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DeDues

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Bodega: DeDues
DO
: Gerona, sin D.O.
Composición
: 80% cebada, 20 % trigo
P.V.P
.: 3 €

Extracto del libro La Bodega en casa y sus maridajes, del que pueden ver más pinchando en +

 Cervezas especiales

Estamos viviendo el paso de beber cerveza para quitar la sed, o peor aún, para hacer botellón, algo que los buenos cerveceros consideramos un verdadero insulto, porque una buena cerveza de Abadía, hay respetarla como todo un placer gastronómico y no debe mostrar complejos hacia muchos vinos que han sido menos mimados.

En apenas un lustro España se ha llenado de grandes marcas europeas, aunque la normativa todavía no debe mucho paso para las naturales sin pasteurizar, pero bueno, algo es algo, y lo más interesante es que los jóvenes ya están sintiendo interés por probar esas cosas nuevas cuyo precio suena a disparate si se comparan con las habituales del hiper, o de la tienda de chinos, que es aún peor.
Y la mejor noticia es que estas cervezas están empezándose a hacer ya en España, un país con tal diversidad geológica y por tanto hídrica, que se puede hacer bebidas con sabores alucinantes.
Es muy importante elegir la temperatura y el gramaje de la espuma. Yo la mantengo en nevera a 4º, luego la dejo caer escanciada y el último tercio lo agito en la botella antes de servir, de esa forma queda cremosa. Entre pitos y flautas la cerveza se pone a unos 8/9ºC, que es buena temperatura de degustación.
Es una cerveza muy sabrosa, con ciertos sabores afrutados pero muy naturales, nada que ver con esas cerezas belgas. Deja un agradable sabor dulce en boca, pero a la vez ligeramente amargo, así que no empalaga como otras de doble capa.
Yo aconsejo beberla sola las primeras veces hasta ir sacando esos perfiles, porque son bastante subjetivos ya que las levaduras tipo Ale y la cebada, hacen espectros muy distintos en cada boca.

Con qué disfrutar de esta cerveza

Gambas al ajillo (ver receta)

La verdad es que sería más practico decir con qué no combina bien esta cerveza, porque raro es el manjar con que no hace buena pareja. Hasta con la carne, porque con un buen rosbif templado, puede hacer un delicioso maridaje.
Pensaba haber puesto unos boquerones en vinagre, sin embargo me pareció que estos tienen que ser más golfos, más de caña madrileña, y me encontré con esta foto de Langostinos al ajillo, algo que debería ir reservado a los cavas, pero me pareció que una mesa de amigotes finos y sofisticados, con un plato de gambas al ajillo y unas cervezas artesanas elaboradas con agua mineral volcánica de La Garrocha, pues que podría ser un puntazo.
Hay que tener cuidado con algunos quesos porque los puede desgraciar, sin embargo con los embutidos irá siempre bien, sobre todo con un Bull de lengua, como el que hacen en Can Pocurull deVilasar de Mar, con las butifarras de calamares de Can Serra de St. Esteve de Palautordera, o con ese plato de delicias payesas que sirven de entrada en el Hispania de Arenys de mar.
Obviamente es una asociación regional, porque quizás sea más espectacular con los zarajos o madejas que hacen en Madrid, las mojamas de Murcia, o cualquier otro aperitivo de sabores poderosos que hay por España, pero es que la cocina catalana me vuelve loco, sobre todo sus embutidos sin pimentón.

 


Langosta a la parrilla con mantequilla de hierbas

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Diciembre 2014

INGREDIENTES

2 bogavantes grandes de 1Kg/1,5Kg
100 grs. de mantequilla salada
Aceite de maíz
Cebollino
Perejil
Acedera
Ajedrea
Hierba buena
Hierba Luisa

Los señores americanos, que tanto saben de hostelería (lo digo sin sorna, ellos son los padres de la hostelería moderna), en lo que suelen fallar es en la gastronomía, en sus gustos por el buen comer, de hecho la proliferación de estrellas Michelin en ese país se debe a la mojigatería de esta guía a la hora de premiar volteretas estéticas e histriónicas, por encima de la cocina de mercado.

Para empezar verán que en las fotos no pongo langosta sino bogavante, pero es que los pobrecitos no tienen dos palabras diferenciadas para cada especie (a los bugres los llaman langostas con garras).
En segundo lugar verán que son piezas enteras, no colas, porque el nombre auténtico es Grilled Lobster Tails with Herb Butter (Colas de langosta a la parrilla con mantequilla de hierbas), porque allí todo pescado congelado debe ir descabezado, de modo que, salvo que vayan ustedes a pueblos langosteros, lo más habitual es encontrar solo colas.
En el estado de Maine se pescan cantidades ingentes, aunque no se parecen en nada a nuestros bogavantes del Cantábrico ni del Mediterráneo (Homarus americanus), pero la gran mayoría de los que se consumen en EE.UU. (y hasta en España o Francia), proceden de criaderos canadienses, una industria que ha desarrollado tal tecnología, que llegan vivos a nuestros restaurantes de Madrid o Albacete.
Si tienen ustedes la gran suerte de acceder a una langosta o bogavante (Palinurus elephas y Homarus gammarus) recién pescado en nuestras costas, no se les ocurra hacer esta receta, porque sus sabores son tan sublimes que solo admiten un chorrito de aceite de oliva y una plancha bien limpia, pero si se enfrentan con una pieza americana, pues hagan lo que les dé la gana.
Dicho esto, he de reconocer que yo he probado esta receta con notable éxito, también con horror, sobre todo en la República Dominicana donde la plancha de aquel chiringuito (no olvidaré su nombre, Captain Cook) aún conservaba los restos con que agasajaron a Colón. 

La receta

Vamos a empezar por preparar nuestra mantequilla de hierbas. Es importante conocer los gustos de nuestros invitados y los nuestros propios, porque hay especias como el hinojo, el eneldo, el estragón, el comino o el cilantro, que pueden ser deliciosas, pero a la vez absolutamente repugnantes para otros paladares.
Se trata de poner hierbas frescas, no especias secas, porque lo agradable de este plato es notar los sabores herbáceos y campestres de las hierbas, no los aromas cargantes de algunas especias. En India suelen preparar las langostas con una mantequilla de curry, con lo que te da lo mismo masticar el preciado crustáceo, que la bandejita de phorexpan que lo contenía.
En ingredientes les pongo algunas hierbas que suelen gustar a todo el mundo, pero si ustedes son amantes de las anteriormente citadas, una mezcla de cebollino, acedera, cilantro y estragón, es ideal.
Ponemos la mantequilla salada en un bol y dejamos que se atempere hasta quedar a temperatura de pomada (no debe calentarse). Mientras, picamos fino las hierbas que hayamos elegido y las incorporamos, manejando con una espátula esta masa hasta que se vean bien repartidos los trocitos verdes. Se cubre con papel film y se guarda en la nevera. Cuando vayamos a poner la pieza al fuego, debe sacarse para que se ablande un poco de nuevo.
Es importante disponer de una parilla de leña porque los aromas ahumados le confieren una riqueza en sabores realmente incomparable, incluso jugando con diferentes maderas de roble, mimosa, castaño, cerezo, etc.
Los pobres parias de la Tierra que vivimos en un pisito de protección oficial, tenemos que contentarnos con una vulgar plancha, aunque si es de piedra, pues algo que ganamos.
Partimos la langosta (o lo que sea) longitudinalmente, rociamos la carne con un poco de aceite de maíz, y lo ponemos boca arriba durante cinco minutos para que la sangre se cuaje y no se pierda. Cuando veamos que se va poniendo blanca la carne, le damos la vuelta para que se tueste un poco, que es un saborcito muy agradable. Como ven en las fotos, las pinzas tienen zonas rojas y oscuras, es decir, que hay partes sin hacerse del todo, ese es el punto, porque la carne debe quedar ligeramente cruda (bueno, a mí me gusta así).
Entonces les damos la vuelta y ponemos una capa de mantequilla barnizando cada mitad. Veremos que se funde al instante, pero la mantequilla llegará cruda a nuestra boca, que es como debe comerse para que no siente mal.
En la foto verán una Ensalada spasara, una debilidad personal, pero que considero insuperable.

Un vino para cada plato

Comparto plenamente las opiniones de algunos técnicos como Caroline Darbonne y Véronique Rivest que aconsejan vinos tintos  con crianza y taninos suaves para casi todos los mariscos, pero en este caso casi dudo del consejo de Alain Senderens que recomienda un Chablis para acompañar un plato parecido a este. La mantequilla de hierbas tiene su punto peligroso y puede hacer que el tinto se vuelva amargo, en cuyo caso habremos jodido el invento. Yo creo que quid está en las hierbas que usemos, porque con la combinación que he apuntado, como hay un gran equilibrio entre perfumes dulces y amargos, el tinto funcionó muy bien, pero reconozco que tenía una botella de Atrium en la nevera por si las moscas. La primera prueba fue con un reserva de Glorioso y ya no hubo más pruebas porque el vino se ensambló a las mil maravillas con los diferentes matices del plato, es más, como suele ocurrir en estos maridajes, se mostró más grande, más goloso, más vinazo, y el bogavante, como era su obligación, mejoró sustancialmente sus aromas marinos.

Glorioso 2012

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Bodega Palacio
www.bodegaspalacio.es

D.O.:
Rioja
Uvas
: 100% Tempranillo
Crianza
: 12 meses de barrica y 10 de botellero
PVP:
6 €
 

  Extracto del libro Un vino para cada pincho, maridajes de la Cocina Canalla.           

Este debe ser el vino más popular de la guía, el más fácil de pedir en la mayoría de los bares, de hecho es bastante frecuente encontrarlo en muchas barras como “Rioja de la casa”.

Desde luego que el bar que lo haya elegido es que sabe de vinos y se preocupa por servir cosas buenas a sus clientes, porque a pesar de su más que razonable precio, en catas siempre sale muy airoso, incluso ganando certámenes internacionales de mucho prestigio. 
Es un rioja muy clásico, un típico crianza de la Rioja alavesa, aunque las nuevas tecnologías están logrando unos vinos mucho más limpios, con aromas a frutos bien maduros y el uso de maderas nuevas o seminuevas ha eliminado aquellos tufos a ataúd con que nos castigaban los “clásicos” hasta hace poco más de una década.
Es un vino muy armónico, sedoso y amable, al que se le pueden sacar matices si nos metemos a ello, pero cuyas más destacadas virtudes están en ese conjunto que lo hace un vino agradable, tanto para el chateo de nivel, como para acompañar muchas viandas.

Erizos de mar gratinados de Agromar

Desde luego que no van a encontrar este pincho en ningún chiringuito de Gandía, pero hace un par de décadas también su conserva de caviar de “oricios” era un snobismo y hoy se vende en medio mundo y son legión las empresas que buscan hacerle la competencia.
Este es un nuevo producto que saldrá a la calle a la vez que este libro, un plato estrella de la alta cocina asturiana que, gracias a las nuevas tecnologías implantadas en la nueva factoría de Agromar, pronto se degustará en más bares de los que imaginamos.
Es una especie de bechamel con vegetales y huevas de erizo de mar, aunque el maridaje es igualmente válido para el ya tradicional “Revuelto de oricios”, una golosina que ya se encuentra en cualquier punto de España. Pueden ver más en su web www.agromar.es

Maridaje

No cabe duda de que el maridaje obvio sería un blanco, para más señas de uva Albariño, pero para ese recado no hacen falta alforjas, y como desde algún tiempo estoy probando mariscos con vinos tintos, pues quise ver cómo se portaba este. Puntualizo que debe tomarse fresco, en realidad como todos los crianzas, pero en este caso, además de que esos 15ºC son la temperatura de bodega y la forma de apreciar mejor su cuerpo, con esta delicia, el vino puede llegar a empalagar si se consume a esos temibles 22ºC (o hasta 30ºC) en que suele servirse en la mayoría de los bares. Es una experiencia de alto nivel que de momento será difícil encontrar fuera de Asturias, pero este vino sí, de modo que lo pueden probar con un sinfín de productos, incluso con mariscos, que es la novedad que quería incluir en su largo repertorio de maridajes idóneos.

Glorioso

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Bodega: Palacio
DO
: Rioja
Uvas
: 100% Tempranillo
Crianza
: 14 meses de barrica y 8 de bodega
P.V.P
.: 6 €
www.bodegaspalacio.es

 

Extracto del libro La Bodega en casa y sus maridajes, del que pueden ver más pinchando en +

Otro Rioja de diario

Como decíamos en la página anterior, en La Rioja existe una inmensa nube de vinos de notable calidad y a precios más que asequibles, por lo que, en función de nuestros gustos, podemos elegir uno u otro como vino de diario, incluso como preferido para el chiquiteo, porque no conviene tomar una marca aquí y otra allá.

Pero no todo el monte es orégano, por eso hemos hecho una selección de los que, a nuestro juicio, cumplen más que de sobra con el precio que las bodegas cobran, como es el caso de este Glorioso, seleccionado por la prestigiosa revista Wine Spectator, como uno de los 250 vinos con mejor relación calidad/precio del mundo.
He dicho antes “elegir uno como vino de diario”, pero lo más interesante también es ir alternando, por ejemplo ahora compro una caja de este, y en la próxima visita a la tienda, pues compro una caja del otro, así no se nos embota el paladar. 
Seguimos en La Rioja Alavesa, lo mejor de La Rioja para muchos aficionados, sobre si son vascos, claro, de modo que notarán cierto paralelismo con el vino anterior, porque la uva es la misma, el terruño también y las tecnologías de ambas bodegas están a la última, por lo que apreciarán esos matices a pan tostado y frutas negras bien maduras, siempre enmarcados en una notoria madera de roble, tradicional en los clásicos de Rioja.
Este es el vino más bajo de la gama porque este es el espíritu de esta pequeña guía, pero en libro COMER CON VINO recomendábamos el top, el Cosme Palacio, por lo que si coinciden con mis gustos, hagan un barrido de todo el surtido, porque son vinos muy interesantes y a precios más que asequibles.

Con qué disfrutar de este vino

Patatas con calamares

Tenemos en la mesa un vino sedoso, potente y a la vez agradable, de esos que se dejan beber dócilmente, así que raro será que no nos combine divinamente con cualquier cosa que saquemos a la mesa, pero particularmente con los platos de cuchara, a condición de que no sean demasiado fuertes, como por ejemplo una fabada, cuyos aromas a la morcilla ahumada nos dejarían el vino plano.
He puesto este plato antiguo y hoy casi olvidado, porque es precisamente con estos guisotes de pescado o de marisco, como el marmitako, donde este vino, servido un poco más fresco de lo normal (14ºC de nevera para degustarlo sobre 16º en copa), da un resultado espectacular, porque los sabores dulces del calamar, hacen que el vino se crezca y resulte más importante, más ampuloso.
Ni que decir tiene que también quedará como un principe en cualquier picoteo que organicemos con los tradicionales embutidos, quesos, patés o conservas, sobre todo si estas son de marisco, porque aunque suene disparatado, los tintos clásicos de rioja hacen una sorprendente armonía con las conservas de marisco, sobre todo con los berberechos, navajas, almejas, etc. 

Chiles en nogada

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Enero 2009

INGREDIENTES (4 personas)

8 pimientos verdes italianos o de Málaga
50 grs. de almendras

50 grs. de nueces

4 huevos

harina de trigo

½ litro de nata líquida

100 grs. de queso fresco de cabra

1 cebolla

5 dientes de ajo

50 grs. de pasas de Corinto

50 grs. de orejones de albaricoque

1 manzana

1 pera

200 gramos de carne, al 50% ternera y cerdo

1 granada

hojas frescas de perejil, menta, cilantro o lo que más nos guste.

Para quién no esté familiarizado con la lengua de Pancho Villa, chile significa "pimiento" en general, desde las picantes guindillas, hasta los gordos, carnosos y dulces que aquí llamamos morrones.

Respecto al término nogada, el DRAE, tan lacónico como siempre, dice “Salsa hecha de nueces y especias, con que se suelen guisar algunos pescados”, pero en México decir nogada significa la gloria de la cocina tradicional poblana.

Según afirman los antropólogos e historiadores culinarios mexicanos, este plato fue confeccionado por las monjas del convento de Santa Mónica el día 27 de septiembre de 1821 para recibir en Puebla al emperador Agustín de Iturbide y, para demostrar su solidaridad con la Independencia, las monjitas confeccionaron este plato con los tres colores de la nueva bandera tricolor, el rojo, con las granadas, el blanco con la salsa de nueces y queso, y el verde con los chiles y el perejil.

La auténtica receta es como para perder el conocimiento porque lleva más de treinta ingredientes, la mayoría desconocidos en Europa, así que hemos simplificado pero respetando el sabor final, que es algo glorioso (en la red hay un montón de versiones a cual más barroca, como toda la cocina mexicana). 

La receta

Como todas las recetas mexicanas, aunque la hemos simplificado hasta lo mínimo, esta es bastante laboriosa de preparar y requiere no poca destreza.

Empezamos por asar los pimientos al horno o, mejor aún, sobre las brasas, si es que disponemos de una barbacoa de leña. Una vez chamuscados, se cubre con papel de horno y se dejan enfriar para su posterior pelado. Una vez así, se rajan longitudinalmente, se despepitan y se reservan.

Para el relleno, se dora ligeramente la cebolla con el ajo y se añaden las frutas y la carne. Debe dejarse sudar Chiles fritospara eliminar el exceso de agua.
Para la salsa, desmenuzamos el queso blanco y lo calentamos con la nata y los frutos secos previamente fritos y triturados muy fino (hay que usar la picadora porque apenas deben verse, aunque a mí me gusta notarlos).

Para freír los pimientos hay que montar las claras de huevo a punto de nieve por un lado y las yemas por otro. Se rellenan los pimientos con la farsa, se sujetan con un palillo, se pasan por la yema batida, luego por harina, otra vez por la clara, y se fríen en abundante aceite hasta adquirir un bello color dorado, como se ve en la foto adjunta.
Para terminar, emplatamos con los ingredientes bien calientes, cubriendo los pimientos con la salsa y adornando con los granos de granada y hojas verdes (a mi me encanta el sabor fresco y picante de la menta verde). 

 Un vino para cada plato

Este es un plato muy suave, de hecho en Puebla se suele endulzar con abundante azúcar, así que cualquier vino tinto le puede ir bien, aunque sin buscar grandes joyas porque el pimiento no deja de ser algo perturbador. El maridaje más apropiado, incluso espectacular, es con un vino blanco, pero muy seco, como aquellos antigüos de Rioja. Ahora se está lanzando una nueva bodega con un vino de este perfil, el Nivaius, de uva Tempranillo blanca, interesantísimo y que juega de maravilla con esta complejidad de sabores.

Los platos con sus especias (Carnes)

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Marzo 2009

Estamos trabajando en esta página, por favor, si hay algún producto en concreto que no encuentra, notifíquenlo a través del correo del Webmaster y les responderemos lo antes posible. Un truco de perro viejo es abrir la página Las especias y sus aplicaciones, luego, en la columna Edición, activar la herramienta  "Buscar", poner ahí el producto, por ejemplo: cordero, y ver en qué especias salen recomendado.

Para consultar las salsas, hay un apartado propio,  Salsas especiadas  y también pueden ver más en Salsas y guarniciones.

Carnes

Aves de corral

Pitu de caleya en salsa

  • Pollo: Hay que distinguir entre dos tipos de pollo, el de aldea, cuya carne es negra, muy sabrosa, y tan dura que solo admite el guiso con abundante cebolla (esta ablanda todo lo que pilla), y los de carne blanca, incluidos los llamados camperos o de grano, que no dejan de ser raza Rhode Island (o híbridas) y engorde rápido, por lo que su carne es insípida y blanda, lo que permite el asado, el salteado en sartén (ajillo) y hasta la parilla. En el primer caso debe considerarse como un animal salvaje, como un faisán de tiro, y por tanto se le pueden poner especias de monte, tomillo, romero, orégano…, pero solo para aromatizar un poco la salsa de cebolla y ajo. También admite un poco de azafrán, porque su carne, sin más, ya  tiene curiosamente ese sabor. En cuanto al blanco, admite todas las diabluras porque no sabe a nada, es como excipiente para soportar los sabores que queramos, desde el curry hasta limón a saturación. Piensen en el tipo de comida, hindú, mora, francesa, italiana, manchega, maragata, etc., y échenle las especias o adobo que corresponda, como el Tandoor con yogur, muy típico hindú y delicioso.
  • Pato: La carne del pato es muy grasienta (me refiero al pato de granja, no al salvaje), de ahí que convenga usar especias frescas y refrescantes, como la salvia, la acedera o la albahaca (siempre frescas y añadidas al final del guiso). También se usa la naranja a modo de perfume, en el famoso Pato a la naranja, y en mi restaurante lo guisábamos con vino tinto y mucha cebolla, como las perdices, porque esta funde la grasa y resulta más jugoso.     
  • Pavo: El pavo tiene una carne seca, por lo que debe rellenarse con una farsa grasienta, a ser posible con foie, y frutas que aporten aromas, como en mi receta de Pavo de Navidad, en que uso setas y muchas hortalizas, en vez de especias, aunque un poco de tomillo, siempre viene bien.
  • Pularda: Digo pularda, pero podría ser pintada, o capón, es decir, gallináceas bien cebadas y engordadas. Su carne es blanca y delicada, mucho más jugosa que el pavo, pero como mejor queda es un relleno parecido. En la receta de Pularda rellena, verán que solo aromatizo con vino, frutas, y setas, porque en los asados de larga duración, las especias se desvanecen o se queman.  

Caza de pluma

  • Arcea: La reina de las piezas de pluma y el bocado de gourmets por excelencia, lástima que escaseen tanto. Es tan cara y escasa, que solo debe prepararse en Salmís, es decir, con mucha cebolla, macerada en vino tinto con ajo, tomillo, laurel, clavo y canela, y servida con esa salsa que se pasa por el chino junto a su propio hígado.
  • Codorniz: Si disponemos de unas codornices de tiro, como más ricas están es a la brasa, al Estilo del desierto solo con un adobo de ajo, limón, sal y aceite de oliva, y el propio aroma del humo, que no baladí. Si las compramos de granja, hechas al vino, como la perdiz, no están mal, pero como mejor saben es Con pétalos de rosa, según la receta de Laura Esquivel.
  • Perdiz: Para mi gusto, esta, junto con la arcea, es la pieza de caza por excelencia. Tiene un sabor fuerte y admite muy bien las especias, pero que deben de monte, tomillo, romero, incluso un toque de canela y hasta un clavo, pero siempre en la marinada que se le debe hacer en vino tinto, como en mi Perdiz al Shiraz.

Caza de pelo

  • Conejo: No hablo de conejos de granja, porque a mi me dan un poco de repelus y solo me gustan al ajillo, con guindilla y tomillo. Hay también un curioso guiso de Conejo con jengibre, que encontré hace años en un antiguo recetario medieval y que resulta agradable. Pero si hablamos de caza, hay mil maneras, desde en Salmís, hasta simplemente adobado con ajo y tomillo, y preparado A la brasa, con una guarnición de alioli. Divino.
  • CérvidosRosbif: Pido disculpas por utilizar un nombre técnico, pero es que, aunque sí hay diferencias, a la hora de guisar nos dará lo mismo un gamo que un venado, así que dejemos el concepto de ciervo como genérico. Como casi toda la caza, los ciervos deben macerarse en vino tinto para que se les ablande la carne, y es ahí donde debemos agregar las especias. Depende del tratamiento que vayamos a darle, porque tradicionalmente se hacía siempre con una salsa de mucha cebolla y el propio vino de la maceración, lo que en mi casa llamamos Venado al vino tinto, en cuyo caso pondremos abundantes especias que nos recuerden los aromas del monte: romero, tomillo, laurel y un toque dulce, vainilla, canela y clavo, que hace el sabor más complejo. Incluso chocolate, como en mi receta de Ciervo al chocolate. O sencillamente guisado, como el Ragú de ciervo, pero siempre con las mismas especias. Pero también se puede hacer a la parrilla, como el Rosbif de venado, una golosina de reciente creación pero que funciona muy bien con el ciervo de granja y que lleva los mismo aromatizantes, pero sin cebolla, claro, porque va a la plancha.
  • Liebre: El sabor de la liebre es uno de los más montaraces y poderosos. A mí me encanta, pero tienen que preparármela porque su olor en crudo, incluso en la marinada, me revuelve el estómago. Se trata igual que el venado, macerada en vino con romero, tomillo, laurel y un toque dulce, vainilla, canela y clavo, y guisada con mucha cebolla frita y su propio vino, tipo Salmís.

Suidos

Pido de nuevo disculpas por utilizar nombres técnicos, pero es que entre un Jabalí y un cerdo blanco, hay tanta diferencia que cada cual requiere un tratamiento. No digamos ya su majestad el Ibérico de bellota, todo un manjar a tratar con el máximo mimo.

En España, ombligo del mundo y eje del Universo, es el país que más cerdo consume del mundo, incluso con devoción y mandato religioso durante cinco siglos (70Kg/per./año, frente a 44 de media en la UE). También, junto a Alemania, somos el mayor productor de la CEE y nadie en sus cabales puede poner en duda que la calidad de nuestro cerdo ibérico criado en montanera, así como sus derivados, chacinas y embutidos, van fuera de concurso con el resto del mundo, no solo gastronómicamente, si no incluso nutricionalmente ya que, si bien el cerdo blanco contiene muchas grasas de alta densidad (LDL o colesterol malo), el nuestro es la mayor fuente de HDL (colesterol) y por tanto es una verdadera medicina contra las patologías cardiovasculares.

Pero ¿sabemos cocinarlo en fresco? Pues, no, lamentablemente no, patéticamente no, trágicamente no. Salvo el cochinillo, claro, que uno de los grandes logros de la Humanidad, pero la pobre víctima quién lo pone todo, porque solo admite agua y sal. Albóndigas

  • Carrilleras: Pongo este producto como ejemplo de guiso de carne con salsa espesa, aunque bien podría hablar del Rabo de toro. Los principales ingredientes son la cebolla y el ajo, pero podemos aromatizar con especias frescas, tipo tomillo, aunque sin abusar. En el Boeuf Bourguigon (buey estofado), es obligado poner el Bouquet Garni (ver en Especias B-G) y en el Goulash, el pimentón o páprika y un clavo, pero, como ven, son recetas específicas, no hay una linea común a seguir con los guisotes de carne de vacuno.
  • Pluma, presa y secreto: Son dos cortes diferentes, pero como suelen hacerse igual, o sea a la plancha o parrilla, los trato juntos. Como estamos hablando de ibérico de bellota, hay que respetar la excdlencia de esa carne y tan solo ponerme pimienta, a ser posible Tellichery, y unas escamas de sal. Si van a usar cerdo blanco o Duroc, es mejor ver las recetas en el apartado Cerdo, porque hay recetas deliciosas pero que van más allá de las especias, como el vino de Oporto.
  • Lomo y jamón: Los jamones ibéricos van siempre para crianza, igual que los lomos, de modo que trabajaremos con blanco y ahí los amos son los alsacianos. Como ya indiqué, en el apartado Cerdo, hay unas cuantas recetas, pero si consiguen un libro de cocina de esa región (o de las fronterizas entre Francia y Alemania, incluida baviera), verán combinaciones sorprendentes, por ejemplo con ginebra, clavo, salvia, romero, etc.

Vacuno

  • Chuletón o entrecot de vaca: es lo que en hostelería se llama buey, pero que no lo es. Lo mejor que le va es el aroma de la propia leña, pero lo hacemos en sartén, una vez bien tostado para no perder los jugos, podemos añadir ajos y perejil picados, pero debe hacerse casi al final para que estos no se quemen. 
  • Chuleta o filete de ternera: Si realmente conseguimos una ternera de calidad, de Ávila o una culona asturiana, debemos respetar su sabor, pero si es corriente, además de hacer sobre una parrilla para se cueza al soltar agua, podemos ponerle pimienta negra recién molida y salvia fresca recién picada. En Italia es de obligado uso en su receta de Saltinbocca, uno de los platos romanos por excelencia.
  • Steak tartar: en realidad no es un tipo de comida si no una receta, pero donde se más se notan las especias por ir en crudo. Miren la receta y verán las variaciones que se pueden hacer, y más que se puedan inventar.

 

Hamburguesa de buey

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Diciembre 2015

INGREDIENTES

¾ kilo de carne de vaca
¼ kilo de carne cerdo
2 huevos
Especias
 

 Aunque suene troglodítico, un servidor no conoció las hamburguesas hasta la adolescencia, concretamente hasta el año 1970 en que viajé por toda la costa este de los EE.UU., desde Nueva York hasta Toronto, y desde Canadá hasta Miami, casi 4.000 Km de excursión que mi papi nos metió para el cuerpo y gracias a la cual conocí un poco de ese país, por ejemplo los Burgers.

Ya se pueden imaginar lo que para un adolescente en pleno pavo, fascinado por las maquetas Revell y la película “2001: Una odisea del espacio”, suponía entrar en aquellos comedores de carretera llenos de colorines y donde se encargaba la comida en una caja. Aquello era América y mis padres nos dejaban jugar a ser niños yanquis.
De vuelta a Madrid, asistí a la apertura de un local fascinante, el Foster’s Hollywood, al lado de mi casa y donde todos los niños pijos del Liceo Francés íbamos a presumir de cinéfilos. He de reconocer que sus hamburguesas eran tan deliciosas que, incluso de adulto, he vuelto a ese templo cuya calidad nada tiene que ver con sus franquicias. Hasta mi hermano, que era un consagrado gourmet, admitía que eran deliciosas.
Durante la mili, un querido amigo me propuso coger una franquicia de algo nuevo que iba a llegar a España, un McDonald’s. “¿Una cafetería donde solo sirvan filetes rusos (así se llamaban en España las hamburguesas durante el franquismo)? José, tú estás peor de lo que yo pensaba. Date una ducha y nos vemos en el patio de armas”. Ya ven qué listo fui.
Pero de lo que tenemos que hablar aquí no es de esas cosas prefabricadas que parecen capachos de almazara, no, aquí vamos a explicarles cómo es posible que en las películas gringas aparezcan soldados en Vietnam añorando las hamburguesas que les preparaba su tía Mary en Oklahoma City.
¿Puede ser una hamburguesa un plato gastronómico? Radicalmente, sí. ¿Tiene algo que ver esa hamburguesa de la tía Mary con las que sirven en las cadenas de Fast-Food? Radicalmente, no.
Una buena pieza de carne de vaca picada y asada en una parrilla de leña, es un bocado soberbio, en muchos casos más sabroso que un solomillo.
En el año 1998, a raíz del conflicto de las vacas locas y de las contaminaciones por Clembuterol, un servidor de ustedes intentó mostrar a los ganaderos de Covadonga como podían aprovechar la situación para lanzar sus productos de máxima calidad y alta rentabilidad, comercializando los despieces específicos para hostelería (pueden ver más en Carne sana). Uno de ellos eran precisamente las hamburguesas, una aplicación para aprovechar las partes menos nobles pero no por ello menos sabrosas. Como es lógico, cuando alguien actúa de buena fe los ganaderos desconfían y siguieron dejándose estrujar por los intermediarios, pero ahora, quince años después, los lineales de nuestros supermercados ofrecen ya hamburguesas “gourmet”, generalmente timos como casi todo lo que comercializan, pero bueno, al menos es un paso.
Aunque les parezca una simpleza, a mí me gustaría volver a EE.UU. solo para volver a comerme una de aquellas sabrosas hamburguesas que probé en el Long Horn Steak House a las afueras de Brunswick, Georgia, con patata asada, crema agria, y ensalada de col.
En la foto puse una ensalada de rúcula con salsa de puerros y bollo tostado al ajo, y estaba bien rica, pero en realidad fue porque no disponía de los ingredientes ni del tiempo para hacer estas otras guarniciones. En Asturias en enero hay que hacer las fotos cuando sale el sol, y a veces, como este mes de enero, este solo luce unos minutos.

La receta

Aunque suene a perogrullo, el secreto está en la carne, y en España, aunque no haya que picar solomillos para hacer una buena hamburguesa, hasta las llamadas “gourmet” son un tarugo apelmazado que recuerda más un chopped que aquellas delicias de Steak house que antes comenté.
Una opción, quizá la más acertada, es comprar las de Buey del valle del Esla, que sirven a particulares con portes incluidos a partir de 60€. Yo compro una bolsa de 5kg (70€) porque me gustan más grandes (las suyas vienen pesando poco más de 100grs.), como las primeras en fresco, y el resto lo congelo en porciones de ½ kg., que se descongela en poco tiempo y resultan perfectas.
Si van a su carnicería, procuren conseguir carne de vaca adulta, a ser posible de espaldilla y con algo de grasita. También conviene ponerle ¼ de cerdo, por ejemplo de panceta, con el fin de que el 30% de la masa sea de grasa, porque al fundirse en la parrilla hará que resulte más suelta y jugosa.
Hay quién le pone miga de pan o pan rallado para que se sujeten mejor. Yo no, lo primero porque mi chica es celiaca, y lo segundo porque me gusta percibir el sabor de la carne pura.
Luego están las especias, y ahí sí que hay que andarse con pies de plomo porque cada cual tiene sus gustos. Yo sé de una casa que hacen unas hamburguesas magníficas y que estuvieron un mes entero haciendo pruebas hasta dar con la combinación que realzaba el sabor de la carne sin que nadie percibiese que llevaba nada menos que ocho especias.
Aunque yo siempre procuro usar especias frescas, en este caso todas son deshidratadas, de frasquito, vaya. Una combinación que propongo es mezclar en un bol una cucharadita de estas: sal ahumada, pimentón dulce, chile, albahaca, pimienta blanca, semillas de apio, jengibre molido, mostaza en polvo y eneldo. Repito, todo en seco. Se mezcla bien y se guarda en un frasco, ese será nuestro sazonador de hamburguesas. Parece brutal pero lo bueno es que las especias se combinan entre sí y al comerlas no se notan, solo se percibe que la carne sabe mucho más.
Es importante no manosear demasiado la carne, es más, lo mejor es no tocarla nada. Yo suelo picarla a cuchillo, pero reconozco que es bastante trabajoso, de modo que si recurrimos al carnicero, le decimos que nos mezcle todas las piezas sin tocar la carne una vez picada. En casa la ponemos en un bol de cristal, espolvoreamos un poco de nuestra mezcla de especias, añadimos las dos yemas de huevo crudas, y con un tenedor removemos hasta dejarlo uniforme, pero procurando marearla lo menos posible.
Luego nos mojamos las manos y vamos moldeando una por una según el gusto de cada comensal (no tienen porqué ser todas iguales), pero repito, procurando manosear lo menos posible porque la carne se apelmaza.
Lo ideal es disponer de una parrilla de leña, porque ese el mejor aderezo para la carne, ese saborcito ligeramente ahumado, incluso chamuscado, aunque por dentro nuestra hamburguesa esté sangrante. Si la queremos bien hecha, al punto que se dice, la ponemos en una zona de calor suave para que se haga despacio y llegue el calor al interior. Si la queremos sangrante, pues al revés, a máximo fuego para que se churrusque por fuera y quede cruda por dentro.
Si no tenemos parrilla, como es mi lamentable caso, pues lo mejor es una plancha de esas que tienen ondulaciones, de esa forma se marca como ven en la foto, coge ese saborín tostado y por dentro queda jugosa.
En lo que no me meto es las guarniciones. Ya dije que mí me encanta comerlas con patata asada, crema agria, y ensalada de col, pero esta ensalada de rúcula resultó muy agradable, y hay que respetar a quién le gusta seguir la tradición de las rodajas de cebolla y tomate, incluso el ketchup, la mostaza y el bollito de pan dulce con sésamo.
De todas formas los que gustan de estas formas, suelen contentarse con las de Burger King. 

Un vino para cada plato

Todos hemos visto a los pobres yanquis comer sus hamburguesas con Coca-Cola, pero en los buenos steak-house, ya empieza a haber cartas de vinos y en California hay verdaderos sumilleres que aconsejan a sus clientes qué vino acompaña mejor a los T-bone, a las Ribbs o a las hamburguesas, porque suele haber gran variedad de ellas, no solo por las guarniciones, sino por los tipos de carne. Obviamente ellos recomiendan vinos californianos (hay cientos de DD.OO. que allí llaman AVAs, de American Viticultural Area), pero el día que un gourmet gringo pruebe una de sus maravillosas hamburguesas de buey con un vino de uva Mencía de El Bierzo, como el Pittacum, a lo mejor se olvida de sus amanerados Pinot Noir, porque la fuerza de la fruta de este vino entra en tromba con los potentes sabores de la carne, convirtiéndose casi en una guarnición más.

Perdí cuatro kilos…, y 4.000€.

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Los pájaros del G.H. Hesperia de La Toja

Febrero 2009.

Ante mi penosa fuerza de voluntad (ese pinchín de tortilla con una cerveza helada, después de dar mi largo paseo terapéutico por la playa, es media vida) y el alarmante exceso de peso, decidí una solución drástica: encerrarme quince días en una clínica (en principio iba a ser la Buchinguer) y perder diez o doce kilos como medida de choque.

Fue entonces cuando, siguiendo el consejo de un amigo médico, cambié de lugar y me fui al Gran Hotel de La Toja, donde ofrecían este tratamiento con unos complementos de balneoterapia que pretendidamente hacían maravillas.

Al principio todo fue así, tranquilidad, lujo, trato cariñoso y distinguido, comiditas espartanas pero muy bien presentadas, etc.,  pero cuando llegó el fin de semana, aquello se transformó en uno de esos temidos hoteles para grupos donde todo vale. Tanto es así, que durante la estancia de estos vándalos, no pudimos hacer uso de las instalaciones del llamado Club Termal, porque aquello era un como un parque temático en saldos: la gente tirándose de cabeza a la piscina del SPA, dando gritos de lado a lado del recinto, niños de apenas tres años nadando con flotadores, señoras sacándose fotos con flash en la sauna y dejando las puertas abiertas, graciosos tirándose el hielo del refresco como si fueran bolas de nieve, etc.

De hecho el pobre Gabi, el encargado del departamento, me avisó: “Don José, le aconsejo que hoy no entre, porque hay overbooking, y no vea qué ganado”.

¿Como es posible que en un hotel de cinco estrellas, donde me cobran más de 300€ diarios, den simultáneamente entrada a un grupo Low Cost que ha pagado 185€ por todo el fin de semana, en pensión completa, con libre acceso a las instalaciones de SPA, excursiones y viaje desde Palencia incluidos, y a quienes ni tan siquiera les han adoctrinado sobre el comportamiento más elemental que debe respetarse en tales lugares?

- Lo siento Sr. Iglesias, me decía el apenado trabajador, pero yo no puedo enfrentarme a ellos ni exigirles el debido silencio porque encima me puede caer una bronca. Antes estábamos tres, uno en el mostrador de recepción para apuntar las entradas, entregar toallas, gorros y demás, otro en la zona fitness y saunas para ayudar a los clientes, y otro en la piscina como socorrista. Ahora estoy yo solo para todo y no me puedo mover de este mostrador. No puedo partirme en tres y menos con esta avalancha de personas.Puesta de sol

Desconozco las normativas, pero en un lugar público, al que acuden personas con dolencias de todo tipo, incluso cardiovasculares, como es mi caso, creo que debería haber un vigilante en la piscina por si ocurre algún accidente, pero bueno… De hecho mi amigo Andrés, que se tortura con eso de la bici estática, tuvo que llamar la atención a una nena que andaba jugando con las poleas por temor a que se pillase un dedo con las pesas y perdiese una mano. Al final tuvo que renunciar a su sesión de gimnasia y subirse a la habitación.

A partir de aquel trágico fin de semana, ya perdimos el clima de relax y buen humor con que llegamos predispuestos para afrontar el reto y empezamos a ver que las deficiencias eran más serias de lo parecían.

Como solo bebíamos agua, no habíamos visto la carta de vinos, pero la pedimos para examinarla y menudo cachondeo. Vinos de uva Merlot que decían que era Cabernet, precios descabellados (no cito la marca, pero un vino que en tienda cuesta 32€, se vendía a más de cien), una selección con quince riojas iguales y carencia del resto, en fin… A todo esto, los camareros llamándose a voces de lado a lado del comedor y cantando las comandas como si estuviesen en un comedor de camioneros, con lo que nosotros, comiendo una lastimosa hoja de rúcula sin aliño y cien gramos de merluza hervida, teníamos que enterarnos que en la mesa cinco querían el solomillo poco hecho, que en la ocho pedían el Steak Tartar bien picante o que en la tres habían cambiado el rodaballo por el bombón de foie.

Respecto a la parte médica la cosa fue aún más penosa, porque al principio entablamos gran amistad con la doctora Arribas, encantadora, hasta que empezamos a ver que todo era un montaje de cartón piedra, porque ni disponían de glucómetro (se entregan gratis en la seguridad social) y la báscula electrónica era el prototipo que inventó Faraday. Un día marcaba 30,4 Kg. de masa grasa y al siguiente 40, así que el pobre Andrés estuvo todo un día entero deprimido, llorando sobre cada eucalipto que encontraba en el paseo, porque pensaba que no servía ni para perder grasa. Al día siguiente repitió la prueba y ya se alegró, porque daba 31, pero a los cinco minutos repitió y ya daba 31,8, o sea, que la maquinita no hilaba muy fino. Al final la doctora reconoció que era un poco antigua y que habría que comprar una nueva, pero nosotros salimos del tratamiento sin saber si habíamos perdido o ganado peso, porque con el cachondeo de resultados que salían, tan pronto me decían que había perdido siete kilos de grasa, como que había ganado dos desde mi entrada (esta mañana, al pesarme en mi báscula, que sí está bien calibrada, he comprobado que apenas si he perdido cuatro kilos, lo cual, teniendo en cuenta que estábamos haciendo ejercicio desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche y comiendo menos de 1.500 Kcal., pues es casi un milagro, porque lo lógico hubiera sido perder entre diez y quince). Claro que teniendo en cuenta que un mismo menú (se repetían), un día marcaba 681Kcal., y en la segunda entrega, solo eran 430Kcal., pues todo es posible.

No les voy a dar más detalles, porque sería interminable la lista, solo comentar que cuando uno paga precios de cinco estrellas, puede exigir servicios de tal, pero como la máxima de la cadena Hesperia solo es beneficios, beneficios y beneficios, a costa de recortar gastos hasta la extenuación, sin importar la pérdida de calidad del servicio, pues en un hotel de ejecutivos, quizás eso pase, pero en uno de relax, no, porque yo salí más estresado y con más mala leche, que cuando entré, que ya es decir. Aunque no sé ni si tampoco valdrá para los ejecutivos, porque presumen de “All Wi-Fi” (servicio Wi-Fi gratuito en todas las habitaciones, al que llaman Wi-Free), pero en las nuestras no funcionaba y al final nos explicaron que es que solo había cobertura en dos plantas, así que me tuve que trasladar.

Nos han vendido, y cobrado, una corbata de seda de Hermés, y nos han dado una de “Todo a cien”. Política Hesperia, como ya comprobé hace años haciendo la Guía de Golf y Gastronomía en el Hesperia Alicante, Playa San Juan, Golf SPA.

Según Radio Macuto, parece que van a quedarse con la explotación del hotel de La Reconquista de Oviedo, ya saben, mediante un concurso público de esos en que se conoce el ganador antes de convocarlo.
La que nos espera.
 
  Nota Nueva: El día 30 de abril, apenas pasados tres meses de publicar este artículo, la cadena Hesperia dejó de dirigir este hotel y no le ha sido otorgada la gerencia del De La Reconquista de Oviedo. Deo gratias.

 


Tzatziki de rúcula

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Abril 2009

INGREDIENTES (4 personas)

1 Yogur griego o turco
8 hojas de rúcula
8 hojas de menta fresca
1 diente de ajo
aceite de oliva
½ limón
sal
 

Durante los quince días que permanecí a dieta en el balneario de La Toja (pueden leer aquella Odisea en Perdí 4 kilos..., y 4.000 € ), fui sometido a una extraña dieta en que comíamos rúcula en los tres platos de la comida, los de la cena y, hasta algún día, nos la pusieron de postre.

Como soy muy mal pensado, llegué a deducir que la madre del cocinero tenía una plantación en O Grove y así su hijo hacía de agente comercial del huerto familiar a costa del sufrimiento de sus clientes.

A mí no me gusta ni en pintura, tiene unos componentes azufrados que desprenden el mismo aroma fétido que algunos blisters de plástico que, cuando se doblan, huelen igual de mal.

Sin embargo reconozco que es muy saludable y, consultando los apuntes de un curso de nutrición que empecé durante mi retiro, comprobé que tiene muchas virtudes, algunas muy curiosas.

Dioscórides afirmaba que, comida cruda en gran cantidad, estimulaba la lujuria y, lo que sí está probado científicamente, son sus poderes diuréticos y estimulantes.

Estos efectos medicinales los produce su alta concentración en triptófano, un aminoácido esencial con una función muy importante para nuestro organismo, ya que ayuda a regular los niveles de serotonina en el cerebro, lo que equilibra la ansiedad, el insomnio, el estrés y la líbido, aunque necesitamos tener previamente bien regulados nuestros niveles de vitamina B6 y de Magnesio, para poder metabolizar este aminoácido en vitamina B3.

También se llama hierba de los cantores, porque es el mejor remedio contra la afonía.

En Canarias es muy familiar hacer lo que llaman Potaje de jaramagos, pero los cuecen primero y tiran el agua para que no amarguen, con lo que, me imagino, que perderán todas las virtudes.

Y aquí viene mi pregunta: ¿Como es posible que, durante siglos, los jaramagos hayan sido una planta salvaje que solo recolectaban los gitanos para sus pucheros, y ahora todos los cocineritos de moda, nos lo pongan hasta en los postres?
La respuesta es muy simple, si a la Eruca sativa, la llamamos oruga o jaramago, no se la comen ni en los cuarteles, pero cambiándole el nombre por el de rúcula, como queda muy snob y hablan de ella los cocineritos mediáticos,  pues se la comen tod@s l@s yuppies, modernill@s y pringadill@s que van a la última.

La receta

Me he explayado porque la receta no tiene ningún misterio.
En el vaso de la minipimer, ponemos todos los ingredientes y le damos caña hasta que queden totalmente triturados.
Luego metemos el vaso en un cacillo con agua y hielo, y le metemos las varillas hasta que se monte un poco, lo justo para no quedar demasiado líquida (ya ven en la foto).

En cuanto a las aplicaciones, pues las mismas que los otros Tzatzikis, para mojar pitas, en los Kebabs, aligerado con agua hace una sopa fría muy “fisna” ..., pero este, en vez de saber a pepino, que a mí me encanta, pues sabe a rúcula, que a mí me da hasta repelús, pero a las niñas monas les parece muy chic. Será por el triptófano.

Ensalada de rúcula

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Enero 2015

INGREDIENTES

1 bolsa de hojas de rúcula
1 Yogur griego
1 Puerro
1 limón
2 rebanadas de pan duro
AOVE, sal, pimienta negra
 

Si he des serles sincero, a mí este hierbajo no me gusta ni en el campo, sobre todo después de una dieta que hice con mi amigo Andrés Proensa en que nos pusieron a pastar jaramagos durante quince días, pero reconozco que es muy saludable y que tiene verdaderos adeptos, de modo que, ya que la puse de guarnición en la receta de la Hamburguesa de buey, pues he de darles la forma en que la preparé.

En realidad si la pongo es porque la foto me parece muy mona, porque la cosa no tiene más misterio que lavar estas hojas, ponerlas en el plato, rociarlas con la salsa de yogur y puerro y terminar con unos currusquitos de pan frito, que es lo más rico.
Antes cité la palabra jaramago y es que es así como debe llamarse en castellano, u oruga, que también se dice de esta forma, pero hasta que los italianos nos invadieron con sus plantitas de criadero y el sugerente nombre de rúcula, en España apenas si se consumía en algunos lugares como Canarias, donde preparan su famoso Potaje de jaramagos, o en Andalucía donde se usaba sobre todo como planta medicinal, porque eso sí, hace maravillas en nuestro cuerpo.
Ya en la Grecia clásica y por supuesto en Roma, se consumía por sus poderes purificantes y afodisiacos. Dioscórides afirmaba que, comida en crudo, estimulaba la lujuria y, lo que sí están probados científicamente, son sus poderes diuréticos y estimulantes.
Estos efectos medicinales los produce su alta concentración en triptófano, un aminoácido esencial con una función muy importante para nuestro organismo, ya que ayuda a regular los niveles de serotonina en el cerebro, lo que equilibra la ansiedad, el insomnio, el estrés y la líbido, aunque necesitamos tener previamente bien regulados nuestros niveles de vitamina B6 y de Magnesio, para poder metabolizar este aminoácido en vitamina B3.
También se llama hierba de los cantores, porque es el mejor remedio contra la afonía.
En realidad no hay una rúcula sino varias, crucíferas o brasicaceas, que se llaman, principalmente las Eruca sativa, Diplotaxis tenuifolia y Diplotaxis muralis, aunque yo creo que la que llamamos jaramago y es la más comercializada en España, es la Diplotaxis tenuifolia, que tiene la flor amarilla, porque la Eruca sativa, que es la más valorada en Italia, tiene la flor blanca y sus hojas son mucho más anchas y lobuladas. En cuanto a la Diplotaxis muralis, yo creo que no la visto nunca.

La receta

Como ya dije la receta es más simple que el mecanismo de un palillo.
Yo siempre las lavo, aunque vengan en bolsitas listas para el consumo y supuestamente esterilizadas, pero me parece como que reviven, que se alegran de sentir correr el agua por ellas, como cuando nos duchamos.
Empezaremos por hacer la salsa poniendo el yogur en el vaso de la batidora, con un poco de pimienta negra recién rallada, el zumo de medio limón, sal, aceite de oliva virgen extra y unas laminas de puerro crudo, pero no de la zona blanca, sino de esa parte del tallo en que cambia de color al verde y sabe mucho más intensamente a vegetal. Hay que picarlas bien porque no vamos a usar las cuchillas sino las varillas, así que deben ir minuciosamente picadas. Metemos las varilla y batimos hasta que emulsione y quede bien cremosa.
A continuación cortamos unos taquitos de pan y los freímos en abundante aceite bien caliente. Hay que tener cuidado porque, al poner el aceite humeante para que no lo chupe el pan, se queman enseguida, así que hay que darles vueltas según se echan en la sartén.
Con las hojas bien lavadas y escurridas, hacemos un montoncito en cada plato, rociamos con la salsa y terminamos adornando con los curruscos.
Yo creo que es una guarnición muy interesante para carnes a la parrilla, pero para los amantes de rúcula, también sirve de primer plato. Ya saben, cuidado con la líbido.

 

Caldo de almejas

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Publicado solo en gallego en el libro A Cociña do Inverno, de la colección Cociña Galega das Estacións, año 1995.

INGREDIENTES para 4 personas

12 Almejas pequeñas
1 puerro muy fresco
1 litro de agua mineral
Salsa de soja

Me da casi verguenza dedicarle un espacio a esta receta por lo sencilla y fácil que es, sin embargo cuando la probé quedé tan fascinado por su sabor, que pensé que tenía que tener algún truco.

Traté sin éxito de conseguir descubrir la fórmula y como no era la primera vez que me devanaba los sesos intentando resolver uno de esos acertijos con que la cocina japonesa nos acostumbra a obsequiar, pues tuve que interrogar al cocinero que me la había preparado siempre.

La incluyo en este libro a pesar de su origen japonés, porque creo que respeta todos los preceptos necesarios para ser aceptada, sobre todo el de respetar los aromas y sabores de la materia prima sin ningún aditivo. No en vano Japón es junto con España el pueblo que más respeta la cocina de los pescados y mariscos. 12 almejas medianas 1 puerro.

Puesta en marcha:

 Limpieza: Las almejas se deben lavar y comprobar que estén todas ellas bien vivas, una sola en mal estado estropearía todo. El puerro de lava, se le quita la hoja exterior y se aprovecha solo la parte intermedia, la que está cambiando del color blanco al verde, apenas cuatro dedos. Se corta en rodajitas lo más finas posible, como de un milímetro de ancho, y se reservan.

Se pone un litro y medio de agua a hervir con un poco de sal, cuando esté cociendo se ponen las almejas y el puerro, se retira del fuego, se tapa y ya está listo el consomé de almejas.

Terminación del plato:

El plato está terminado y por increible que parezca no solo resulta delicioso si no hasta estéticamente exquisitamente elegante, con esa distinción del arte japonés en que la limpieza y sobriedad, superan en belleza plástica las más complejas elucubraciones barrocas. Solamente hay que observar una precaución, si se tiene que recalentar no debe hacerse demasiado ya que se enturbiaría el consomé y hasta crearía espuma.

Guarniciones:

Si alguien quiere seguir el ritual japonés este plato se puede tomar con unos rollitos de arroz blanco envueltos en algas y con una loncha de pescado crudo encima, se llaman "sushi", están deliciosos pero me temo que faltan algunas décadas para poder introducirlo en nuestros restaurantes o en nuestras comidas familiares.

 Vinos recomendados:

No hay vino capaz de respetar este concierto de aromas marinos, así que si el segundo plato es un pescado como recomiendo en el menú, pues después del consomé puede ser muy agradable refrescar la boca con un buen Ribeiro blanco.

Menús sugeridos

  • - Consomé de almejas
  • - Cigalas con col
  • - Filloas de limón rellenas de compota

*Originariamente esta receta se prepara con chirlas, está deliciosa y es tan económica que da casi verguenza calcular su costo porque no necesita llevar más de tres o cuatro por comensal.
Yo la propongo con almejas para darle cierto respeto y conviene tener en cuenta que la fidelidad de esta receta es tan absoluta que en función de la variedad que se elija el sabor será completamente distinto a si que dado el bajo costo, yo recomiendo probar con cada especie y elegir la que mas le guste a la cocinera.

Caldo de chirlas con maíz

No solamente la cocina española se contaminó de influencias extranjeras, en realidad todas las cocinas, como ejemplo de que la gastronomía es una de las expresiones culturales mas directas y puntuales que existen, adquieren habitos de otras culturas más influyentes en un determinado contexto histórico y hasta las sociedades mas herméticas como la china, se ven influenciadas por otras radicalmente opuestas como la americana siendo normal ver a los chinitos fumando cigarillos al mas puro estilo yanqui. Algo así pasó cuando los chinos fueron a construir el ferrocaril de California y un de los resultados más afortunados fue la introducció del maiz en sus deliciosas sopas de pescado.
Es una combinación poco conocida en nuestro pais pero que durante la época de esplendor de las mazorcas en Galicia, allá por el XVIII, seguramente se utilizó.
La receta autentica es algo complicada, pero la versión que ofrezco es la misma que la básica pero poniendo además del puerro unos granos de maiz dulce en conserva y chirlas en lugar de almejas. Consomé de cigalas Para mi las cigalas tienen cierta afinidad con las almeja por su sutil pero a la vez profundo aroma marino.
La receta es la misma que la de base pero poniendo cigalitas enanas en vez de almejas y cuidando de no llegue nunca a hervir el caldo.

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Consomé de almejas (Suimono)

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Publicado en el Diario El Comercio, año 1997

INGREDIENTES para 4 personas
20 Chirlas o almejas pequeñas
1 Puerro
Salsa de soja

Esta receta puede parecer tan facil que incluso muchas personas al leerla pensarán que el plato resultante debe ser una simpleza, un aguachirli insulso y sin gracia, sin embargo les aseguro que cuando se lo den a probar a sus invitados estos pensarán que detrás de su simple apariencia hay grandes secretos de Cordón Bleu.

Es un plato japonés y allí se toma como acompañamiento de otros platos, generalmente de pescado crudo o a la plancha, lo cual es una muy saludable y deliciosa costumbre que no estaría de mas introducir en nuestros hábitos. De hecho en mi casa solemos preparar con cierta frecuencia menús japoneses y este consomé es norma obligada.

Se puede preparar con almelas finas, japonesas, babosas, chirlas, berberechos, navajas, o incluso ostras. El principio es el mismo y solo cambia el sabor resultante, pero ¡Ojo!, la intensidad del aroma es tan intensa que debemos tener encuenta que especie es la que mas nos gusta o nos arriesgamos a que alguien rechace el plato.

El proceso es tan simple como poner unas arandelas de puerro en un cazo con agua fría, meter las almejas, añadir un poco de sal y llevar al fuego hasta que se abran las conchas.
Ya está.

En menos de diez minutos tendremos un exquisito y sofisticado consomé absolutamente natural y reconfortante.
Sin polvos ni pastillas de dusosa procedencia, porque si bien todos sabemos lo bien que sienta al estómago un caldito casero, también sabemos como lo puede ensuciar uno de esos artificiales de sobre.
Como hemos visto este consomé se puede hacer al instante, pero también se puede tener hecho de antemano porque si lo mantenemos tapado no pierde apenas calidad.

Es tan facil como he descrito, pero vamos a dar algunos consejos que deben tenerse en cuenta.

  • -De los puerros debe elegirse la zona en que cambia de color, o sea, no usar lo blanco, sino donde el tallo empiezar a verdear y se debe cortar en rodajas lo mas finas posible, de apenas un milímetro de grosor. Al ponerlas en el agua ellas solas se irán separando en arandelitas que aportan gran sabor y un aspecto elegantísimo. Es lo que los japoneses llaman Yakumi, o sea, un potenciador de sabores que puede este puerro crudo, virutas de piel de limón, rábano rallado, jengibre fresco, escamas de mojama, Sishimi ...
  • -En cuanto a las almejas hay que revisar una a una para evitar que nos entre alguna en mal estado que arruinaría por completo toda la preparación.
  • -Primero se lavan y se golpean unas contra otras para ver si alguna está vacía, y luego se intentan abrir con las uñas. Si alguna cede es que está mal y debe desecharse.
  • -Por último el consejo mas importante: el agua no debe hervir en ningún momento ya que con un simple hervor toda la magia del plato desaparece transformandose en un agua sucia sin el menor interés.
  • -Todo el secreto de este plato radica en que el agua no suba mucho de temperatura.
    Sofisticaciones de la cocina japonesa, no en vano llevan dos mil años cocinando del mismo modo.

    Si les interesa saber un poco más de esta cultura y su gastronomía, pinchen en La Cocina Japonesa.

Consomé de almejas

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Publicado en el libro La Cocina masónica, año 1997.

INGREDIENTES (4 personas)

12 almejas, o chirlas
1 puerro
Agua y sal

 

Quizás cualquier país se pueda atribuir este plato aunque yo solo lo he visto en la cocina japonesa y como he hablado de él en la mesa masónica por la importancia del ritual, pues me parece apropiado reflejar aquí la receta.

Además, y aunque la tradición masónica en ese país sea reciente ( se debe al general Mac Arthur), la exquisitez de su cocina exige su presencia en este libro que por encima de todo habla de gastronomía.

Viendo la simplicidad de su elaboración y la austeridad de los ingredientes, cuesta trabajo creer que pueda resultar tan deliciosa, es como un milagro.

La Receta. Puesta en marcha

1. El único requisito que exige este consomé es la absoluta frescura de los moluscos, agua sin clorar, hacerlo al momento y vigilar que no llegue a hervir. Dado el intenso sabor que adquiere es importante cuestionarse la variedad que vamos a usar porque los aromas serán radicalmente distintos si usamos almeja fina, babosa, japonesa, etc. 

Pueden usarse también ostras o incluso chirlas, de hecho es con estas últimas con las que se suele hacer en Japón y resulta un auténtico ejemplo de delicadeza y elegancia.

2. Se lavan bien las almejas y se comprueba que estén todas bien vivas intentando abrir sus conchas con las uñas.

3. En un bol ponemos el agua fría con la sal, removemos bien y ponemos las almejas. Cortamos el puerro por la parte que cambia de color y de esta zona sacamos unas arandelas muy finas que desbaratamos en el agua de forma a que queden unos aritos finismos de color verde pálido.

4. Llevamos el cazo al fuego y cuando veamos que las almejas se abren, lo retiramos inmediatamente. Ya está listo el consomé.

Variantes del plato

El principio está explicado y las variaciones es cuestión de inventarlas, por ejemplo con navajas está muy rica siempre y cuando estén limpias de arena. Los japoneses le suelen añadir un poco de salsa de soja, pero es por puro vicio y pierde todo el encanto.

Libaciones

Un consomé no debe acompañarse de otra bebida sino usarse como tal. En este caso es óptimo si se toma con pescado crudo (ver receta de sushi)

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Salsa de yogur y puerro

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Enero 2015

INGREDIENTES

1 Yogur griego
1 Puerro muy fresco
1 Limón
AOVE, sal y pimienta
 

En la receta de Ensalada de rúcula ya expliqué un poco la génesis de esta peculiar salsa, porque fue precisamente para aliñar esos hierbajos y hacerlos medianamente comestibles, para lo que me inventé este condimento, que resultó sorprendentemente agradable. 

En las recetas de Crema agria, Tzatziki y Tzatziki de rúcula, ya se barruntaba que por aquí había una vía de investigación muy sabrosa, porque esta mezcla del yogur, con sal, AOVE, limón y algún vegetal aromatizante fresco, podría ser todo un recetario, pero lo del puerro fue una solución de fortuna, es decir, que puse puerro porque no había otra cosa, pero resultó.
Mi deseo hubiera sido poner cebollino, pero claro, el supermercado de enfrente no tenía esas cosas tan finas y no iba a coger el coche cuando en realidad lo que quería era aprovechar un clarito de sol que se había abierto para poder hacer la foto de las Hamburguesas de buey, y mira por donde sonó la flauta, porque a esos sabores tan peculiares de la rúcula, hay que atacarlos con otros igual de poderosos pero de signo contrario, y el puerro crudo es una bomba.
En Japón lo llaman Yakumi, que quiere decir algo así como potenciador de sabores y puede ser bien este puerro crudo, bien virutas de piel de limón, rábano rallado, jengibre fresco, escamas de mojama, Sishimi ... 
La idea es meter un sabor vegetal espectacular en platos algo lánguidos, como el Consomé de Almejas Suinomono, tan etéreo que parece que va a levitar, pero que con el yakumi cambia radicalmente y se convierte en un delicioso caldo.
 

La receta

Empezamos por picar el puerro que es lo más complicado. Lo lavamos y quitamos la parte dura del tallo. No vamos a usar el bulbo, o sea, la parte blanca, sino donde cambia de color, como bien pueden ver en la foto. Cortamos láminas lo más finas posible, reservamos una para adornar y el resto las picamos muy finamente ¿Porqué tan finas? pues porque no van a la picadora, sino que van a ser trabajadas con la minipimer, pero mediante las varillas.
Una vez picado el puerro hay que proceder con celeridad para que este no se oxide.
En el vaso de la batidora, ponemos el yogur, un chorrito de AOVE, el puerro picado, el zumo de medio limón, sal y pimienta negra recién molida.
Emulsionamos con las varillas hasta que veamos que queda un aspecto cremoso consistente, y ya tenemos nuestra salsita.
Conviene probarla antes de echarla sobre ningún otro producto porque tiene un sabor muy peculiar, pero una vez que hayamos grabado su sabor en nuestra boca, ya podemos jugar con mil aplicaciones, por ejemplo usarla para alegrar el sabor dulzón de un salmón a la plancha.

Rosbif de venado con castañas glaseadas.

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Publicada en el Nº16 de la revista Planeta vino como Cena de Navidad para enolocos, 2007

INGREDIENTES (4 personas)

1 pieza de lomo de venado de 1Kg.
1 botella de vino tinto recio
100grs de mantequilla
8 castañas glaseadas (Marrons glacés)
Especias (5 dientes de ajo, romero, tomillo, orégano, comino, clavo, canela)

El día antes, ponemos a macerar la carne con las especias y el vino, en un recipiente que no sea metálico (cristal, plástico, esmaltado etc.), procurando que quede bien cubierta.

Debe darse vuelta un par de veces, cada ocho horas, más o menos.

En una sartén ad hoc, rehogamos la carne hasta que suelte todo el vino acumulado y luego añadimos un chorrito de aceite y freímos a fuego vivo, hasta que se dore bien por ambas caras (en apenas diez minutos queda tostado).

Debe reposar al menos dos horas, hasta enfriar por completo.

Mientras, en otra sartén más pequeña, colamos el vino de la maceración y lo ponemos a reducir a un cuarto de su volumen, entonces bajamos el fuego, ponemos las castañas y cuando veamos que se empiezan a romper, sacamos las 4 que estén más guapas para el adorno, y reservamos.

Añadimos a la sartén la mantequilla y agitamos con un tenedor o agitador hasta que emulsione y quede cremosa.

Para servir, usamos los platos muy calientes, trinchamos la carne (se puede presentar todo en una bandeja y la salsa aparte, muy caliente) y acompañamos con la castaña entera y alguna ramita de romero, orégano, tomillo o lo que tengamos a mano.

  Menú para los vinos más caros de España

  • Aperitivo: Cava Kripta con Langostinos de Sanlúcar flameados al brandy.
  • Entrada: Blanco Enate Uno Caldereta de mero.
  • Principal: Pingus con Rosbif de venado con castañas glaseadas.
  • Postre: Pedroximénez 1830 de Alvear con Bizcocho de chocolate y nueces con pomelo rosa.

El Kripta es el cava más cava de todos los cavas, es decir, que no se parece en nada a los espumosos de la Champagne. Ni rastro de esos cítricos de la Pinot Noir y, en cambio, muchos aromas de confitería y panadería propios de las catalanas Macabeo, Xarel-lo y Parellada, de modo que había que buscar marisco y como el navideño por antonomasia es el langostino, pues leña, eso sí, como un cava de casi 40€ no se puede servir con una bandeja de langostinos tipo prisión de Alhaurín de la Torre, pues vamos a poner menos, pero de Sanlúcar y flameados al brandy de Jerez, para que ese punto de dulce, destaque más la ya de por sí magnífica acidez de la niña bonita de Agustí Torelló.
Del Uno de Enate tampoco puedo opinar, porque ni la bodega ni el jefe me han dado la prueba, pero sí que me bebí un montón de botellas de aquel delicioso 2-3-4, cuando estaba delicioso, claro, así que me hago idea de lo que puede llegar a dar una chardonnay en esos suelos de Planacor y, como no basta con un pescadito cualquiera para aguantar tanta potencia aromática y el tirano dijo que de pavo ni hablar (pruébenlo con mi Pavo relleno de castañas, manzanas y foie, verán qué pasada y la receta está detallada en www.enciclopediadegastronomia.es), pues decidimos preparar una caldereta de mero, que se puede hacer el día antes y, entre las patatas, el guisote y el sabor del propio pescado, es un bocado de cuchara de no te menees.
Aunque por ciertas cuestiones, que a mi no me incumben, el Pingus no figura en la guía Proensa, estaba cantado que, por simples razones matemáticas, este sería el elegido y como la verdad es que es una bomba, pues había que buscar una pieza que realmente lo pusiera a prueba en el campo de batalla, así que, como no hay carne más brava que la del venado, pues el plato estaba decidido: un “Rosbif” de venado con castañas glaseadas (lo de las comillas es porque, al no ser buey (beef), sino ciervo (deer), debería llamarse Roastdeer, pero como no existe el castellanizado Rosdir, pues..., comillas que te crió). La carnosidad del vino y sus frutas maduras enmarcadas en las canelas y vainillas de esa insuperable madera, tendrán que pelear contra una gama de aromas montaraces, todas las especias silvestres de nuestras sierras que hemos metido en la maceración, además de la propia carne que, casi cruda, desprende sabores tan agrestes que muy pocos vinos pueden resistir. También hay dulzor de las castañas glaseadas y un potente acre del vino reducido, todo un abanico de retos para que un castellano-vikingo pueda demostrar porqué es el vino más caro de España.
Como en Navidad solemos llenas la mesa de golosinas, romperse la cabeza haciendo un postre es una perdida de tiempo, salvo que preparemos un rico bizcocho que nos puede durar varios días. Cualquiera estaría bueno con este fastuoso PX, pero para poner a prueba a uno de los más grandes, les propongo este de chocolate con nueces, lo que los gringos llaman Brownies y para rematarlo, unos gajitos de pomelo rosa, que eso ya lo aguantan pocos vinos, pero este sí es capaz de mantener toda esa gama de fruta seca (higos secos, uvas pasas, ciruelas negras), incluso ese ligero toque de café, que el cacao debería cargarse.


Salmón Yaki-Sake (a la plancha estilo japonés)

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Para el trabajo de La Cocina Japonesa, marzo 2007. Reformado e ilustrado en mayo 2013.

INGREDIENTES (4 personas)

Para 2 personas
1 rodaja gruesa de salmón (500grs.)
1 copita de sake
1 copita de mirin
1 copita de salsa de soja
1 pepino

En el trabajo “La Cocina Japonesa” explicamos como en ese país hay cuatro formas de preparar el pescado: Sashimi, Shio-Yaki, Nimono, y Agemono.

Esta es una variante de Shio-Yaki, muy fácil de preparar y muy vistosa si queremos hacer una cena japonesa en la que algún invitado sienta aprensión al pescado crudo.

La receta

Limpiamos la rodaja de salmón separando las dos mitades y retirando las espinas y hueso. Si somos manitas, dejamos la piel ya que, bien rustida, resulta crujiente y deliciosa, pero debe limpiarse minuciosamente de escamas, de lo contrario, es mejor retirarla y hasta lavar los lomos.

En un plato sopero mezclamos los ingredientes del aliño (ya se vende en España esta salsa que se llama Teriyaki) y sumergimos los lomos de salmón, procurando que queden bien cubiertos. Así deben permanecer un par de horas, dándoles una vuelta de vez en cuando.

Al pepino le retiramos los extremos y lo cortamos con la mandolina en laminillas muy finas. Se mezcla con sal gorda y se deja sudar. A momento de hacer la parrilla, se sacuden, se lavan y se secan muy bien con un paño, apretando para que queden completamente secos. Luego se aliñan ligeramente con un poco de vinagre de sake.

Ponemos el salmón la plancha (o sartén) a fuego bien alegre (si hemos dejado la piel, empezaremos por dorarla hasta que veamos que queda crujiente), doramos una cara, bajamos el fuego, damos la vuelta y cubrimos cada pieza con las láminas de pepino maceradas, con el fin de que preserven el calor y nutran la parte tostada con más salsa.

Esto del pepino es opcional porque también se suele servir simplemente lacado y el pepino al lado como una ensalada de guarnición (es un aperitivo típico, Sunomono).

Con apenas diez minutos estarán listas (para mi gusto sobra con cinco porque me gusta que quede un poco crudo en el interior) y se pueden servir con un adorno de ensalada de algas y pepino.

Recuerden que tienen más detalles en el apartado La cocina japonesa

Es un plato con muchos aromas que admite muy bien el sake, pero si preferimos un vino, conviene que sea uno muy perfumado, por ejemplo de uva Albariño de Rías Baixas como el Pazo de Señoráns , de Godello de Valdeorras como el  Guitián Godello del año.

Ensalada de fideos (Spasara)

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Para el monográfico de La Cocina Japonesa, abril 2007.

INGREDIENTES (4 personas)

200grs de fideos
1 Tomate
1 Pepino
1 Zanahoria
1 Puerro
1 Huevo duro
1 Rama de apio verde
1/2 litro de mahonesa

En realidad se trata de la misma receta que la Ensalada de espaguetis, pero usando fideos, una variación insignificante pero que cambia sustancialmente el resultado porque es mucho más cómoda de comer y, desde un punto de vista antropológico, sería la más auténtica, porque esta forma de hacer pasta, es popular en España desde el siglo IX, mientras que los spaghetti, si hacemos caso de las leyendas de Marco Polo, no llegaron a Europa hasta el XIV y puede que a España hasta el XIX, procedentes de Argentina de donde los asimilamos de los emigrantes italianos.

Hay muchos tipos de fideos, desde los finitos de sopa que comimos toda la vida, hasta los gordísimos de la fideguá, pero esta receta la inventé con unos alemanes llamados Fädeli, que llevan un 30% de huevo, son de un calibre intermedio y miden unos tres dedos de largo, o sea, lo que en Italia se llamarían vermiceli pequeñitos y en Japón, aunque la pasta que se come fría son los Somen y Hiyamugi, esto serían una especie de Udon cortitos.
La salsa es absolutamente española, nada que ver con la cocina japonesa, sin embargo esta ensalada fue adoptada en sus Bento Ume (plato combinado o tartera de comida casera para llevar al trabajo), y para mi es guarnición obligada del Sashimi.

La receta

Preparamos una mahonesa con aceite neutro (soja y maíz) y la mezclamos con un popurri de hortalizas y huevo duro picado.
La elección es libre, pero hay sabores que combinan mal, por ejemplo el pimiento se torna agreste y transforma el conjunto en algo osco. No sé porqué, pero así es.
Por el contrario el apio refresca y llena de esplendor, pero hay que conocer el gusto de los comensales porque hay a quién le desagrada. Al igual que el pepino, que yo diría que resulta imprescindible, pero que para quién lo odia, es una barrera infranqueable.
Todo debe ir muy picadito, incluso la zanahoria, al ser más dura, debe ir rallada.
Respecto a la pasta, se cuece siempre siguiendo las instrucciones del fabricante, pero dejándola al dente, para lo cual iremos probando antes de que llegue al tiempo marcado por este.
Una vez cocidas, se escurren y, aún calientes, se mezclan con la mahonesa.
Les parecerá que el conjunto ofrece un aspecto muy líquido, pero no se preocupen, es por efecto de la temperatura, cuando se enfríe y la pasta absorba parte de la humedad de los vegetales, quedará consolidada para poder ser comida con palillos.
La decoración de la foto es bastante triste porque ese día venía de la playa y tenían tanta hambre que apenas si me acordé de hacer la foto, pero esta ensalada, al ser de aspecto ambarino, ofrece un abanico infinito de posibilidades para poner colores.
Es muy agradecida a la hora de montar una mesa japonesa.

 Si les interesa saber un poco más de esta cultura y su gastronomía, pinchen en La Cocina Japonesa .

Taquitos de espinacas con soja (Horenso no ohitashi)

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Para el trabajo de La Cocina Japonesa, marzo del 2007.

INGREDIENTES (4 personas)

2 boques de espinacas congeladas (300grs)
1/2 lata de caviar de erizos
Alga Nori
Sésamo

Evidentemente conviene preparar esta receta con espinacas frescas, pero también podemos hacerlo con las congeladas, ya que ofrecen una gran calidad, a veces más que las frescas, ya que aquellas se procesan a pie de huerta.

De hecho yo suelo usar estas directamente, sin hervir, ya que durante el proceso de preparación industrial, son lavadas con agua hirviendo y por tanto escaldadas, así que nos ahorramos ensuciar una ollla y un bol, lo cual siempre se agradece en una cocina.

La receta

Si usamos espinacas frescas, se lavan bien, se cortan los tallos y se blanquean sumergiéndolas durante apenas un par de minutos en agua hirviendo con abundante sal. Se sacan y se meten en un bol con agua helada (con muchos cubitos de hielo) para que cojan tersura y mantengan un atractivo color verde (sin esa precaución se oxidan y se ponen pardas). Se pican a cuchillo, no muy fino, y se escurren con fuerza.

Si usamos las congeladas, conviene que se descongelen lo más lentamente posible, incluso en la nevera de un día para otro, parece que no, pero se nota en la textura.

Una vez escurridas, casi secas, se sumergen en salsa de soja y se dejan media hora.

Se escurren de nuevo muy bien y se meten en un molde de Hazo-Sushi donde se procede a su prensado, contra más se prensen, mejor aspecto ofrecerán en el plato.

Se cortan con el mismo molde (si no se dispone de él ..., pues hay que ingeniárselas, por ejemplo ejemplo con una esterilla de sushi, incluso con una hoja de alga Nori para contenerlas y facilitar el corte), haciendo taquitos que “ataremos” con una banda de alga Nori y colocaremos en platitos de Sake no sakana, adornando con algo que no lleven los otros tsukemonos que vayan en esa mesa: ktsuobushi o virutas de mojama, paja de piel de limón, semillas de amapola o de sésamo, láminas transparentes de cebolla (se cortan finísimas y se dejan deshidratar en sal gorda durante media hora), algas de colores (Hijiki), setas confitadas (nameko, siitake, etc.), Gomame (pescaditos diminutos caramelizados), dados de tofu, incluso gengibre Beni-soga o huevas de salmón o de bacalao seca (Tareco), todo vale si nos gusta.

Yo he puesto unas huevas de erizo de mar y un adorno de corteza de limón, pero es solo una sugerencia, eso sí, magnífica.

 Desde la página de La Cocina Japonesa, podrá recabar más ideas para preparar unos espectaculares aperitivos de Sake no sakana.

Taquitos de berenjena y pepino (Kyuri to Nasu no Shiomomi)

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Escrito para el monográfico sobre La Cocina Japonesa

INGREDIENTES (4 personas)

1 berenjena
1 pepino
1 Rama de apio verde
1/2 Hinojo
1/2 cebolleta
3 Rabanitos
2 Palitos de Surimi
sal marina salvaje y gruesa

Este es uno de los pocos tsukemonos que podemos hacer en casa ya que la mayoría, como la Hakusai (col china macerada en sal), requieren casi un mes de reposo, lo que resulta una lata, además del riesgo posibles fermentaciones incontroladas, etc.

Ya indiqué que es fácil encontrar bolsitas de tsukemono en algunas  tiendas de alimentación especializadas, por lo que tampoco hay que romperse la cabeza haciendo malabarismos, pero un tsukemono fresco como este, alegra mucho los aperitivos Sake no sakana.

Como ya indicamos en el trabajo de La Cocina Japonesa, los tsukemonos son los aperitivos macerados en sal, así que vamos a salar nuestros ingredientes.

La receta

Lavamos y cortamos el rabo y la punta de ambos. Los partimos al medio y luego longitudinalmente sucesivas veces hasta hacer palitos del grosor de un pitillo.

En el caso del pepino basta con hacerlo en ocho (corte a mitad, corte a cuarto y a la mitad de cada cuarto), y  en el caso de la berenjena conviene hacer una o dos mitades más.

Se pasan cinco minutos por agua fría con unas gotas de limón y luego se escurren bien y se secan. A continuación se envuelven en sal gruesa (abundantemente) y se deja sudar sobre una rejilla (por ejemplo sirve la esterilla de enrollar el sushi), para que vaya escurriendo el agua de vegetación. De vez en cuando se pueden remover para forzar esta extracción.

Después de un cuarto de hora o veinte minutos hora (no deben dejarse más tiempo porque el agua disuelve la sal y penetra en las hortalizas salándolas) , ya se habrán casi deshidratado, entonces se limpian bien hasta dejarlos sin rastro de sal y bien secos (si probamos un trocito y está salado, podemos pasarlas por agua fría y secar con papel absorbente, esto se debe al tipo de sal).
Una vez así podemos conservarlos varios días en la nevera.

Para presentar podemos cortarlos en palitos o, lo más tradicional, es partirlos en taquitos y hacer un contrapeado que adornaremos con zanahoria en juliana o cualquier otro condimento propio de los Sake no sakana (ver en taquitos de espinaca).

También se puede aliñar un poco con salsa de soja, incluso con esta mezclada con Wasabi, pero yo soy más partidario de que sea cada comensal quién se la prepare a su gusto ya en la mesa.

Como ven en la foto, he incluido varias hortalizas para hacer un surtido, incluso con Surimi. Es un aperitivo y está todo permitido.

 Desde la página de La Cocina Japonesa, podrá recabar más ideas para preparar unos espectaculares aperitivos de Sake no sakana.

Ensalada de pepino con algas (Sunomono)

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Para el trabajo de La Cocina Japonesa, marzo 2007.

INGREDIENTES (4 personas)

1 Pepino
Alga Wakame (en conserva o seca)
Vinagre de sake
Sésamo

Esta ensalada es quizás el único Sunomono que se prepara sobre la marcha, al menos el más famoso, entre otras porque admite muchas variaciones que permiten usarlo tanto como aperitivo, como de guarnición del sashimi (ver la Cocina Japonesa).

La receta

Cortamos un extremo del pepino y lo pasamos por la mandolina (sino disponemos de este utensilio, hay que cortarlo a cuchillo pero procurando que todas las láminas sean iguales y finas como el papel, lo cual no es fácil).

Espolvoreamos con sal gorda y lo removemos bien, para colocarlo al final sobre un colador de bambú (o de plástico) y que el agua que extraiga la sal, escurra y se convierta en salmuera.

Basta con un cuarto de hora, pero si está media, mejor. Debe sacudirse bien para quitar toda la sal, pero si no usamos sal marina pura, es mejor darle un agua para quitar los residuos. Se escurre bien, incluso apretando fuertemente entre los dedos y se sumerge en vinagre de sake donde debe permanecer media hora.

Si usamos algas secas, hay que ponerlas a remojo durante un cuarto de hora y luego escurrirlas bien, incluso secarlas sobre papel absorbente. Una ves secas, se sumergen en salsa de soja durante media hora.

Para montar los platitos (debe servirse en pequeñas porciones para que ofrezca un aspecto elegante y apetecible, casi de a bocado para que resulte escaso y exquisito), hacemos un círculo con las algas y en dentro de él colocamos las láminas de pepino haciendo una especie de remolino. Se espolvorea de semillas de sésamo y se puede adornar con una filigrana lámina de limón o un adorno hecho con su cáscara, incluso bastoncitos de piel.

Como decía al principio de la receta, esta ensaladita admite mil variaciones, con lo que podemos usarla de base para ofrecer muchos sunomonos a nuestros invitados, por ejemplo añadiendo daditos de tofu, escamas de bonito seco ktsuobushi o virutas de mojama, hebras de pollo hervido, láminas de pulpo en Sazanami-Giri, taquitos de Salmón en Yaki-Sake y claro, como no, formando parte de un surtido de los Sake no sakana, junto con diferentes Tsukemonos.

 Desde la página de La Cocina Japonesa, podrá recabar más ideas para preparar unos espectaculares aperitivos de Sake no sakana.

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