nacimiento de Jesús (parece ser que nació en marzo, pero como no les encajaban las fechas, pues Justiniano dijo que el 24 de diciembre y punto), lo cierto es que se celebra el solsticio de invierno, los días más cortos del año, la muerte de la Naturaleza, y al paso que vamos, como a Montoro no le dé un soponcio, también la de la mitad de los españoles.
El año que viene, año de La Cabra en el horóscopo chino, va a ser mucho más divertido, habrá juerga, habrá movimiento, incluso hasta puede que emplumen a unos cuantos indeseables de esos que saquearon España mientras daban lecciones de moral. Pero ese año no empieza hasta el día 19 de febrero (los chinos tienen esas cosas), de modo que aún nos quedan unas cuantas semanitas de escuchar las memeces de Wert y De Guindos, pero bueno, con unas copitas de buen vino, hasta esos sapos se pueden tragar.
De momento nosotros estamos trabajando para que puedan ustedes disfrutar de unos buenos momentos, una receta rica y sencilla, una selección de vinos insuperable y unos artículos que, como me dijo el otro día un amigo: “Nunca nadie ha trabajado tanto en la educación vinícola de este país, porque los contenidos de esta revista componen la mejor enciclopedia vitivinícola que jamás se haya publicado, quizá en todo el mundo”.
Yo creo que cuando dijo eso de “los contenidos de esta revista” me dejaba a mí fuera de la zona seria, pero bueno, es igual, también le deseo unas cortas y felices fiestas, como a todos ustedes.
Feliz cabra 2015.

 

T-bone steak

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Enero 2015

INGREDIENTES

4 Chuletas de ternera en T-bone
4 Patatas asadas
1/2 Litro de nata agria

No van a aprender mucho de esta receta porque en realidad no es tal, sino un corte de carne de vacuno, una chuleta con su hueso y a la que no se le ha retirado el solomillo, algo casi imposible de conseguir en España donde los carniceros hace tiempo que aprendieron que esto era una burrada, porque cada paquete muscular requiere su peculiar tiempo de asado.

Como ven en las fotos, hay un hueso en forma de “T” (cotilla) que separa el lomo del solomillo, y que es lo que da nombre al corte, muy popular en Inglaterra y en EE.UU., hasta el extremo de que hay restaurantes, los famosos “Steak House”, que presumen de esta especialidad y hasta ostentan este nombre.
Para colmo de males el auténtico T-bone steak no es grueso, poco más de dos centímetros, más exactamente 2,426 cm., el diámetro de las famosas monedas de cobre de un cuarto de dólar en que aparece el busto primer presidente americano George Washington y que los puristas usan para aprobar o no el plato.
Dicho esto, ya se pueden imaginar que la única forma de comer esta chuleta sin que esté como una suela, es disponer de una parrilla a tope de calor, con las varillas casi al rojo, y poner allí la pieza de carne menos de un minuto por cada lado para que se chamusque un poco por fuera y quede jugosa en su interior.
¿Una porquería? En realidad no, porque las reses de carne en EE.UU. y en casi todo en continente americano, en general son de una calidad tan excepcional que hasta un poco pasadas siguen resultando deliciosas, pero bueno, contando con esa materia prima, lo más indicado sería coger la pieza que se conoce como riñonada, y separar el lomo alto, el lomo bajo y el solomillo. El lomo bajo es el que no tiene hueso y de donde cortamos lo que en España se conoce como entrecot, bife en Argentina, pavé o steak en Francia, etc. El lomo alto es que sí lleva parte de la costilla y en España se llama chuleta o chuletón, según sea el tamaño del animal, y el solomillo, que en Francia se llama filet, y más internacionalmente se conoce como tournedos (turnedó) o Chateaubriand, en honor al celebre escritor y político francés a quién le encantaba este plato.

La receta

¿Receta? Pues está narrada. Parrilla a tope y pasar la chuleta vuelta y vuelta, luego se espolvorea con un poco de sal en escamas, pimienta de molinillo y listo.
¿Donde está la gracia? Bueno, pues quizá en las guarniciones porque cada “Steak House” tiene sus propias creaciones.
Por ejemplo las mazorcas de maíz asadas a la brasa y con mantequilla fundida resultan realmente sabrosas. La Patatas asadas con nata agria son un verdadero manjar, y no es raro verlos servidos con tomate, igualmente asado a la parrilla o cebolla tostada.
En Inglaterra suelen servirlos con una ensalada de berros y también con hortalizas a la plancha, zanahorias, calabacines y sus insalvables guisantes.
Hay una variante, mucho más interesante, la “Bistecca alla fiorentina”, un auténtico  T-bone pero como Dios manda, o sea, enorme, de un kilo o más de peso y tres dedos de grosor, con lo que la carne resulta soberbia. Es muy típica no solo de la capital, Florencia, sino de toda la Toscana, por lo que las guarniciones son infinitas. 

Un vino para cada plato

La elección es obvia porque semejante trozo de carne roja solo admite un vino tinto, aunque no crean que tan fácil la elección, porque hay vinos que se desestructuran con estas carnes. No sé el motivo y la única forma que he encontrado de averiguar cuales son los apropiados es sirviéndolos y probándolos con la chuleta, de modo que les diré el que mejor salió parado en la prueba: Marqués de Cáceres Reserva.

 

Crema agria o nata ácida

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Diciembre 2015

INGREDIENTES

1 Tarro de nata líquida (Crème fraîche)
1 Tira de piel de limón
1 Diente de ajo
½ limón
1 Ramita de menta fresca
1 Ramillete de perejil
sal
 

En algunas recetas de esta web hablo de este producto, sin embargo nunca les he contado en qué consiste o como se puede preparar, aunque esta receta que les ofrezco no es realmente crema agria, sino nata acidulada y especiada, porque en realidad es una salsa fría que suelo preparar para acompañar las Patatas asadas, una debilidad.

En realidad la crema agria, sour cream (en inglés), saure sahne schmand (en alemán), panna acida (en italiano), etc., es una preparación bastante sofisticada, consistente en una nata fermentada mediante bacterias de ácido láctico. Es un proceso complejo y hacerlo en casa entraña riesgos, pero en España ya empieza a encontrarse en algunas grandes superficies.
Se usa en ensaladas, platos fríos, pescados a la plancha, por ejemplo salmón, pero sobre todo para aliñar las ya citadas Patatas asadas.
En algunos blogs se suele asociar al yogur, lo cual no es cierto, en cualquier caso yo no voy a recurrir a ese truco porque para eso ya están las recetas de Tzatziki y Tzatziki de rúcula.
En Francia, donde también es costumbre acompañar muchas carnes a la brasa con Patatas asadas, suelen hacer lo que llaman Crème fraîche a la ciboulette o simplemente Crème ciboulette, o sea, nata con cebollinos, aunque hay mil formas de prepararla, desde añadir un poco de vino blanco, queso fresco, o zumo de limón, hasta recetas Gran Chef, donde se manejan técnicas impensables en cocina doméstica.
Esta es un poco mezcla de todo. No lleva cebollino sencillamente porque no tenía, pero si piensan hacerla con cierta antelación, les aconsejo que lo usen porque dan un sabor mucho más delicado, fresco y vegetal que el ajo.
Una precaución a tener en cuenta a la hora de la compra es elegir bien la nata. Ahora se han puesto de moda algunas que se apellidan “para montar”, incluso “Textura espesa culinaria”. No sé qué potingues les meterán para comportarse de ese modo, lo que sí puedo decirles es que yo usé esta última, y me fue imposible montarla ni siquiera a consistencia de crema. Si ven alguna que diga simplemente “Crème fraîche”, escójanla sin dudar por esa es la que se comportará de forma más natural.

La receta

El único misterio que tiene montar una nata es sumergir el cazo de trabajo en otro con agua helada (con bastantes cubitos de hielo). A partir de ahí, simplemente con las varillas de la minipimer, se bate hasta que adquiera la textura deseada. En este caso no hace falta que monte del todo, debe quedar más bien cremosa (en la foto está demasiado líquida por el problema que ya les comenté).
Empezamos por picar muy finamente el ajo, la piel del limón y las hierbas (conviene quitar el germen del ajo porque, al comerlo crudo, puede repetir). Digo picar muy finamente porque en la batidora no vamos a montar aspas, sino varillas, de modo que no va triturar nada.
Montamos el tingladillo del cazo con hielo y el otro dentro con la nata, añadimos el zumo del limón, un poco de sal y el picadillo del ajo y las especias, y ya solo hay que darle a las varillas y esperar a que monte a la consistencia deseada.

 

Crêpes para celiacos

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Febrero 2013

INGREDIENTES

300 grs. de harina
2 huevos

½ litro de leche

100 grs. de mantequilla

 En nuestro artículo RECETAS PARA CELIACOS, explicamos con cierta extensión el gran problema que sufren en España casi seis millones de personas con intolerancia al gluten y lo mal que está tratado el conflicto, no solo por las autoridades, sino incluso por las organizaciones que ya están viendo en este drama una substanciosa fuente de ingresos (cada día salen nuevas publicidades de grandes superficies anunciando su línea o departamento de productos sin gluten).

Hace unos días descubrimos las aplicaciones del llamado “Trigo sarraceno”, un peculiar nombre cuyo origen desconozco porque no se parece al trigo ni por asomo, de hecho no es tan siquiera una gramínea, sino una Poligonácea, como el ruibarbo o la acedera.
Lo del “sarraceno” sí se entiende bien porque venía de Oriente, de Turquía, de los países árabes, aunque realmente su origen sea más extravagante porque se supone que su cultivo se inició en Siberia o Manchuria.
Llegó a Europa hacia el siglo XVI, puede que antes, y se popularizó en algunas regiones que por su humedad favorecían su cultivo y no el del trigo, como la Bretaña francesa o incluso la región de La Garrocha, en Gerona. Quizá por eso se le llamó trigo negro, porque era el substituto capaz de ser cultivado en suelos muy ácidos y pobres en nutrientes.
Pero bueno, lo que a mí más me sorprendió fue que, siendo las “Crêpes de sarrasin” una especialidad tan popular en Francia que hasta tienen un nombre propio, “Galette bretonne”, y sabiendo que esta harina no tiene gluten ¿Como es posible que no esté implantada en los recetarios para celiacos de España?
Cuando mi mujer me dijo que iba a probar a hacer unas crepes de trigo sarraceno, instantáneamente me vino a la memoria la imagen de esas deliciosas “Crêpes de sarrasin” que tantas veces había degustado en París, generalmente rellenas de ensalada, huevos, bacon, etc. Al final las hizo y desde luego coincidimos que estaban incluso más ricas que las tradicionales de trigo blanco, y eso que las comimos a pelo, pero en “Suzette” deben estar colosales.
¿Porqué en Asturias y Galicia, donde somos tan amantes de nuestros frixuelos y filloas, nunca se han hecho con harina de alforfón (que es como se debe llamar en español al trigo sarraceno)? Pues quizá porque la arrolladora irrupción en nuestras tierras del maíz americano, eclipsó el cultivo de esa peculiar planta (Fagopyrum esculentum), pero nunca es tarde si la dicha es buena, y si gracias a esta extraña semilla los celiacos pueden disfrutar de los carnavales comiendo filloas y frixuelos, pues viva Dios, aunque sea sarraceno.

La receta

En realidad la preparación es tan sencilla como la de cualquier otra filloa, o sea, que el truco está en la sartén.
Batimos la harina con los huevos y la leche (conviene poner un pellizco de sal para hacerlas más sabrosas, incluso otro de azúcar), y dejamos la papilla reposar durante dos horas.
Al no llevar gluten hay que poner más huevos y una cantidad que parece desproporcionada de harina, pero ha de ser así. Lo bueno es que esta no hace grumos.
Luego cogemos la “crêpiere” (en España las sartenes de filloas no tienen nombre propio), la calentamos y engrasamos con mantequilla. Se vierte un cacillo de papilla y se cuece por ambas caras. Luego se tira a la basura, porque no sé porqué extraño sortilegio la primera siempre sale mal, por eso se dice que es la del Diablo.
Las otras ya saldrán bien. Hay que contar con estas filloas han de ser notablemente más gruesas que las tradicionales, esa de las que Cunqueiro decía que debían ser como encajes de Camariñas. Estas requieren más masa porque al no llevar gluten no son tan elásticas.
Si se van comer saladas se dejan tal cual, y si van a prepararse en dulce, pueden espolvorearse con un poco de azúcar moreno.

BBQ Ribs (Costillas de cerdo)

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Noviembre 2014

INGREDIENTES

4 costillares de cerdo de a kilo
1 lata de puré de tomates fritos
1 cebolla blanca
3 dientes de ajo
1 cucharadita de pimentón picante
1 cucharadita de cilantro molido
1 cucharadita de comino molido
1 vaso de melaza (en su defecto, miel)
1 vaso de vinagre de sidra de manzana
2 cucharadas de salsa Perrims
AOVE, sal y pimienta al gusto
 

Parece mentira que un señor tan español y tan serio como yo incluya un barbarismo tan hortera en su recetario, pero a veces hay que rendirse a la evidencia, porque si digo “Costillas de cerdo maceradas en salsa agridulce y tostadas en la parrilla”, pues habrá quién responda “¡Ah! unas Ribs”, y claro ahí empiezan a volar los cuchillos. 

Es como lo del entrecot. Si yo le pido a un camarero un filete de lomo bajo de vacuno, seguro que me mandará a paseo, pero si le pido un entrecot, pues me traerá un filete de lomo bajo de vacuno. Y no recurramos al DRAE, claro, que en cuestiones de gastronomía es sórdido. Miren lo que indica en para sustantivo entrecot: “Trozo de carne sacado de entre costilla y costilla de la res”, o sea, una lamentable traducción literal del francés “entrecôttes”, palabro que ya ni usan nuestros vecinos que suelen decir “bifteck”.
¿Acaso no decimos "Foie" en vez de hígado? Pues eso, porque encima también también está mal dicho, porque hay que decir "Foie gras", o hígado graso, porque un higadillo normal de pato no vale ni para hacer una tortilla.
Justificado mi anglicismo, vamos con las costillas.
En primer lugar viene la pregunta ¿existe un cocina americana? Y la respuesta es sí. No me refiero a los fast-foods, versus Hard Rock, KFC, McDonald’s, Pizza Hut, etc., eso es comida basura, pero si circulan ustedes por una interestatal y ven un cartel luminoso que diga “Steak House”, y que esté reseñado en las guía locales como un lugar recomendado, no duden en entrar y probar una simple hamburguesa, su percepción del país cambiará como de la noche al día.
Hay mil platos más o menos regionales, como la cocina cajún que es un batiburrillo de culturas, pero hay platos genuinos de la Federación, como los T- bones steak (unos chuletones gigantes con el solomillo y el lomo, cuyo hueso ofrece esa forma de “T”), o estas costillas lacadas que a mí me recuerdan a los Teriyaki japoneses y a los Patos pequineses, aunque con matices, porque al Japón la salsa de soja da el rasgo de esa cultura, mientras que aquí es el tomate y la melaza (o miel), quienes marcan la personalidad.
En esta web hay una receta parecida que en su día llamé Parrillada de cerdo macerado en cerveza que viene a ser lo mismo, unas “Ribs”, aunque en aquellos tiempos, y menos en Galicia, nadie conocía ese término.

La receta

Literalmente “rib” quiere decir costilla, pero el plato que se conoce como “Ribs” en realidad es la falda, la zona distal del costillar, aquello que antaño se quitaba del chuletero y se vendía a precio de despojo para poner en los cocidos (hoy, con tanta barbacoa, los carniceros lo cobran casi a precio de chuleta, sobre todo en los días soleados y en los pueblines de la sierra de Madrid donde cada padre de familia se luce ese día preparando su BBQ).
No debe trocearse, este plato se sirve entero para que mantenga los jugos del hueso y estos hagan contraste con el exterior que sabrá a la salsa BBQ, además de la comodidad de su manejo en la parrilla.

BBQ Sauce

El otro punto de discordia es precisamente la “BBQ Sauce”, una industria que mueve miles de millones de dólares por todo el mundo. Hay infinitas variables, incluso marcas, pero yo aquí les recomiendo una casera que marcará un antes y un después en sus parrilladas. Yo les recomiendo que no recurran a estos engrudos preparados, sobre todo si en casa hay alguna intolerancia al gluten, lactosa, etc., porque pueden llevarse un susto ya que no es frecuente que indiquen la presencia de estos espesantes.
Vamos a pasar de fermentaciones y grandes maceraciones, porque en España eso de hacer una parrillada se improvisa de un día para otro, no como en EE.UU. en que cada fin de semana hay fiesta familiar.
Empezamos por hacer un tradicional sofrito con los ajos y la cebolla bien picada. Cuando coja color, añadimos el bote de tomate frito y el vinagre. Debe cocer un poco para que se evapore el ácido acético del vinagre (se nota porque pica en la nariz) y a continuación añadimos las especias, la salsa Perrins, la miel o melaza, y salpimentamos con cierta alegría porque será la única sal que llevarán las costillas.
Yo he sugerido una mezcla, pero cada uno puede hacer variaciones, tales como sustituir el pimentón por salsa Tabasco, chiles chipotles, serranos u otros. También se puede añadir un chutney, o directamente alguna fruta, fresca o en conserva, como el tamarindo, el mango, o incluso piel de naranja.
Damos un pequeño hervor y vamos comprobando la textura, que debe ser un poco siruposa.
Lo pasamos por la batidora y dejamos reposar.
Ponemos los costillares en una batea “ad hoc” y dejamos que se vayan impregnando durante toda una noche, procurando darles algunas vueltas para que cojan bien el aliño.
Es muy importante hacerlas sobre ascuas, o sea, sobre troncos incandescentes, o sea, en una parrilla como Dios manda, porque esta aportará un peculiar sabor ligeramente ahumado. Deben hacerse lentamente, durante más de una hora, hasta que resulten bien tostadas por el exterior y jugosas en la carne. Es aconsejable disponer de un pincel con el que ir barnizando los costillares cada vez que se dan vuelta.
Para los desgraciados que no tenemos jardín ni parrilla, pues se pueden hacer al horno a 170ºC hasta que se vea que se han tostado por ambas caras, lo que puede suponer un par de horas, una por cada lado. También hay quién las asa previamente en una papillote, lo que suele conocerse como Baby Back Ribs. Se siguen los mismos pasos, pero en vez de hacerlas a pelo, se envuelven en papel de aluminio, se cierra bien el cartucho y se asan durante una hora. Resultan muy feas pero bien cocidas, así se terminan de hacer a horno fuerte para que se caramelicen a marchas forzadas.
En mi casa de Castropol (allí si que tenía una parrilla de campeonato), servía de guarnición unas Patatas asadas o unas mazorcas de maíz tostadas y con mantequilla salada por encima, auténticas golosinas.

Un vino para cada plato

Aunque les suene raro, como mejor se puede acompañar un plato de cerdo es con un vino blanco de uva Albariño. En Alsacia, el paraíso de los gourmets porcinos, siempre verán en las mesas vinos del Rhin, bien sean de uva Riesling o incluso Gewürztraminer, y en España tenemos vinos de ese perfil, como los godellos y ribeiros de Treixadura, pero el albariño es el más espectacular. Yo probé estas costillas con un Pazo San Mauro y creo que si los yanquis probasen esta combinación, dejarían sus refrescos de cola. 

 

Parrillada de cerdo macerado en cerveza

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Publicado en gallego en el libro A Cociña do Veran, de la colección Cociña Galega das Estacións, año 1995 y en castellano en 1997 en la colección de bolsillo de Alianza editorial.
 

INGREDIENTES (4 personas)

3 kilos de falda de cerdo cortada en tiras para churrasco.
1 litro de cerveza fuerte, tipo Damm
miel de brezo
ajo, sal, manteca de cerdo, pimienta

La diferencia entre un vino y una cerveza es que el primero se obtiene de la fermentación de frutas, normalmente uvas, y la segunda a partir de grano, pero tan antigua y expandida es la una como el otro, aunque debido a las nuevas tecnologías la cerveza nos parezca más moderna.

Lo cierto es que su función en la maceración de la carne de cerdo es más espectacular y deliciosa que la del propio vino con las carnes de caza, de ahí su uso en los paises que mantuvieron la tradición cervecera y entre los que parece que España apunta a situarse.

Esta es una receta sencilla para probar una forma diferente de preparar una parrillada.

Puesta en marcha:

1. Limpieza: La parte más sabrosa del cerdo para hacer a la parrilla es sin duda la falda que se puede pedir ya cortada en tiras para churrasco porque está de moda y a los carniceros les viene de miedo porque pueden vender algo que hasta hace poco apenas tenía aprecio, pero también se pueden mezclar otras partes como el rabo, los solomillos, el cogote, o recortes que si el carnicero es amiguete, nos sabrá escoger por su exquisitez.

Preparamos una masa con la grasa de cerdo, tres o cuatro dientes de ajo picadito, abundante perejil, y pimienta negra machacada en mortero, con esta pasta untamos la carne y la dejamos en adobo toda la noche metida en una cazuela. Al día siguiente rociamos por encima de la carne una tacita de miel de montaña y luego mojamos con la cerveza procurando que cubra toda la carne. Así debe permanecer en maceración tres o cuatro horas.

2. Se preparan unas buenas brasas, yo las suelo hacer aparte de la propia barbacoa y después con una pala las voy llevando a la propia parrilla. Se ponen las tiras de carne en la parrilla procurando que se asen a fuego bastante vivo para que queden tostaditas por fuera, y jugosas por dentro, de esta foma la miel se carameliza y nadie notará su existencia salvo por un exquisito sabor que nunca olvidarán.

Si además de las tiras ponemos otras partes como los solomillos o las quijadas, hay que tener en cuenta su tamaño para que no resulten secas en el caso de no llevar hueso. 

Terminación del plato:

Una vez tostadas las tiras no resta más que cortarlas por las partes que dejan libres los huesos de las costillas dejando en cada porción un par de estas para que cada cual se las apañe como pueda.

Guarniciones:

No hay nada más rico que unas patatas asadas en las propias brasas, servidas tal cual y acompañadas con un poco de mantequilla, o mejor aun con nata montada con un poco de ajo muy finamente picado y abundante perejil (ver variantes de la receta).
Conviene saber que las patatas tardan más de una hora en asarse, mientras que la carne apenas diez o quince minutos, así que conviene ponerlas con bastante antelación, incluso se pueden poner sin papel, directamente sobre las cenizas, resultan todavía más ricas pero hay que dominar la técnica, que no es nada facil.

 Vinos recomendados:

Este un plato de campo y le conviene un vino recio, por ejemplo un de tinto de Toro, o uno del Bierzo y si se quiere emborrachar a alguien, con un clarete de Cigales bien fresquito y en porrón, no hay que se resista.

Menús sugeridos:

- Ceviche de bonito en vinagre
- Parrillada de cerdo macerado en cerveza
- Macedonia de verano

Barbacoa con patatas y ajos asados

Tengo que sacrificar una variación para contarles esta guarnición pero es que casi siempre que preparo una barbacoa mis invitados me dicen que les gusta más la guarnición que la propia carne.
Preparamos con antelación la salsa poniendo en la batidora un diente de ajo muy picado y un buen puñado de perejil, luego se añade sal y medio litro de nata líquida muy fría y se agita con el accesorio de varillas hasta que quede montada. Se reserva en la nevera.
Para asar las patatas se pueden poner directamente envueltas en papel de alumnio, o incluso sin él, en los rescoldos de las brasas, pero un truco es meterlas previamente a horno muy fuerte envueltas en el aluminio, cuando estén blandas se llevan al rescoldo del fuego y allí se conservan calientes hasta el momento de comer.
En cuanto a los ajos hay unos recipientes de barro con la forma de una cabeza donde se cuecen de maravilla poniéndolos cerca de las brasas, en caso de no disponer de ellos también se puede recurrir a asarlos a la plancha. Para ello se corta la cabeza transversalmente a la mitad y sin pelar, se ponen las medias cabezas sobre una plancha a fuego moderado sobre la parte cortada, y con un poco de manteca de cerdo, o mantequilla, hasta que tomen un bello color dorado.
Se comen ambos con una cucharilla de café, añadiendo a cada bocado una pizca de sal gruesa y un poco de la salsa.

 Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio.

Maghmour libanés

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Agosto 2013

INGREDIENTES

3 berenjenas
3 zanahorias
1 tomate grande bien maduro
1 cebolla
1 cabeza de ajos
1 bote garbanzos cocidos al natural
Aceite de oliva y sal
 

Andaba mi chica rebuscando por la sección de cocinas exóticas, cuando de pronto oí un grito: ¡Maalouf!, y claro, pensé que se trataba de un trágico cortocircuito, pero no, afortunadamente no se trataba de ninguna desgracia, sino de una sorpresa.

Había encontrado un libro de cocina libanesa escrito por un tal Maalouf, lo que para mí venía a ser lo mismo que si lo firmase Sidi Mohammed ben Hassan, pero como es licenciada en Historia, pues para ella el tal Maalouf era todo un gurú.
La verdad es que este paisano tiene su enjundia, porque ganó el Premio Príncipe de Asturias de las letras y el Goncourt, y como encima escribe novelas históricas (León el Africano, Samarcanda, Los jardines de luz, etc.), pues claro, para mi dulce historiadora es un ídolo.
Desde aquel momento comemos cocina libanesa hasta el día de Covadonga.
En realidad no lo escribió él sino Andrée, su mujer, también libanesa, persona culta y sensible a los avatares que han sacudido mil veces a su país: “La cocina es lo único que une a todos los libaneses, con independencia de su religión o del lugar del mundo a donde les haya llevado la dispersión de nuestro pueblo.
En algunas recetas Andrée nos cuenta su historia, profundiza en su alma, nos relata esos recuerdos que los aromas despiertan como ningún otro estímulo, máxime estando en un exilio interminable desde el que contempla como su patria de desangra en sucesivas guerras. Un país, Fenicia, que fue durante siglos referente de las culturas mediterráneas.
Este es un plato sencillo, un plato familiar, incluso uno más de los muchos que componen un mezzé, pero para nuestras costumbres más comedidas, puede perfectamente solucionar toda una comida.
Son sabores muy limpios, sin especias, ningún parecido a los estereotipos que tenemos de las cocinas de Oriente Medio, aunque si usásemos hortalizas de huerta, otro gallo nos cantaría.

La receta

Maghmour Libanés Quizá lo más sorprendente de esta receta es el tratamiento de la berenjena, una verdadera golosina que, una vez así degustada, no querremos volver a probar según las formas tradicionales.
Para ello, el día anterior, las pelamos, partimos a lo largo y ancho, y salamos generosamente los trozos obtenidos. Se colocan en un colador y dejan sudar toda la noche.
Si usamos garbanzos secos, también los ponemos a remojo.
El día de la comida, lavamos las berenjenas, las secamos y las freímos en abundante aceite durante cinco minutos.
Si usamos garbanzos secos, se cuecen en caldo durante media hora, pero los de bote dan muy buen resultado, siempre y cuando no sean de oferta del Lidl.
Pelamos la cebolla y la cortamos en rodajas. Pelamos igualmente el tomate, lo despepitamos y partimos en trocitos. Hacemos lo propio con las zanahorias, cortándolas en juliana. Al ajo yo solo le doy unos golpes, así sabe mejor.
En una sartén grande, ponemos un cacillo del aceite en que freímos las berenjenas, y salteamos todos los ingredientes, incluidos los garbanzos. Cuando esté cogiendo algo de color, cubrimos el sofrito con las berenjenas y tapamos con un plato, debemos hacerlo de forma que presione sobre el guiso para que se estruje y suelte el jugo. Dejamos cocer así y a fuego lento, durante veinte minutos. Puede conservarse un buen rato al calor, de hecho nosotros lo hacemos en una ollita de hierro fundido, la que ven en la foto, que conserva muy bien el calor hasta el momento de comer.
Para servir, se vuelca en un plato o fuente que lo pueda contener, contando con que lleva algo de caldo.

 Un vino para cada plato

En esta ocasión comimos el Maghmour con unas Albóndigas de pollo, subiditas de especias, riquísimas, nada que envidiar a esos espectaculares Kebab de Kefta que describimos hace unos días, lo que marcó bastante el maridaje. Lo probamos con un vino de uva Carmenere, el Santa Digna que elabora Torres en Chile, un vino muy aromático, muy especial, y que se comportó muy dignamente, haciendo un emparejamiento peculiar, atrevido, pero armónico. Muy interesante.


Llegó el Tío Paco con las rebajas

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Publicado en la revista PlanetaVino nº21, sección: El Toque del Quera
 

 No puedo, ni debo, explayarme a gusto, porque es de malajes alegrase del sufrimiento ajeno, sobre teniendo en cuenta que sin duda serán los más honrados trabajadores, esos que no salen en los programas del corazón porque trabajan de sol a sol para soportar las letras de un pisito infame y un coche de segunda mano, quienes estarán pasando los peores momentos, porque la ruina del ladrillero seguro que no va más allá de tener que reponer las ruedas de su VW Touareg para que tire un par de años más, en vez de cambiar de modelo como solía hacer antes cada año.

 
No es la parca Átropos quién pasea por las empresa españolas segando las cabezas de los desdichados que miran atónitos como se avecina el fin de su mundo, sino su hermana, Láquesis, la que tira la suerte, la que, devanando el hilo tejido por tu tercera hermana, Cloto, quién, con su rostro de vieja milenaria, mira con su sonrisa desdentada a Átropos para decirle algo así como: “Mira este listo, tanto ha estirado la cuerda que él solito se está lanzando contra tus tijeras”.
 
Un día sí y otro también me llegan correos publicitarios de bodegas que han contratado a un listo de marketing pensando que nos van a volver tarumbas con ese último premio que han comprado o con la presencia del presidente de la comunidad al acto de inauguración de su nueva nave de barricas. Eso sí con la notita de “Para la publicación en vuestro distinguido medio”. ¡Qué descaro!
 
Luego nos encontraremos a su comercial ofreciendo un 2X1 al tabernero de la esquina o al director comercial haciendo cola, como los corderos que esperan en el pasillo del macelo para recibir el garrotazo final (ahora se usan descargas eléctricas, que es más limpio y permite aprovechar los sesos para las casquerías), en la sala de espera del Cash Carry del polígono industrial de las afueras de la ciudad, rezando para que el sátrapa de turno le compre esos excedentes que ya ni pueden tirar al río porque los del Seprona están loro para  zumbarles una multa de antología por delito ecológico (por lo visto a las truchas no les gusta nada el vino).
 
Carpe diem, que diría Horacio, aprovecha el tiempo, porque el séptimo sello no ha sido roto, esto es solo el Tío Paco, que ha llegado con las rebajas, como cuando Continente abrió en Lugo y los comerciantes se echaron a la calle prediciendo su ruina total. No hubo drama alguno, salvo que los jetas de La Sucursal, tienda en la que tenía que pagar 400pts. por la botellita de 125ml. de salsa de soja Kikkoman, tuvieron que bajarla a 225pts, so pena de tener que hacer cosas indecorosas y molestísimas con ellas si no ajustaban los precios.
 
Desde esta tribuna llevamos casi cuatro años anunciando la llegada del Tío Paco (Dios mío, como pasa el tiempo…, y a mí no me suben el sueldo), pero las bodegas siguen confiando en la ingeniería financiera y en ese chico de nudo gordo en la corbata y traje de El Corte Inglés, quién, gracias a unas técnicas revolucionarias de comunicación que aprendió en su último master de marketing, nos va a meter en el bote a todos los prescriptores, como nos llama el Tirano Proensa.
 
En Asturias los buenos restaurantes siguen de bote en bote y en Rioja las bodegas serias, de las que solemos hablar en este medio, también. Las que parece ser que están en venta o haciendo saldos, son aquellas que se anunciaban a bombo y platillo en el Marca, el Hola, El País, TVE, COPE, etc.
 
No me digan que mi Tío Paco no es un cachondo.

Cinco estrellas Hesperia

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Publicado en la revista PlanetaVino nº25, sección: El Toque del Quera.
 

¿No se han preguntado ustedes de donde salen tantos hoteles de cinco estrellas, cuando hace apenas dos décadas eso era un snobismo reservado a las grandes fortunas, y por tanto un bien tan escaso que solo se encontraba en las grandes ciudades?

Mi primer contacto con esta nueva categoría, fue durante un congreso de sumilleres que se celebró en Santiago de Compostela, en el hotel Puerta de Santiago, unas instalaciones que, ya desde la entrada, apuntaban a armatoste de polígono industrial.
Hace muchos años, cuando un servidor era comunista, fui a uno de esos hoteles para grupos que se anuncian a bajo precio y desde entonces decidí que mis ideales políticos son una cosa, pero mi forma de vida, otra.
Mi entrada en el hotel compostelano me hizo revivir aquella terrible experiencia, solo que este lucía cinco flamantes estrellas, cinco, en su fachada.
No había botones para coger las maletas, el trato en recepción era poco menos que de cuartel, los ascensores estaban siempre colapsados, el desayuno era como el buffet de aquel penoso hostal de Benidorm, en fin, que con gran dolor de mi corazón por despreciar la invitación de mis anfitriones (y de mi cartera), recogí mi maleta y me fui por mi cuenta al Parador de los Reyes Católicos, que, aunque sea un poco siniestro, por lo menos está en el casco histórico, al lado de la zona de vinos, y no en los arrabales de la ciudad.
¿Donde está el truco? ¿Para qué esa comedia de las estrellas?
Pues muy fácil, para que los tour operadores, los principales motores del turismo de masas, preparen paquetes a precio de risa, poniendo como cebo que el alojamiento es en hoteles de cinco estrellas, con teóricas tarifas de tal, pero que en realidad cobran menos de una quinta parte a los grupos.
El truco, aunque indecente, podría sobreseerse si no fuera porque, como piques y contrates por tu cuenta esas vacaciones, te encontrarás metido en un hotel de masas, con todo lo que ello implica, pero pagando precios de hotel de lujo.
¿Y porqué arremeto contra la cadena Hesperia?
Pues verán, porque acabo de pagar más de cuatro mil euros de vellón, por pasar unos días de reposo en el Hotel Hesperia Isla de la Toja, uno de esos lugares idílicos donde la gente de bien solía ir a tomar las aguas, rodeadas de todo tipo de servicios y lisonjas.
Durante esos días tuve que renunciar a disfrutar de las instalaciones del Club Termal cada vez que caían por allí esos temibles grupos Low Cost (185€ por todo el fin de semana, en pensión completa, con libre acceso a las instalaciones de SPA, excursiones y viaje desde Palencia incluidos), por cuyo uso, los pardillos que habíamos contratado el precio de tarifa, pagábamos más de 300.-€ diarios.
Aquello, en vez de unas instalaciones de cinco estrellas, parecía un parque temático en agosto: la gente tirándose de cabeza a la piscina del SPA, dando gritos de lado a lado del recinto, niños de apenas tres años nadando con flotadores o jugando entre las máquinas del fitness, señoras sacándose fotos con flash dentro de la sauna y dejando las puertas abiertas, graciosos tirándose el hielo del refresco como si fueran bolas de nieve, etc.
Afortunadamente, este hotel volverá pronto a ser lo que fue, porque, según la prensa gallega, "por discrepancias insalvables con su propietario, el Banco Pastor”, a partir del día 30 de abril, la cadena Hesperia dejó su gerencia.
Durante mi lamentable estancia, recordé que ya había sufrido una vejación parecida en Alicante, en el hotel Golf SPA Playa de San Juan, de la que ya di buena cuenta en mi libro “Golf y gastronomía”.
También era un Hesperia.
Así que ya saben porqué titulo este articulín: “Cinco estrellas Hesperia”.
 
  Este artículo es parte de la descripción de las calamidades que pasamos en El Gran Hotel de La toja que pueden ver en el artículo Perdí cuatro kilos…, y 4.000€.

Recetas de Lubina

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Octubre 2007
 

Desde que la acuicultura logró reproducir estos peces en cautiverio, lo cierto es que hay cantidad de amas de casa que solicitan recetas de lubina, porque lo cierto es que están muy logradas, aunque para los que tenemos la suerte de vivir en Asturias, cuando les da por picar, que suele ser a finales de septiembre, y su precio baja hasta ponerse asequible, disfrutar de una salvaje, es un bocado irrepetible.

Por estas tierras llamamos robalizas a las pequeñas, digamos que a las que se asemejan a las de criadero y simplemente a la plancha, son una pasada, pero cuando sale una de las de verdad, de siete u ocho kilos, ahí hay que saber mucho de cocina para aprovechar unos sabores que pueden ser de los más sublimes de la mar.

En este recopilatorio verán contrastes insospechados, como el tocino ibérico, que nos deslumbró, o las cebollas rojas que nos llevaron a las costas portuguesas donde acostumbran a preparlas de esta forma tan sencilla como deliciosa.
Si quieren saber más de estos deliciosos peces, hay un artículo en que explico sus pormenores pinchando en Roballizas

Datos técnicos:

NOMBRE CIENTÍFICO: Dicentrarchus labrax.
ORDEN: Perciformes
FAMILIA: Serránidos

Recetas:

Un vino para cada plato 

Si para los grandes gastrónomos franceses del pasado siglo el pescado por excelencia era el rodaballo y para el refranero español es el mero, para mi gusto la lubina es el bocado que mejor recoge las excelencias del mar, por eso hay que mimarlo en extremo, no solo en su punto de asado y en la salsa, sino también con el vino.
Hay que huir de esos vinos excesivamente perfumados que se han puesto de moda y que pueden eclipsar los sutiles sabores de estas carnes.
No se trata de uvas, porque una albariño puede ser seca o perfumada, según “bautice” el enólogo el mosto con una u otra levadura. Los chardonnays suelen resultar menos “bautizados”, sobre todo los fermentados en barrica.
Y con algunas recetas de salsa grasienta, como La lubina al champán, pues un cava brut nature o un buen champagne, ideal.

Lubina con tocino ibérico

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Octubre 2008.

INGREDIENTES (4 personas)

1 Lubina salvaje de 1 Kg
100grs de tocino de jamón ibérico de bellota
1 copa de vino fino 
cominos molidos

 

Para mi querido amigo Manolo Maldonado, el más loco de todos los ganaderos de cerdo ibérico.

La historia empezó al preparar para el corte, una paleta de Embutidos Maldonado, 100% ibérico de bellota (esta marca es la única que puede certificar que sus piaras tienen un 100% de sangre ibérica genéticamente pura).

Como quién no quiere la cosa, pasé una tajadita por la sartén y me preparé un pinchito mañanero de esos que nos hacen mirar el resto del mundo con compasión.

Cuando llegó mi ex mujer, le preparé otro y me amó como hacía tanto tiempo que no recordaba, de modo que decidí trocear toda aquellas tajadas de perfumado tocino y conservarlas en un túper, cubiertas de aceite de oliva, no como una Viagra casera, si no como condimento para mis experimentos culinarios (lo incluyo en la sección Las especias y sus aplicaciones).

Un día se me ocurrió meter algunas tiritas en el vientre de una lubina que preparé a la parrilla y resultó deslumbrante.
Otro día, en que mi Mariquilla trajo una lubina de casi un kilo, de esas que sacan a caña los jubilados frente a la boca de la ría,  como no cabía en la parrilla, pues decidí hacerla al revés, con la plancha arriba, o sea, al grill.
Ya ven el resultado en la foto, pero la prueba no se la puedo hacer llegar. Lo siento..., por ustedes, claro.

La receta.

En realidad no hay más que contar.
Le pedimos al pescadero que nos abra la pieza para la espalda y así la ponemos en la bandeja del horno u otra rustidera, según el tamaño de la víctima.

Rociamos con un limón (eso de que se usaba para quitar el tufo es una gilipollez, el limón es un potenciador de sabores delicioso, incluso sustituto de la sal), salpimentamos, espolvoreamos con el comino y echamos un buen vaso de vino fino por la bandeja para que forme vapor y caliente más.

En una sartén, freímos ligeramente las tiritas de tocino de jamón ibérico de bellota y vertemos el aceite y las cortecillas por encima del pez.
Como ya indiqué, grill a tope y apenas diez minutos. Cuando veamos que empieza a hervir el caldillo, es cuestión de un par de minutos antes de que se dore y ese es el momento justo.
Debería haber hecho una foto de las texturas de la carne, pero cuando probé el primer bocado, me puse como un tiburón y casi me zampo el plato.

Guarnición:

Como ven en la foto ese día no hubo guarnición porque el pez era como para cuatro, pero antes, la que probé a la parrilla, la acompañé de Ensalada de patatas a hierbas verdes y es un peligro, porque como el saborcito del tocino frito contrasta con los marinos del pescado, pero ambos son cálidos, esa bocanada fresca de ensalada y especias verdes, es como un remanso tras una galopada. Total, que entre remansos y galopadas, podemos terminar la cena con una apoplejía, pero felices.

   Vino blanco seco, con ligera crianza y a ser posible fermentado sobre lías, preferentemente de uva Chardonnay, salvo que encontremos uno de esos riojitas de nueva generación, como el Muga, el Solagüen o el de Erre Punto. Pero no se queden ahí, prueben también con tinto, incluso reserva, verán qué sorpresa, aunque la ensalada lo puede joder. 

Guacamoles

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Abril 2007

INGREDIENTES (4 personas)

1 aguacate
 1/2 cebolleta fresca
aceite, limón, y sal

La palabra mole, en mexicano significa salsa, por lo tanto el guacamole es una salsa hecha a base de aguacate, y a partir de ahí dejen que se peleen los puristas que siempre tendrán razón, tanto los del D.F., como los de Guadalajara, Jalisco o Tampico, y no digamos ya los que defienden que si su “mamasita” lo preparó siempre con cilantro, cebolla, tomate, tabasco o cenizas del Popocatepetl.

Para liar un poco más la madeja, apunto que el origen del aguacate es incierto ya que según los mejicanos es oriundo de ese país, pero los guatemaltecos se lo atribuyen al suyo y chilenos y peruanos defienden que el origen de la palta (así los llaman ellos) es de esa zona andina. 

Como mi mamá fue de las primeras personas en hacerlo en España (ver Las recetas de mi Madre), pues yo les ofrezco esta como receta de base, aunque si se han fijado en el título, hablo de guacamoles en plural, por lo que les propondré una serie de variaciones más o menos sensatas (he llegado a ver recetas con salsa Perrins, una atrocidad que anularía ese sutil sabor almendrado de aguacate que es su mayor virtud).

  • Primera observación: una cosa es una ensalada de aguacate, que se puede poner como guarnición en mil platos o incluso como un plato en sí mismo (vean Ensalada de camarones, berros, tomate y aguacate Aguacate con camarones ) y otra muy distinta es hacer un guacamole, o sea, una salsa de aguacate (vean Mero a la plancha con guacamole y anchoas y Camarones con guacamole).
  • Segunda: hablando de guacamole, este puede estar con trocitos de la fruta o completamente hecho crema. Ambas salsas son igualmente válidas, eso ya depende del consumidor. En cualquier caso yo desaconsejo puntualmente el uso de las batidoras porque la emulsión resultante bastante empalagosa. Usen tenedor o cuchara para aplastarlo dejando taquitos, y mortero de moler (grande y rugoso, a ser posible de piedra volcánica), para hacerlo pasta.
  • Tercera: el aguacate tiene un sabor delicioso pero muy sutil (hay más de 600 variedades), pero en general tienen recuerdos de avellana, almendra, pistacho y a veces alguna flor tipo rosa , por lo que los ingredientes deben respetar siempre su sabor. Dejando a parte atrocidades como esas salsa preparadas, yo he probado guacamoles con exceso de limón que perdían todo el sabor.
  • Cuarta: Todo lo anteriormente dicho no sirve de nada si el aguacate no está en su punto de maduración. Un aguacate verde es incomible y uno pasado está podrido. Si no confía usted en sus habilidades ni en las del frutero, lo más acertado es elegir uno que esté durito (no como un leño), envolverlo en papel de periódico (que no sea del grupo Vocento porque se arruinaría) y dejarlo así un par de días. Milagrosamente estará en su punto.

La receta

Partimos el aguacate al medio, sacamos el hueso y, con la ayuda de una cuchara, rebañamos bien la pulpa que depositamos en un bol.

Regamos con un poco de aceite de escaso sabor (puede ser de oliva, pero midiendo mucho que no tome protagonismo, así que mejor refinado, no virgen), espolvoreamos con un poco de sal, un chorrito de limón (estrujando medio ya hay de sobra), y lo vamos aplastando con el tenedor (queda mejor con la cuchara, pero hay que coger el tranquillo).

Cuando esté bien homogéneo, probamos y empezamos a introducir variantes, probando a cada añadido para no anular el saber de la fruta.

La cebolla suele estar siempre presente, pero debe ser cebolleta fresca, cortada en pluma y poca cantidad.
También es un sabor muy mejicano el del cilantro, pero cuidado, hay mucha gente que lo repele, incluso produce asco. A mí me encanta, pero aviso. En Guatemala le ponen orégano fresco, pero es demasiado potente y abrasa el sabor del fruto.
La lechuga cortada en juliana resulta muy refrescante, pero no es frecuente en México y aconsejo ponerla ligeramente aliñada y como adorno alrededor del guacamole.

Unos taquitos de tomate sí son muy frecuentes, pero deben ir pelados y medir su protagonismo porque hay tantas variedades que cada uno se comporta de una forma. Allí suelen usar Jitomate, pero no se asusten, eso es lo que en el resto del mundo llamamos tomate.

Hay variaciones en que se añade nata o yogur, pero a un producto tan grasiento y pastoso (se le conoce como la fruta de mantequilla y hasta se puede usar como tal), meterle más engrudo lo hace empalagoso, pero se puede probar, tiene su gracia. Otra cosa es hacer una sopa de aguacate, que también está muy rica y ahí sí que funciona la nata.

También hay quién le pone ajo, pero hay que tener muchísimo cuidado porque para mi gusto es incompatible. Incluso he probado con ajo asado y aún así no aporta nada y sí resta sabor.

Esta salsa se puede poner como aperitivo para mojar en ella totopos (tortillas de maíz fritas, como las de los nachos, pero en triangulitos) y no debe faltar cuando hagamos una comida de fajitas porque es uno de los ingredientes más deliciosos por su contrapunto de suavidad.

Cuesta de Oro (Lurton)

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Bodega François Lurton
DO
: Rueda
Uvas
: 100% Verdejo
Crianza
: Fermentación en barricas nuevas y crianza sobre lías de 6 meses
P.V.P.:
7 €
www.jflurton.com/

Otros vinos de esta bodega:
Hermanos Lurton Blanco, Rosado y Tinto
 

Salchichón ibérico de bellota, con un verdejo con crianza

Extracto del libro COMER CON VINO, Maridajes de la buena mesa española, del que pueden ver más pinchando en más +...

Aunque apenas quiera pasar de puntillas sobre una situación familiar desagradable, tengo que indicar a los lectores que esta es otra bodega que no tiene nada que ver con Belondrade y Lurton.
Dicho esto y sin entrar en comparaciones odiosas, podríamos decir que este es un chablis de Verdejo.
Salen sabores de fruta tropical y de hueso (albaricoque), pero también está presente la mantequilla y el toque de hierbas (hinojo) de la uva castellana, quizás por la maceración pelicular, y todo ello enmarcado en unas maderas elegantes, muy presentes, pero justas para permitir que el vino aún resulte vivo y fresco en boca, todo un logro de la fusión franco-española.

El plato

Salchichón ibérico extra de bellota
Cárnicas Maldonado

Alburquerque (Badajoz)
www.ibericosmaldonado.com 
P.V.P.: 30 € / kg
Otros productos
Jamón Ibérico de bellota
Lomo Ibérico de bellota en manteca
Chorizo Ibérico de bellota 

Quizás este maridaje sea válido para otros salchichones, no así la descripción organoléptica de éste, ya que pertenece a otra dimensión de la calidad.
Es como comer trocitos de jamón ibérico, prensado con su propio tocinito, y perfumado con especias tan sutiles como pimientas de Winad (Kerala), canela de Colombo (Sri Lanka), nuez moscada de las Islas Molucas y sal flor de Fuerteventura.
Es un abanico tan complejo de sabores, que hay que concentrarse para no perderse ninguno.
Además los cardiópatas podemos ponernos ciegos, porque ya saben ustedes que es el mejor remedio contra el colesterol malo (LDL), así que considérenlo como la más exquisita de las medicinas.

MARIDAJE

En otros maridajes, cuando hablamos de un embutido o conserva, lo hacemos dentro de un contexto de picoteo, de merienda informal, de aperitivo, en este caso hay que hacer un punto y aparte, no sólo porque hay que contar la poesía a los invitados y así justificar los 30 € kg que hemos pagado por la pieza, sino porque debemos centrarnos en esta combinación y, cuando terminemos con el vino y el embutido, pues pasamos a otro cantar.
Ya he descrito la composición de ambos productos y su sobresaliente calidad gastronómica, pero ahora hay que ensamblarlos, porque no es nada fácil.
Con el salchichón fue un drama porque, o te pasabas (probamos con un amontillado y anulaba algunos de los aromas de las especias del embutido), o no llegabas (ningún tinto se mantenía en boca y eso que probé con ¡tres salchichones!).
Manolo me recomendó probar con un champagne Salón ¡qué jodío!
Aunque ahí cogí la pista y empecé a probar con blancos y vi que los fermentados en barrica funcionaban bien, hasta un chacolí, que no incluyo en este libro por razones ajenas al tema.
Al final probé con este gran verdejo que estaba destinado a un capón relleno de foie y quedó adjudicado al embutido, porque incluso la grasa del ibérico, alegra y realza la viveza del vino. Un peligro.

Hermanos Lurton

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Bodega Jacques & François Lurton
Blanco Crianza (fermentado en barrica sobre lías)
D.O. Rueda
Uvas: 100% Verdejo
PVP: 17€€

Añade aquí texto Extracto del libro COMER CON VINO, Maridajes de la buena mesa española, del que pueden ver más pinchando en más +...

Para aquellos buenos aficionados que entienden que un  buen blanco no tiene nada que envidiar a un buen tinto, y que tanto alucinaron con el Belondrade y Lurton, he aquí un notición, un nuevo Verdejo criado sobre lías y que sabe más a Verdejo que ningún otro Rueda del mercado, entre otras cosas porque han mimado más el toque de madera que en aquel otro, para que esta solo realce los sabores herbáceos de la variedad, sin llegar a empalagar por los tostados.

¿Como lo han hecho? Pues usando barricas de dos vinos para que la madera fuese menos agresiva. También se obsesionaron en proteger mostos y vinos de la oxidación hasta en la maceración pelicular y en los bazuqueos, de ese modo el color del vino es casi acerado y no hay rastro de envejecimiento en sus aromas.

Yo soy un enamorado del Belondrade, pero admito los remilgos de algún maestro como el Proensa al criticar su exceso de madera. En esta ocasión Andrés va a alucinar, porque ese ligero empalague ha desaparecido y la madera tan solo se percibe como esa ligera especia que levanta el sabor de la materia prima, ese toque de tomillo que hace que la perdiz sepa más monte que por sí misma.

François Lurton nos explicó el motivo: " El Belondrade está diseñado para envejecer en botella varios años, como los grandes blancos de Chablis o Burdeos, por eso tiene más madera y ese tono un poco más subido de color debido a la oxidación previa que necesita para soportar mejor el envejecimiento reductor de la botella. Este Hermanos Lurton está diseñado para poder beberse desde su embotellado, aunque también dentro de varios años".

Para los cotillas del vino informo que en Belondrade & Lurton hubo un divorcio, y si digo divorcio es porque Brigitte Lurton y Didier Belondrade, se divorciaron y que por tanto esta bodega no tiene nada que ver con la otra. 
Otra cosa es que el nombre comercial esté así registrado, además de que los hijos de esa pareja, los futuros herederos de la bodega, sigan apellidándose Belondrade Lurton, por lo que, conflictos familiares aparte, la marca es la marca.

Un vino para cada plato

  Los grandes vinos maridan mal, o mejor dicho, da pena maridarlos porque no hay plato que los realce y sí alguno que pueda distorsionarlos. En Arzak lo probamos con un lenguado en equilibrio (ya saben, florituras de la Nueva Cocina). Bien, clásico, sin mayor gloria. Me hubiera gustado más probarlo con un capón o una pintada, bien guisaditos con alguna laminilla de trufa melanosporum y echalotas. Cuando lo pruebe así les daré razón.


Croquetas para celiacos

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Enero 2015

INGREDIENTES (4 personas)

4 Huevos duros
200grs de carne de pollo cocido
2 cucharadas de Maizena
50 gramos de mantequilla
1/2 de leche
100grs de pan sin gluten rallado
sal, pimienta negra y nuez moscada
 

 Quizá alguno de ustedes haya entrado en esta página antes de hoy y habrá visto la fecha (Mayo 2013) y un cartelito que rezaba: “Perdón por el retraso, pero estamos en ello.” Hay que echarle mucha jeta para tener casi dos años una página en obras, pero ya les he comentado la inconcebible abulia de la comunidad celiaca española, que ni ha tenido la delicadeza de escribir una carta de agradecimiento a esta web que se ha molestado en reformar más de 2.000 recetas para ofrecerlas sin gluten, así que doy por más que justificada mi dejadez.

Obviamente todo lo que hago es por mi adorable Elena, o mejor dicho, es ella quién lo hace, porque yo tengo auténtica aversión a trabajar con la harina, de modo que es ella quién prepara todos estos bizcochos, panes, bechameles y demás preparaciones farináceas, porque soy negado.
Yo soy celiaco consorte, lo cual es duro, pero cuando mi chica se va a trabajar, me preparo unas rebanadas de pan tumaca con jamón ibérico, me regalo con una buena pizza al horno de leña o me preparo unas empanadillas que no se las salta un torero, y claro, tengo mis bares donde hacen croquetas como Dios manda, una de mis debilidades.
Un día Elenita dijo que iba a intentar hacer croquetas de jamón, y le salieron riquísimas. Casi se le saltan las lágrimas porque hacía años que no las podía probar.
Luego me las preparó con huevo duro, como las del bar Chun-Chao, ya desaparecido, y estaban bien ricas, de modo que decidí que hiciese una tanda con huevo duro y pollo cocido, una especialidad muy asturiana de las casas burguesas del siglo pasado y de algún barín de Oviedo, desgraciadamente ya en desuso.
Resultado: excelente. 

La receta

Además de los ingredientes, en que la harina de trigo se cambia por la de maíz, se puede decir que la única diferencia está en que la Maizena no se tuesta. También se puede tostar un poco en la mantequilla, como en la receta tradicional, pero luego hay que colarla para retirar los grumos, porque se forman muchos y resultaría muy difícil de manejar, no debemos olvidar que estamos trabajando con almidón de maíz por lo que no contamos con el gluten de la harina de trigo.
La fórmula que usa mi mujer está basada en las muchas papillas que tuvo que prepararse cuando la operaron del esófago, así que de Maizena lo sabe todo.
El truco es desleír previamente la harina en leche fría, luego se le añade a la leche caliente y se lleva al fuego removiendo ya continuamente. A medida que la mezcla va calentándose y rompe a hervir, se irá espesando, por lo que es necesario removerla sin parar para evitar que se pegue, utilizando para ello  una cuchara de madera o unas varillas de Teflon (al parecer no se deben usar utensilios metal).
Cuando ya empieza a verse con la consistencia deseada, se añade la mantequilla (lo bueno es que la mantequilla cruda es buena para el organismo, mientras que frita resulta indigesta y algo tóxica), y se salpimienta, perfumando con un poco de nuez moscada.
También podemos añadir una yema de huevo y un poco de queso Parmesano (si ponemos Gruyere obtendríamos la famosa salsa Mornay), de esta forma queda algo más compacta y se puede moldear mejor si vamos a usarla para envolver pechugas de pollo (supremas a la Villeroy) o huevos rebozados, como es el caso.
Se debe dejar reposar para que se asiente y coja cuerpo.
Partimos los huevos a lo largo para obtener cuatro cuartos.
Desmenuzamos el pollo cocido (es una forma de aprovechar el pollo del caldo).
Con dos cucharas cogemos una porción de bechamel, ponemos un cuarto de huevo y un puñadito de pollo, y lo envolvemos todo hasta hacer la forma de la croqueta. Se deposita en un plato con pan rallado (para celiacos, claro), se empana bien y se pone en una bandeja que irá a la nevera al menos durante tres o cuatro horas.
A partir de ahí se pueden congelar para usar cuando nos parezca, o freír para su consumo. Debe usarse abundante aceite para que floten y no demasiado caliente para que no revienten. Cuando estén doraditas, se sacan con una espumadera de varillas para escurrirlas bien y se dejan secar sobre papel absorbente.

Restaurante Casa Nuevo

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Pillarno - Castrillón. Tel. 985 530 550
Crónica procedente de la Guía Asturias gastronómica 2005/2006, a la venta en librerías.

Precio medio del menú20
Bodega1 sobre 5
Tiene ParkingPropio
Periodo vacacionalSeptiembre
Días de cierreLunes noche

El coqueto valle de Pillarno es como una caricatura de lo que debió ser aquella Asturias rural de principios del siglo xx, un cuadro de Piñole, sembrado de huertinos primorosamente cuidados, salpicado de hórreos y quintanas, con su diminuto y cantarín arroyuelo y hasta con su escuela de indianos, un poco cursi, como corresponde a aquella época, pero deliciosa.

Ésto es Pillarno y ésto es lo que se ve desde la galería que las hermanas Nuevo han habilitado para separar el comedor de menú, del de la carta, lo cual, sin desmerecer el valor humano de nadie, se agradece, porque treinta o cuarenta trabajadores en mono de faena, encajan mal con elegantes ejecutivos de Milano, Hermés y Valentino.

Y es que, entre semana, a pesar de que nos sintamos en tiempos de D. Melquiades Álvarez (el discurso político sigue siendo el mismo) y a miles de kilómetros de la civilización, esta casa se llena de tantos jefazos que, con que se pusiesen de acuerdo un solo día, sacarían el país adelante.

En festivos ya se pueden imaginar que son todo familias, niños aulladores, niñas anoréxicas, abuelitos remolones y demás especímenes de la tradicional fauna dominguera astur.

Por lo demás, sólo cabe decir que estamos en la clásica casa de comidas asturiana de nuestra época, con ese servicio desenfadado cuya condición femenina y de anfitrionas, les permite tomarse más confianzas de las habituales, con una oferta de vinos que deberían cuidar* y con esa supuesta “cocina de toda la vida”, que María Luisa García escribió en los setenta, basándose en el Avecrem y en la Sección Femenina.

* Poco después de salir esta crónica, Eva, la anfitriona, modificó su carta de vinos y ahora hay botellas muy interesantes y a precios ajustados.

Además de por sus especialidades o tipo de establecimiento, puede buscar más restaurantes en esta u otra zona pinchando aquí. Y no se pierda los entresijos de esta profesión, nuestra prensa amarilla, pinchando en Dramas y comedias de la Hostelería.

Arroz al horno

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Enero 2015

INGREDIENTES

8 Tacitas de arroz redondo.
½ Bote garbanzos cocidos.
1 Patata grande
2 morcillas de cebolla
1 Tomate maduro
1 Cabeza entera de ajos
250 grs de costillas de cerdo
250 grs de panceta.
Caldo de cocido (el doble que de arroz).
1 Cucharada de pimentón dulce.
Sal, Azafrán y Aceite de Oliva.
 

 Mi chica, que vivió muchos años en Levante y aprendió en esa tierras los misterios de la paella, me comentó en varias ocasiones que había una barbaridad llamada Arròs al forn que superaba en brutalidad, no solo nuestra fabada, si no incluso el Boronchu preñao, algo que me pareció imposible porque, además de ser una de mis golosinas más irresistibles, he reconocer que es una animalada digna de vikingos.

Nunca me lo preparó porque nosotros somos muy finos y además no tenemos horno de leña, utensilio imprescindible para tal menester, pero un día, crecida por sus continuos éxitos culinarios, se armó de valor y compró una olla de barro, así como la aterradora lista de ingredientes que ven ustedes en la columna contigua. Un detalle curioso es que, como hace años no existían los hornos eléctricos y apenas nadie tenía uno de leña, lo habitual era hacer este plato en la panadería, como en Castilla el lechazo, y por eso este plato también se llama “Arròs passejat”, arroz paseado, porque era espectáculo muy familiar ver trajinar a las mujeres con las cazuelas de casa a la tahona, y de vuelta con el suculento asado perfumando las calles.
Yo no le di crédito a lo que estaba viendo y pensé que sería un farol, pero como siempre me había dicho que era el arroz más rico que había probado, cuando vi que empezaba a trastear por la cocina, me puse en lo peor.
No me permitió entrar ni para oler, pero cuando por fin abrió la puerta del horno, empecé a barruntar que todo lo que me había narrado era cierto, no solo la atrocidad nutricional, sino la delicia gastronómica que reposaba en aquel utensilio de barro.
No lo he fotografiado emplatado porque a mí me gusta retratar el alma de los platos, y la de este es netamente mefistofélica, diabólica, irreverente, brutal, así que he prefiero dejarla encerrada en su caja de Pandora para que vivan ustedes el momento del sacrilegio, de la herejía, del éxtasis gastronómico arrocero. De hecho he buscado fotos en Google y solo he visto esperpentos tan horribles como el careto de la Belén Esteban, bueno, o de Alicia Sánchez-Camacho, que últimamente le va a la zaga.
Para aquellos “apañeros” que tanto gustan de presumir de erudición y copiar datos ajenos sin citar las fuentes, he aquí un tesoro: el famoso “Llibre de Coch” del maestro Robert de Nola, cita un Arroz en cazuela al horno, aunque no es este plato sino algo parecido a lo que en Alicante llaman Arroz con costra (Arròs amb crosta), otro cañonazo típico de la Vega Baja del Segura y el Bajo Vinalopó. Obviamente este plato no contenía los productos americanos (patata, pimentón y tomate), pero como los datos más verosímiles que tenemos de esta creación son del siglo XIX, pues aceptémoslo tal y como se prepara hoy día.
En realidad este arroz al horno es un plato de aprovechamiento, uno más para ese libro que nunca publicaré y que pensaba titular “Cocina de sobras”. Al parecer era costumbre invernal hacer un gran cocido familiar el domingo y, con lo que sobraba, el lunes se preparaba este tremendo arroz, por lo que, si no hemos hecho cocido, pues habrá que hacer uno, aunque sea exprés.  

La receta

Partiendo de la base de que no disponemos de un cocido dominguero, vamos a hacer un sucedáneo.
En una sartén grande, salteamos la carne con el AOVE y luego la envolvemos con el pimentón, dándole otro revolcón pero sin que se queme.
En una cazuela pondremos una botella de agua mineral (1,5 l.) y llevaremos a ebullición con los garbanzos, la patata, el azafrán y la carne. Dejaremos cocer una media hora (hasta que la patata esté comestible) y luego reposar hasta enfriar. Este será nuestro falso cocido, de modo que retiramos la cantidad necesaria de caldo (16 tacitas como las del arroz), y disponemos la carne y los garbanzos en una fuente.
En la olla de barro (no es un capricho, el barro mantiene el calor y se termina de hacer el arroz), rehogamos un poco el arroz con AOVE y lo bañamos con el caldo. A continuación echamos los garbanzos, la patata partida en cuatro y los trozos de carne, procurando distribuirlo todo pensando en el servicio. En el centro ponemos la cabeza de ajos (deben quitarse las pieles secas pero no desgranarlo), y a los lados el tomate partido al medio, y las morcillas.
Metemos al horno fuerte (200ºC) durante unos diez minutos y luego lo bajamos a 170ºC durante otros diez minutos más.
No es necesario que saquemos a pasear la olla a la calle, pero sí conviene dejarla reposar un cuarto de hora o veinte minutos para todo se compenetre. 

Un vino para cada plato.

Recuerden que este es un plato de invierno y, aunque nos caliente la boca, tendremos ganas de vino tinto, así que vamos a seguir nuestro instinto. Yo hubiera recomendado un vino de la zona, sobre todo porque en los últimos años se estaban haciendo cosas muy interesantes, pero parece que la crisis está provocando vaivenes demasiado bruscos, casi zarandeos, que no son nunca buenos para el vino, de modo que vamos a subir unos cuantos paralelos, hasta Toledo, donde nos encontramos con descomunal proyecto llamado Finca Constancia, y que está ya en pleno rendimiento, dando unos vinazos complejísimos capaces de resistir con brillantez un envite tan arriesgado como este.

Sushi de gambas (Ebi Sushi)

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Noviembre 2014

INGREDIENTES

12 langostinos españoles
1 taza de arroz bomba
1 hoja de alga Nori
Wasabi y salsa de soja

No es que sea uno de mis preferidos porque en realidad suele hacerse con gambones cocidos, pero se llama Sushi de gambas hasta en francés, que debería ser “Sushi de crevettes”, pero ya ven, la globalización va en los dos sentidos y en país de la gastronomía, usan el sustantivo castellano, claro que allí no distinguen entre gambas, langostinos y gambones. 

Y ya que hablo de la diferencia que hay entre estos decápodos, he de decir que en Japón no hay gambas ni langostinos, sino gambones, lo que ellos llaman ebi, de hecho existen cadenas de “Ebi sushi”, restaurantes informales donde solo sirven sushis de “gambas” de diferentes formas, porque esta es otra.
Antes de meternos en ese zarzal, aprovecho la coyuntura para aclarar el tema de las gambas/langostinos.
Estas son las diferentes especies:
  • Camarón: (Palaemon serratus) Sin duda los más deliciosos son los de las rías bajas gallegas, pero también son de la misma especie los escoceses y por tanto de alta calidad. Otra cosa son los tropicales, porque en América se llama camarón incluso a los langostinos. Las variedades más conocidas son el Camarón de poza (Palaemon elegans), el Camarón báltico (Palaemon adspersus), el Camarón posidonia (Palaemon xiphias) y la Quisquilla  (Crangon crangon). Nada que ver con el gallego, aunque este no sirve para hacer sushi.
  • Carabinero (Plesiopenaeus edwardsianus) Según algunos marisqueros se puede confundir con el Langostino moruno (Aristaeomorpha folia) y con la Gamba roja (Aristeus antennatus), pero a mí me parece inconfundible. Es muy grande (20-40cm) y sobre su color en crudo es muy intenso, casi granate. Su sabor es muy fuerte, tanto que hasta hace tres décadas no se cotizaba como marisco de elite. Se encuentra en el Atlántico noroccidental y en el Mediterráneo.   
  • Gamba blanca: (Parapenaeus longirostris) Se pesca en el Mediterráneo y en la zona atlántica del Estrecho, Cádiz, Huelva y Marruecos. Es la más exquisita y delicada, pero también la más falsificada. El plato de la foto está elaborado con estas y es epatante, pero muy caro, aunque permite usar la gamba cruda o casi.
  • Gamba Roja: (Aristeus antennatus) Solo se encuentra en el Mediterráneo, preferentemente en la costa levantina española. Es exquisita, se cotiza a precio de oro y cada pueblo reclama para sí la mayor bondad: Gamba de Palamón, de Denia, de Pollensa... Digo lo mismo que con la blanca, se puede usar cruda, pero el plato sale por un dineral.
  • Langostino (Penaeus kerathurus) Hay varias especies con calidades bien diferenciadas, pero las comerciales más conocidas son: Langostino Tigre Gigante o Jumbo (Penaeus monodom), Langostino Tigre Marrón  (Penaeus esculentus),  Langostino Tigre Verde  (Penaeus semisulcatus), Langostino Ecuatorial  (Penaeus vannamei), Langostino Marfil  (Panaeus latisulcatus). Y luego hay que diferenciar los salvajes de los de criadero, así que como para pasar página.
  • Pero es que encima hay una tercera categoría en discordia, una especie de cajón de sastre llamada “Gambón”, que son decápodos de mil especies y otros tantos mares, que circulan congelados por el mundo entero sin más control que el que marquen los escrúpulos del importador. Los más famosos son el Gambón Argentino (Hymenopenaeus o Pleoticus muelleri) y el Gambón Mozambiqueño (Metapenaeus monoceros). Aquí hay que recurrir siempre a la cocción por cuestiones de salud.

La cocción

¿Cocción en un sushi? Pero eso es anatema, oxímoron, una contradicción, una paradoja para los amantes del pescado crudo. Bueno pues no, y precisamente por lo que acabo de comentar, por razones de seguridad alimentaria.
La casi totalidad del Ebi Sushi que se prepara en el mundo, se hace usando gambones congelados de dudosa procedencia y trazabilidad, por lo que se desaconseja su consumo en crudo ya que los grandes productores de estos crustáceos se sitúan en la zona de Indochina (China, India, Indonesia, Malasia, Tailandia, Vietnam), países que no se caracterizan precisamente por la salubridad de sus aguas, por lo que una vez descongelados, pueden mantener vivas diferentes contaminaciones bacterianas. Es un alto riesgo, de forma que se asume que el Ebi Sushi se prepare con marisco cocido, aunque no deja de ser una miseria. Incluso se preparan algunos con langostinos rebozados y fritos, pero eso ya me parece una marranada.
En Japón se preparan Ebi Sushis con gambas crudas, pero estas han de ser salvajes, pescadas en aguas no contaminadas y hasta llevadas vivas a la vista del comensal, lo que reduce la oferta a exclusivos restaurantes de la costa occidental a los que solo acuden potentados gastrónomos que conocen estos lugares, casi clandestinos.
¿Y en España? Pues la cosa es evidente, si tiene usted pasta, es un manitas y tiene acceso a gambas o langostinos vivos, pues podrá prepararse unos desmelenantes Ebi Sushis crudos, si va a un restaurante japonés de calidad, serán gambones cocidos, y si es un japonés de chinos, ni se le ocurra entrar porque acabará con cagalera aunque solo coma arroz blanco.

La receta

Vamos a preparar un Ebi Sushi de alta calidad, pero normalito, es decir, usando langostinos congelados, pero con garantía de procedencia de algún criadero español.
Dejamos que se descongelen lo más lento posible y cuando estén blanditos, procedemos a su preparación. Los pelamos (dejamos las aletillas del final de la cola) y retiramos la cabeza (aunque parezca un crimen, en la cabeza y en la cáscara es donde hay mayor riesgo de contaminación) y les clavamos un pincho de bambú (debe mojarse previamente para que deslice con suavidad por la carne), desde lo que era la unión con la cabeza, hasta casi el final de la cola, pero con cuidado de no perforarla. ¿Para qué esta movida cuando hemos dicho que los pescados y mariscos han de tocarse lo menos posible con las manos? Bueno, pues para que conserven la forma y puedan colocarse sobre las porciones de Nigiri-zushi.
Disponemos un bol con agua y hielo y ponemos a hervir una olla con abundante agua ligeramente salada. Cuando haga borbotones, metemos nuestras colas ensartadas, pero apenas unos cinco segundos, lo justo para el que exterior se ponga rojo y se esterilicen las partes más peligrosas. Se sacan y se sumergen en el agua helada para cortar la cocción, y que queden brillantes y tersos.
Para el arroz (Sushi-Meshi) ya lo hemos explicado en la receta del Gohan, pero lo repito a vuela pluma.
Se lava bien el arroz con varias aguas frías y se deja reposar media hora. Luego se pone a cocer en su mismo volumen de agua con un poco de sal (en realidad la proporción varía según las aguas y la cantidad, pero generalmente debe ser de 1/1,5). Cuando empiecen formarse chimeneas es señal de que se está acabando el agua, así que apagamos el fuego y dejamos reposar un par de minutos. A continuación se extiende sobre un mármol frío y se abanica para retirar el vapor. Se salpica con vinagre de sake (Su) y se conserva en un bol de bambú.
Si queremos afianzar nuestros langostinos sobre el arroz, cortamos unas tiras de papel de alga (las Nori que se usan para los Makis) y reservamos.
Para hacer los soportes de arroz es imprescindible tener a mano un balde agua tibia, o estar cerca del fregadero, porque a cada bolita, hay que lavarse las manos y dejarlas un poco mojadas. Ese el truco para que no se nos peguen los granos, porque sino es imposible.
Así pues nos lavamos las manos, cogemos un puñadito de Sushi-Meshi y lo aplastamos con el dedo corazón sobre el hueco de la otra mano, poco a poco, pero con relativa contundencia para que se compacte. Nos lavamos de nuevo las manos y así hasta formar los doce bloques.
Con el dedo índice pintamos una banda de wasabi en cada bolita (según nos guste de cantidad, aunque en este caso conviene no pasarse porque los decápodos son muy delicados), y ya estará lo más difícil.
Vamos con los langostinos. Retiramos los pinchitos y, con un cuchillo muy afilado, abrimos por la barriga cada langostino, pero sin llegar a partirlos. Si hemos acertado con el punto, veremos que el interior está crudo, transparente, ese es el éxito. Conviene retirar un cordoncito negro que recorre todo el lomo porque suele contener barro y trisca en boca. Colocamos cada langostino sobre su correspondiente arroz (al cortarlos, si lo hacemos bien, se combará ligeramente, lo justo para reproducir la forma de la bola de arroz y acoplarse como un guante), y si nos apetece, lo sujetamos con la bandita de alga Nori.
Para comer ya saben, se cogen con dos dedos, se vuelven, se moja el langostino en salsa de soja y se comen de un bocado (de ahí que los langostinos no deben ser grandes, so pena de ahogarnos).

Un vino para cada plato

Como estoy trabajando en el proyecto de Maridajes con cocinas exóticas, además de los ya manidos de cava y vinos blancos secos, tipo albariño, quise hacer experimentos con tintos y mira por donde saltó la liebre. Algunos blancos son demasiado perfumados, sobre todo los buenos godellos y verdejos, con lo que pueden acoplarse bien a los sushis de atún o caballa, pero no a estos, porque es una equivocación pensar que todos los sushis son iguales. Para el Ebi Sushi encontré un compañero de viaje mejor que los blancos, un tinto crianza o reserva bien pulido y no demasiado potente, por ejemplo un humilde y discreto Beronia, un descubrimiento que me ha abierto muchas puertas de investigación. Aunque parezca absurdo, respeta más el sabor del marisco, destaca ese toque dulce su carne cruda y viceversa, el Ebi Sushi hace que el vino crezca y sepa más goloso, más grande.

Camarones, gambas, langostinos y otros decápodos

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Enero 2015

 En la receta de Ebi Sushi o Sushi de gambas, expuse un pequeño trabajo sobre las diferentes especies de lo que solemos llamar “Crustáceos decápodos pequeños de mar”, y se dice así porque un cangrejo de río también es un decápodo, pero de agua dulce, y las langostas, bogavantes, incluso cangrejos como la nécora, el centollo o el buey de mar, también son decápodos de mar, pero grandes, nada que ver con esta familia de que hablamos en este artículo.

Me parece importante aclarar estos datos cancrológicos porque la globalización, que tanto bien ha hecho a la gastronomía, porque pensar que un obrero madrileño pudiese comer langostinos, hace no más de un siglo, sería más rocambolesco que ir a Marte, también tiene su parte sucia, la picaresca de los comerciantes, el descaro de los traficantes de comida, la codicia de esos personajes siniestros que nos venderían boñigas de vaca si lograsen darles aspecto de gamba.
La recientemente inventada industria del frío, unida a la picaresca comercial, hace que un decápodo pescado en el delta del río Mekong se venda en Sevilla como “Langostino de Sanlúcar”, por ello conviene tener ciertos conocimientos en la materia porque hasta los más “prestigiosos” establecimientos, tienen el descaro de vender esos bichitos como autóctonos (en la receta Cocktail de gambas y aguacate, denuncio como en el Hipercor tienen la desfachatez de vender estos incalificables bichos como “Gamba blanca de Huelva”).
¿Hay que volver a los años del oprobio aristocrático en que solo podía comer camarones el duque de Montpensier? (ver Camarones a la Montpensier). Obviamente no, de hecho tengo recetas en que uso gambones, como en Gambón al ajillo, pero lo que sí exijo es que si compro gamba blanca de Huelva, ese animalín sea un Parapenaeus longirostris pescado en las aguas de esa provincia, y no otro animalejo pescado en el Golfo de Bengala, congelado hace meses y descongelado por el traficante de turno, a quien la falta de rigor administrativo le permita colgar un cartel de tal, aunque ni morfológicamente se parezca en lo más mínimo. Eso se llama artimaña, añagaza, engaño, estafa, fraude, pillaje, dolo, trampa, mentira, fullería, etc.
A grandes rasgos estos algunos datos que debemos conocer y aclarar, como que la quisquilla no es lo mismo que el camarón, aunque en Asturias confundamos ambos términos.
  • Camarón: (Palaemon serratus) Es el más pequeño de la familia, pero solo en tamaño, porque son exquisitos y se cotizan más que ninguno. Sin duda los más deliciosos son los de las rías bajas gallegas, pero también son de la misma especie los escoceses y por tanto de alta calidad. Otra cosa son los tropicales, porque en América se llama camarón incluso a los langostinos. Las variedades más conocidas, aparte de nuestro gallego, son el Camarón de poza (Palaemon elegans), el Camarón báltico (Palaemon adspersus), el Camarón posidonia (Palaemon xiphias) y la Quisquilla  (Crangon crangon), que como pueden comprobar por su nombre científico, pertenece a otro género y especie.
  • Carabinero (Plesiopenaeus edwardsianus) Según algunos marisqueros se puede confundir con el Langostino moruno (Aristaeomorpha folia) y con la Gamba roja (Aristeus antennatus), pero a mí me parece imposible. Es muy grande (20-40cm) y sobre todo, su color en crudo es muy intenso, casi granate. Su sabor es muy fuerte, tanto que hasta hace tres décadas no se cotizaba como marisco de elite. Se encuentra en el Atlántico noroccidental y en el Mediterráneo y actualmente está muy cotizado.   
  • Gamba blanca: (Parapenaeus longirostris) Se pesca en el Mediterráneo y en la zona atlántica del Estrecho, Cádiz, Huelva y Marruecos. Es la más exquisita y delicada, pero también muy falsificada. Por lo general es muy fácil reconocerla porque esas trampas se hacen con absoluto descaro metiendo como tal esas variedades exóticas que recuerdan más a un langostino, porque como ven en la foto, la gamba blanca es muy estilizada, nada que ver con los gambones.
  • Gamba Roja: (Aristeus antennatus) Solo se encuentra en el Mediterráneo, preferentemente en la costa levantina española. Es exquisita, se cotiza a precio de oro y cada pueblo reclama para sí la mayor bondad: Gamba de Palamós, de Denia, de Pollensa... Quizá sea la que mejor trato reciba por parte de nuestros cocineros, sin duda por su precio, de modo que suele servirse semicruda, que es como mejor se disfruta de sus aromas.
  • Langostino (Penaeus kerathurus) Es sin duda uno de nuestros mariscos míticos, casi imprescindible en bodas y mesas de Nochebuena, aunque hay varias especies con calidades bien diferenciadas. Se dice que el pueblo de Vinaroz es la cuna del langostino, aunque yo creo que son más finos los de Sanlúcar. Las variedades comerciales más conocidas sonLangostino Tigre Gigante o Jumbo (Penaeus monodom), Langostino Tigre Marrón  (Penaeus esculentus),  Langostino Tigre Verde  (Penaeus semisulcatus), Langostino Ecuatorial  (Penaeus vannamei), Langostino Marfil  (Panaeus latisulcatus). Y luego hay que diferenciar los salvajes de los de criadero, así que como para pasar página, porque ya hasta se crían en Valladolid.
  • Pero es que encima hay una tercera categoría en discordia, una especie de cajón de sastre llamada “Gambón”, que son decápodos de mil especies, incluso diversos géneros y otros tantos mares, con aspecto de langostino, que circulan congelados por el mundo entero sin más control que el que marquen los escrúpulos del importador. Los más famosos son el Gambón Argentino (Hymenopenaeus o Pleoticus muelleri) y el Gambón Mozambiqueño (Metapenaeus monoceros). Aquí conviene recurrir siempre a la cocción por cuestiones de salud ya que existen bacterias que resisten a la congelación y nos podemos pillar una diarrea histórica.

 

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