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Terras Gauda with California Roll

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Winery Terras gauda
www.terrasgauda.com

D.O.: Rías Baixas
Grapes: 70% Albariño, 18% Loureiro, 12% White Caíño.
Ageing: No
Price: 12 €
 

Click to see the preparation of these dishes, in American recipes.

Many people refers to this wine as albariño, which is wrong. Its success is precisely based on this combination of grapes, so characteristic from the O Rosal region, which this winery distributed across its vineyards, each one at a different altitude and orientation in order to enhance the flowery, balsamic aroma of Loureiro, the exotic fruits of the white Caíño and the structure and fruit load of the Albariño.

This wine is so balanced and easy to drink that it may be considered simple, but no way, if you taste it carefully you will find a very complex range of nuances, that is why we have looked for a travel companion that respects its greatness.
In spite of being a great wine, it must not be stored for more than two years because the aromas of orange skin, white flowers, mint, eucalyptus and so on will vanish little by little and it is a pity.

California roll

In the turbulent and magical sixties, when the only things we knew about Japan in Spain were that they practised martial arts and had been devastated by American atomic bombs, in Los Angeles, in the middle of the hippie movement, a Japanese cook called Mashita Ichiro invented a maki-sushi adapted to American taste, with avocado, pickle, shrimps, mayonnaise, sesame... It was such a success that nowadays it can be eaten even in Tokio and there are chains specialized in "rolls".
The roll that we offer in our recipes chapter is the original one which can be found in nikkei restaurants, almost the signature dish of this Japanese-Peruvian fusion cuisine that is spreading so much throughout the world in this century.

Pairing

This wine can withstand many challenges. For example, it is superb with pork and gallinaceous poultry. Although it may accompany nearly all the dishes mentioned in this book, I wanted to find an exotic dish that would respect all its virtues, and this Japanese- Peruvian-Californian dish seemed ideal.
I have often confirmed this pairing because in our home we like these sushis very much, and we are always surprised at the explosion of flavours that takes place in mouth with every drink once it has been cloyed with this delicacy.
This dish is usually part of an informal table, and another advantage of this wine is that it goes well with nearly everything, mainly with this kind of cooking.

 

 


Cruz de Alba with veal in oyster sauce

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Winery Cruz de Alba
www.cruzdealba.es

D.O.: Ribera de Duero
Grapes: 100% Tempranillo
Ageing: 15 months in French oak barrels, 10 months in bottle cellar.
Price: 15 €

Excerpt from the book “Pairings of spanish wines with exotic cuisines”.
Click to see the preparation of these dishes, in Asian recipes.

Saying Quintanilla de Onésimo is like saying “the navel of Ribera de Duero”, that is why the winery Ramón Bilbao has been buying vineyards and building cellars in this village, although they already started making wine with grapes bought from local vine-growers, using hired cellars, in 2005.

In 2013, it received the award for the best tempranillo in the world. You only have to try it to verify that every effort has been made to achieve a great wine, one of those that dignify their Denomination of Origin.
It is a moreish wine, with a dense taste and a clean nose in which the aromas of wood, coffee, tobacco, cocoa, liquorice and vanilla stand out. These aromas are confirmed in mouth, though predominating ripe black fruits, the orthodox profile of this grape, which should be called “tinto fino” or “tinta del país” here.

Veal in oyster sauce

Despite the apparently eccentric combination, this dish has a taste that is very close to our cooking, since it consists of sautéed vegetables with some slightly cooked meat.
The oyster sauce that is sold by the bottle has nothing to do with the original one, invented by Lee Kam Sheung in the Cantonese town of Zhuhai, but it has already become a flavour that we associate with Chinese cuisine because Chinese restaurants use it for nearly everything.
It is easy to cook, tasty and even healthy, so take out your woks and impress your friends –let them pay for the wine. It is one of the few Chinese dishes that go well with a great wine like this ribera.

Pairing

This pairing must be one of the easiest ones in this book, since there are no stridencies, contrasts or potential conflicts.
My biggest concern was the sauce, since it is oyster only in the name, but it turned out to act as a flavour enhancer, in fact many cooks consider it as the best example of umami, that fifth taste discovered by professor Kikunae Ikeda in 1908.
The most interesting thing about this pairing is how both products enrich each other; logically, this Chinese dish becomes a gala dinner with a great ribera, but the wine in turn gains intensity and body, enhancing those truffle, liquorice and toffee notes and becoming more generous.

 

Vichyssoise

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Junio 2015

INGREDIENTES

¼ kg. de puerro (solo lo blanco)
¼ kg. de patatas
50 g. de mantequilla
1 Bouquet garni o una hoja de laurel
1 l. de agua
¼ l. de crema fresca
 

Esta es una de esas recetas que un día compruebas que no está en tu recetario y te preguntas qué flato mental has tenido durante estos veinte años de trabajo para ignorar un plato tan delicioso, porque desde luego yo no soy uno de esos patrioteros que presumen de solo comer gazpacho, porque donde esté el gazpacho de su suegra, que se quiten todas vichyssoises del mundo.

Son dos cremas frías de hortalizas, evidentemente, pero son sabores radicalmente distintos. Uno es la patata, el puerro, la nata, toda la Francia oriental, la gran cocina de Carême, Parmentier o Escoffier. El otro es Andalucía, la gracia, el sol, los tomates y el aceite de oliva, la España meridional, la pobre, pero a veces exquisita.
El gazpacho es un plato viejo, de tiempos medievales, de cuando cabalgaban los moros por Al-Ándalus (aunque no llevase pimientos ni tomates), que fue cambiando con los tiempos y las hambrunas, pasando de ser agua con pan remojado, como describía Blasco Ibáñez en su novela La Bodega, hasta lo que es hoy, un plato de restaurante de lujo, cómo el de mi madre, donde no podía faltar de mayo a septiembre, aunque seamos del Norte. Cómo decía la condesa de Pardo Bazán:“En otro tiempo se consideraba tan popular, que en una mesa algo refinada no cabía presentarlo. Hoy el gazpacho se ha puesto de moda y, helado, se sirve como sopa de verano en la mesa del Rey y en las casas más aristocráticas.” 
Por contra la Vichyssoise es plato nuevo, del XIX según algunos, del XX según otros, pero en todo caso de mesas elegantes, de la más alta hostelería parisina.
Según algunas fuentes, fue Jules Gouffé quién publicó por primera vez esta receta en su famoso Livre de cuisine publicado en 1867 y posteriormente traducido al inglés como The Royal Cookery Book, un éxito sin precedentes. Yo he buscado esta famosa receta a lo largo de sus más de 800 páginas y no la he encontrado. Incluso he buceado en Le Gran Diccionaire de Cuisine de Alexandre Dumas, su gran amigo y protector, y no he encontrado la menor referencia.
La otra versión, muy posterior pero quizá más creíble, es la publicada en The New Yorker en 1950, donde en una entrevista realizada a Louis Diat, un cocinero francés del Ritz-Carlton de Nueva York durante la Primera Guerra Mundial, aseguró ser él el inventor de este plato en 1917. Habiendo nacido en Montmarault, a 50 Km. de Vichy, es aceptable que llamase a su creación Crème vichyssoise glacée.
Esta es la receta más ortodoxa, la recogida por el Larousse gastronomique, algo así cómo nuestro D.R.A.E., telegráfico, impersonal, pretencioso pero imperfecto, de modo que yo la he retocado un poco para hacerla digerible.
He de advertir que verán ustedes por Internet recetas rocambolescas, con cebolla, caldo de pollo, queso Philadelphia, margarina..., hasta aceite de oliva y jamón ibérico ¡anatema! Con lo fácil que sería llamarla Crema fría de puerros con virutas de jamón, pero ¡no Vichyssoise! ¿Qué dirían ustedes si alguien dijese que la Fabada lleva calabaza y pollo? A lo mejor estaría rica, pero no sería Fabada. Bueno, pues igual.
El Larousse dice: Par extension, on appelle aussi vichyssoise un potage froid à base d'un légume différent (courgette, par exemple) et de pomme de terre. O sea, como el D.R.A.E., liándola a lo tonto.

La receta

Empezaremos por lavar y picar la parte blanca de los puerros y los ponemos a sudar con la mantequilla en la misma olla en que vamos a preparar nuestra crema. Debe hacerse tapada, muy despacito y vigilando que no coja color, porque perdería el sabor vegetal que buscamos.
Mientras, pelamos las patatas y las cortamos en cachelos. Cuando veamos que el puerro está muy blandito y transparente, añadimos las patatas y cubrimos de agua, más o menos un litro. Salpimentamos y metemos un “bouquet garni”. En ingredientes digo “o una hoja de laurel” porque no existe una mezcla de especias frescas exacta y en España no solemos usar este monada, así que hoja de laurel y a correr.
Con diez minutos ya estarán los cachelos blanditos, pero conviene pincharlos para comprobar que están hechos.
Retiramos el laurel y trituramos el puerro y las patatas en la turmix. Yo lo dejo enfriar una hora y lo vuelvo a pasar a máxima velocidad, así queda cremoso y aterciopelado.
Devolvemos el puré a la olla y añadimos la nata. Conviene usar la llamada “Crème fraîche” porque tiene más grasa, pero si no la encuentran, pues usen nata líquida y listo.
Llevamos de nuevo al fuego y hay que batir enérgicamente hasta que rompa de nuevo a hervir. No sé porqué, pero todas las recetas dicen lo mismo y yo soy muy obediente.
Retiramos y dejamos enfriar. Una vez fría, se mete en la nevera porque debe servirse muy fría, a ser posible con unos cebollinos picados en la superficie.

 

Mis recetas del 2015

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Enero 2015

Ya tenemos en el esportón al maldito 2014, un año aciago que traído mucha desgracia a miles de familias españolas mientras que unos pocos han seguido riéndose de eso que llaman Justicia, aumentando las ganancias de sus bancos y grandes empresas, mientras que la miseria social está entrando en hogares que no sabían lo que era pasar frío o acostarse con hambre. 

A mí dejó de propina un hombro roto y el cuerpo aún más maltrecho, pero desde luego me siento satisfecho de haber seguido al pie del cañón, con casi un centenar de nuevas recetas (87), dos diplomas universitarios importantes y un nuevo libro en marcha “Maridaje de vinos españoles con cocinas exóticas”, un proyecto que está siendo recibido por los bodegueros con inusitada aceptación.
Todavía me quedo a cubierto de la mirada de las parcas porque el año del caballo no termina hasta el 19 de febrero y yo me fío más de los chinos que de los griegos, de modo que nada de frivolidades hasta que la cabra campe por sus respetos. Mi ciclo se cerró en mayo (60 años) y ahora vamos a ver lo que da de sí el nuevo, pero espero poder seguir enriqueciendo esta enciclopedia que, como ha de ser, nunca podrá darse por terminada.
Que disfruten de este loco año de la cabra y cocinen mucho, es bueno para la mente, el bolsillo y el estómago.

Aperitivos, entradas y picoteos

Guisotes y pasta

Mariscos y pescados

Carnes

Postres

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Comer sin dientes

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Junio 2015
 

Dicho así puede parecer un juego malabar, un macabro número de circo, una de aquellas siniestras atracciones de feria en que un fakir se comía un sable, una mujer barbuda paseaba sus carnes por el escenario o un forzudo doblaba una supuesta bola de hierro, pero no, estamos ante una terrible realidad, una minusvalía de la que nos avergonzamos tanto que pasa inadvertida en nuestra elegante sociedad.

Hace veinte años sufrí un accidente y el negligente mediquito de guardia del Centro de Salud de Vegadeo me dijo que no era nada, que tomase Neobrufen un par de días y listo. Tres semanas después me tuvieron que ferulizar toda la parte superior porque tenía destrozado el maxilar. Ahora tienen que sacarme todos los dientes que están bailando y adaptarme a una prótesis completa, con lo que nunca más podré volver a comer bocadillos de salchichón y, de momento, durante más de un mes, tendré que alimentarme de gazpacho, lo cual no me disgusta, pero me ha dado qué pensar.
Mirando a mi alrededor he comprobado que tengo muchos amigos que han pasado por una situación similar. La moda de los implantes lleva a mucha gente a frivolizar con ello porque se creen que solo es cuestión de dinero, y muchos odontólogos implantólogos, fomentan esta gamberrada que les está llenando sus cuentas corrientes de sabrosos euros.
- Me han dicho que no me voy a enterar de nada, me decía hace unos meses una amiga, la broma me va a salir por 30.000€, pero ya me puedo olvidar para siempre de los problemas bucales.
¡Ja!
Lleva seis meses desdentada, soportando dos prótesis temporales y sufriendo un martirio chino que la tiene al borde de la locura.
Otros cuatro amigos y dos amigas (no puedo dar pistas porque son personas muy conocidas y no me han autorizado a revelar sus nombres), están otra vez desdentados porque les han fallado los implantes y están sufriendo operaciones maxilofaciales.
Nadie que no esté en nuestras circunstancias entiende lo frustrante que puede llegar a ser esta situación, por eso he abierto esta página, para decir a los compañeros desdentados que nuestra vida gastronómica puede seguir existiendo, que no debemos añorar aquellos maravillosos chuletones de Tudela, los corderos de Aranda ni los capones de Villalba, hay comiditas ricas para comer sin dientes, sí, sí, sin dientes, no es una broma macabra, miren que platos tan ricos puede comer así.
Si los implantólogos tuviesen conciencia solidaria con sus pacientes, les regalarían un irrigador dental y me contratarían un librito de recetas para comer sin dientes.

 El principio

Pues es de Perogrullo, poder comer con cierta dignidad y sobre todo, seguridad, algo que ya complica las cosas.
Un lector con ciertos problemas dentales ve el mundo con otros ojos, algo así como considerar que todo aquello que sea blandito es admisible en su nueva dieta, pero cuando pierde todas las piezas e intenta comer una ensalada de lechuga o unos espaguetis, de pronto adquiere la verdadera dimensión del problema: es probable que tenga que escupir lo que tiene en la boca so pena de atragantarse y pasar un mal rato.
Por contra, con el tiempo, comprobará como hay muchos platos de carne picada perfectamente potables, como muchos pescados se pueden desmenuzar con la lengua contra el paladar, o como algunos platos caseros maravillosos como guisotes o puddings, se pueden degustar igual sin dientes que con ellos.
El mundo de las sopas y cremas, tanto frías como calientes, tan olvidado por culpa de esos repugnantes inventos llamados sopicaldos (hoy más finamente apodados “instant”), nos devolverá una parte de la gastronomía injustamente olvidada.
Voy a recopilar tantas recetas que les va a parecer que esto es un recetario de Simoné Ortega, pero no, cada receta está siendo seleccionada minuciosamente y por supuesto todas son originales, elaboradas, escritas y fotografiadas por un servidor de ustedes, nada de “copia y pega”, como suele suceder en la mayoría de recetarios de Internet.
Hasta me esforzaré en hacer algún postre, y eso que soy poco llambión.

Las recetas

Ensaladas y entradas frías

Entradas calientes

Arroces

En principio todas las recetas de este apartado (Arroces) son comestibles para los desdentados, pero hay que tener dos precauciones, por un lado una obvia, no intenten engullir productos como pollo, langostinos, mejillones, calamares, etc., pero por otra una menos evidente, procuren comer cantidades pequeñas porque, al no masticar, el bolo alimenticio contendrá menos saliva y el arroz podrá resultar indigesto.
También he de advertir de otra precaución, no se puede comer arroz mientras haya heridas blandas porque los granos pueden incrustarse en las oquedades y provocar graves infecciones. Incluso pueden llegar a romper un coagulo mal cicatrizado, de modo que conviene acercarse a estos platos solo cuando tengamos la prótesis y aún así vigilar cuidadosamente la higiene después de la ingesta.

Sopas frías

Sopas calientes y cremas

  Del mismo modo que en el apartado de arroces no he puesto la lista de platos porque todos ellos son recomendables (en el caso de los arroces, con ciertas limitaciones), en este capítulo solo les remito a la entrada de Sopas y Cremas, porque hay más de sesenta recetas, todas ellas deliciosas, reconfortantes, sencillas de preparar y por supuesto comestibles para los pobres desdentados.
Sí conviene revisar los ingredientes, sobre todo si no la vamos a preparar nosotros, porque puede haber tropiezos, tales como trozos de zanahoria, pollo o incluso curruscos de pan frito, que nos pueden resultar complicados, aunque también he decir que los antes citados, si bien puede parecer escollos insalvables, al estar inmersos en una sopa caliente, en apenas unos minutos estarán blanditos y perfectamente comestibles (yo no pongo cosas raras como maíz frito, pipas o cosas por el estilo).

Guisotes

Cassoulet de verdinas con pato.
Chili con carne
Coliflor con bacalao
Cuscús, alcuzcuz, o couscous de pescado
Fabes con almejes
Fideuà de pescados
Frijóles a la cubana
Gnocchi alla sorrentina
Lentejas con manos de cerdo
Maghmour libanés 
Marmitako
Ñoquis (Gnocchi) con Boletus
Patatas a la importancia
Potaje de cuaresma
Spätzle con queso
Verdinas con boronchu.

Pescados

Esta es una sección con casi trescientas recetas, todas diseñadas o creadas por mí, casi todas comestibles sin dientes y realmente deliciosas, por lo que comprenderán que me resulte difícil dejar ninguna en el tintero. Como no puedo ponerlas todas, solo he escogido una docena, las más fáciles de comer, pero pueden verlas todas pinchando en Recetas de pescados de mar y Recetas de pescados de río.  

Bacalao a Brás 
Brandada de bacalao con trufas
Cocochas al pilpil
Hamachi Kama (pestaña de mero)
Hamburguesa de atún rojo
Huevas de pescado en tempura
Lamprea al vino de Amandi, o bordelesa
Merluza a la romana sin gluten
Pudin de merluza a la romana
Raya a la gallega
Rollo de bonito con culís de hortalizas
Salmón Yaki-Sake (a la plancha estilo japonés)

Carnes

Postres

 

Canapés de Surimi

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Junio 2015

INGREDIENTES

20 Palitos de mar (surimi)
2 Huevos duros
2 Cogollos de Tudela
4 Rebanadas de pan de molde sin corteza
1 /4 litro de mahonesa
 

Se preguntarán ustedes ¿qué hace un chico como yo preparando un Surimi como este?, buen, pues la respuesta es sencilla, desde que me he convertido en un pobre hombre desdentado que lleva días alimentándose exclusivamente de Sopas frías (Gazpacho y Vichyssoise), maravillosas por cierto, me entró el capricho de morder algo (es un eufemismo porque como no lo haga con las orejas...), y me preparé este canapé.

Ahora voy a ponerme con los Sándwiches de lechuga, que me encantan, pero de momento me quité el mono con esta gochada.
En realidad el Surimi, Surumi, Kamabok o Kanikama (abreviación de kani-kamaboko), es una preparación muy elegante de la cocina japonesa que se remonta al siglo XIVd.C.
Según algunos autores incluso aparece ya reseñado en escritos de hace 900 años como una preparación imperial.
Cómo todas las grandes preparaciones, esta requería de un largo proceso mediante el cual se recogía carne de pescados blancos y se trabajaba con otros ingredientes como clara de huevo, almidón, aceite, etc. De este modo se elaboraban unos moldes que se servían a guisa de marisco limpio, tanto en platos de sashimi como en cocidos.
En el año 1960, el profesor Nishitani Yōsuke del Instituto Pesquero Experimental Hokkaido, ante el descomunal aumento de las capturas que provocaron las nuevas técnicas de pesca, diseñó un proceso industrial para fabricar diferentes productos llamados Kanikama (カニカマ) o palitos de cangrejo, imitando las cotizadas patas de Cangrejo de Alaska o Real Ruso (Paralithodes camchaticus), también comercializado como Chatka.
Cómo era un producto insípido, le añadió saborizantes y colorantes hasta hacer una extensa gama de presentaciones que podía imitar desde una cola de langosta, hasta una vieira.
El éxito fue instantáneo, sobre todo por su bajo precio, entrando a formar parte de muchos platos tradicionales como el Ramen, los Makizushi, y las grandes sopas como el Buta-Jiru o el Kani no Mishujiru, donde es casi imprescindible.
En los años ochenta, una empresa española, cuyo nombre me niego a señalar, se hizo con la patente y empezó a fabricar estos productos, añadiendo uno inimaginable en Japón: las angulas, y hoy los tienen hasta en la tienda más cutre del pueblo más infecto de las Hurdes. 

La receta

¡Vaya rollo! Lo que pasa es que la receta es como de anuncio de televisión, o sea, apta para deficientes mentales.
Como este plato está diseñado para desdentados, es preceptivo cortar todos los ingredientes a tamaño diminuto, como guisantitos.
Ponemos una rebanada de pan de molde sin corteza (para no atragantarnos) y encima una cama de lechuga cortada en juliana muy fina, incluso más picada de lo que se ve en la foto.
Picamos el huevo duro y el surimi, y los mezclamos con la Mahonesa, que incluso puede ser Mahonesa de anchoas, que está deliciosa.
En el segundo canapé puse un poco de zanahoria rallada, y estaba mucho más sabroso, pero me quedé sin luz para hacer la foto.
El adorno del pepinillo es una ordinariez y además hay que picarlo para poder comerlo, así que no lo pongan cómo hice yo porque es un error, mejor, bien picadito, incluso queda más mono.

Un vino para cada pincho

Para beber un buen vino no hacen falta dientes, de modo que, ya que no podemos meterle mano a unos percebes, al menos disfrutar de un buen vino. Yo me apreté media botellita de Monte Blanco, que con la mahonesa siempre sabe a gloria, incluso con surimi.
 

 

Crema de pepinos

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Junio 2015

INGREDIENTES

3 Patatas
1 cebolla
3 dientas de ajo ecológico
3 Pepinos muy sanos
1/2 l. de nata líquida
AOVE
 

Vuelvo con la burra al trigo porque he de reconocer que el resultado de mi receta de la Vichyssoise me impactó tanto que pensé que no podía quedar así, había que darle unas cuantas vueltas y sacarle partido, porque algo tan brillante no debe distorsionarse, como la salsa Mahonesa, pero sí desarrollarse para enriquecernos la vida (sobre todo la de los desdentados).

No le voy a dar muchas vueltas al asunto porque tampoco se trata de marear la perdiz. Pensaba hacer un Tzatziki y se me ocurrió usar la receta de la Vichyssoise como base, en vez del yogur, y el resultado fue esta especie de gazpacho blanco realmente sabroso y más agradable de comer que el citado plato turco, que a mí me gusta más como salsa para mojar pitas en el mezzé, que como plato de cuchara.

La receta

Como esto no pretende ser una Vichyssoise, busqué sabores más mediterráneos, así que cambié el puerro y la mantequilla, por ajos, cebolla y aceite de oliva.
Picamos la cebolla y los ajos, y los ponemos a sudar con un fondo de aceite en la cazuela del propio guiso. Al igual que en la otra receta, no debe dorarse la cebolla y menos el ajo, porque buscamos sus sabores vegetales, no los tostados, de modo que cuando veamos que empieza a colorear algún ingrediente, añadimos rápidamente el agua para cortar la fritura.
Pelamos las patatas, las cortamos en cachelos y las echamos al guiso, con una hoja de laurel, sal, pimienta negra y un poco de tomillo.
En un cuarto de hora de cocción estarán listas, pero conviene pincharlas para ver si están ya tiernas.
Mientras preparamos los pepinos. Se pelan a medias, es decir, una tira sí, una tira no, de esta forma a nadie le repetirá.
Cuando las patatas estén tiernas, las dejamos enfriar un poco, incorporamos los pepinos troceados y le metemos la batidora a tope para que quede bien cremoso.
Ahora viene la parte más laboriosa. Añadimos la nata y removemos con unas varillas hasta mezclarla bien, entonces llevamos la olla al fuego y, sin dejar de remover con las varillas, llevamos a ebullición. No hace falta que rompa a hervir, cuando veamos que empiezan a formarse globos, apagamos y dejamos reposar y enfriar.
Ya en frío, volvemos a pasar la sopa por la batidora, o mejor por la turmix y la metemos en botellas de agua vacías para poder enfriarla bien en la nevera sin ocupar demasiado espacio.
En la foto verán unos puntitos rojos, es zumo de tomate natural, que aporta un sabor muy rico, lo que pasa es que, por hacer una monada, puse tantos puntitos que parece que le ha dado el sarampión, así que busquen ustedes una presentación menos folklórica.

 

Crema fría de pepinos

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Junio 2015

INGREDIENTES

3 Patatas
1 cebolla
3 dientas de ajo ecológico
3 Pepinos muy sanos
1/2 l. de nata líquida
AOVE
 

Vuelvo con la burra al trigo porque he de reconocer que el resultado de mi receta de la Vichyssoise me impactó tanto que pensé que no podía quedar así, había que darle unas cuantas vueltas y sacarle partido, porque algo tan brillante no debe distorsionarse, como la salsa Mahonesa, pero sí desarrollarse para enriquecernos la vida (sobre todo la de los desdentados).

No le voy a dar muchas vueltas al asunto porque tampoco se trata de marear la perdiz. Pensaba hacer un Tzatziki y se me ocurrió usar la receta de la Vichyssoise como base, en vez del yogur, y el resultado fue esta especie de gazpacho blanco realmente sabroso y más agradable de comer que el citado plato turco, que a mí me gusta más como salsa para mojar pitas en el mezzé, que como plato de cuchara.

La receta

Como esto no pretende ser una Vichyssoise, busqué sabores más mediterráneos, así que cambié el puerro y la mantequilla, por ajos, cebolla y aceite de oliva.
Picamos la cebolla y los ajos, y los ponemos a sudar con un fondo de aceite en la cazuela del propio guiso. Al igual que en la otra receta, no debe dorarse la cebolla y menos el ajo, porque buscamos sus sabores vegetales, no los tostados, de modo que cuando veamos que empieza a colorear algún ingrediente, añadimos rápidamente el agua para cortar la fritura.
Pelamos las patatas, las cortamos en cachelos y las echamos al guiso, con una hoja de laurel, sal, pimienta negra y un poco de tomillo.
En un cuarto de hora de cocción estarán listas, pero conviene pincharlas para ver si están ya tiernas.
Mientras preparamos los pepinos. Se pelan a medias, es decir, una tira sí, una tira no, de esta forma a nadie le repetirá.
Cuando las patatas estén tiernas, las dejamos enfriar un poco, incorporamos los pepinos troceados y le metemos la batidora a tope para que quede bien cremoso.
Ahora viene la parte más laboriosa. Añadimos la nata y removemos con unas varillas hasta mezclarla bien, entonces llevamos la olla al fuego y, sin dejar de remover con las varillas, llevamos a ebullición. No hace falta que rompa a hervir, cuando veamos que empiezan a formarse globos, apagamos y dejamos reposar y enfriar.
Ya en frío, volvemos a pasar la sopa por la batidora, o mejor por la turmix y la metemos en botellas de agua vacías para poder enfriarla bien en la nevera sin ocupar demasiado espacio.
En la foto verán unos puntitos rojos, es zumo de tomate natural, que aporta un sabor muy rico, lo que pasa es que, por hacer una monada, puse tantos puntitos que parece que le ha dado el sarampión, así que busquen ustedes una presentación menos folklórica.

 


Raya con Parmentier riojana

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Junio 2015

INGREDIENTES

4 alas de raya
3 patatas
1 cebolla
½ pimiento rojo
5 dientes de ajo
1 cucharada de pimentón dulce
1 cucharada de pimentón picante
1 limón
AOVE sal, pimienta, laurel y tomillo
 

Cuando le dije a mi chica el nombre del plato, lo primero que me dijo fue “Pepín, Parmentier y riojana son oxímoron” y tuve que explicarle mis motivos para llamar así a este puré de patatas, pero hasta que probó el resultado, no me dio la razón “Sí mi amor, puedes llamarlo como te de la gana porque esto es sublime”.

En realidad hoy se llama parmentier o parmentiere a cualquier cosa que lleva patata, porque aquel señor llamado Antoine-Augustin Parmentier, agrónomo, naturalista, nutricionista, farmacéutico, higienista y francés, fue el responsable de que el despreciado tubérculo entrase en la alimentación humana como solución a las terribles hambrunas del siglo XVIII en Europa, especialmente en los ejércitos de Luis XVI y Napoleón. 
Su éxito tras la Guerra de los Siete Años le llevó, entre otros muchos logros nutricionistas y médicos, a desarrollar mil aplicaciones culinarias a este nuevo producto, por lo que se aplica su nombre a muchos platos, como el Hachis Parmentier (una especie de milhojas de capas de patata cocida y carne picada) o el Potage Parmentier, que ni más ni menos que la famosa Vichyssoise, pero en caliente, de modo que esta famosa crema fría debería llamarse Parmentiére glacée.
Parmentier creó esta crema a finales del siglo XVIII, cuando el mundo debatía si la patata era o no comestible por los seres humanos, hoy, en el XXI, la patata es alimento de resistencia en países tan descabellados como India o China, de modo que no es de extrañar que su plato se haya modificado hasta el esperpento, desde una parmentier parmesana (con queso parmesano), con setas, hasta una de pimientos del Piquillo, que ni quise mirar en qué consistía.
El Blog Gastronomía & Cia, uno de los pocos serios que circulan por la Red, hace esta afirmación: “La cocina actual o de vanguardia, tanto la francesa, como la española o la de cualquier otro país, aplica el término parmentier (en parte porque le da una denominación más aparente al plato procedente de la madre de la gastronomía) a muchísimas elaboraciones que tienen a la patata (generalmente cocida) como uno de los ingredientes principales.” Bueno, yo no estoy de acuerdo en absoluto, una Vichyssoise es una Vichyssoise, y una Crema fría de pepino es una Crema fría de pepino, pero a veces la evidencia se impone y si en español el hígado de pato se llama fuá, pues un plato a base de patatas cocidas será una Parmentier. Pues vale.
Reconozco que para mí fue un descubrimiento la Crème vichyssoise gelée, pero pensé que esa maravillosa cremosidad se debía a la nata doble (Crème fraîche), pero como hacía unos días había preparado un suculento plato de Raya con hortalizas y me quedó la duda de si pasar la salsa o no, pues me dije “Este es el momento de probar”.
Para terminar con este rollo, les diré que es un plato de extremada finura y sabor, pero también muy sencillo y económico de preparar. Si algún hostelero tuviese picardía, lo pondría como especialidad porque es sencillísimo de adaptar a la cocina industrial, fácil, cómodo de servir al momento, económico y por tanto muy rentable.

La receta

Empezamos la fiesta haciendo un tradicional sofrito con la cebolla, los ajos, el pimiento y las zanahorias. No debe dorarse porque conviene mantener esos sabores vegetales de las hortalizas.
Cuando veamos que empieza a coger color, añadimos el pimentón fuera del fuego, removemos bien, cubrimos con el agua, e incorporamos las patatas, peladas y cortadas en cachelos. Salpimentamos al gusto y aromatizamos con una hoja de laurel y un poco de tomillo.
Con un cuarto de hora de cocción ya estará listo, pero como hay tantas clases de patata, conviene comprobar pinchando un par de ellas.
Dejamos enfriar un poco para no ahogarnos con el vapor, sacamos la hoja de laurel y trituramos con la minipimer. Hay que darle caña a la máxima velocidad para conseguir que quede como una crema lisa, aterciopelada y sin grumos. Es sorprendente como la patata consigue este efecto, parece que lleva medio litro de nata y hasta el sabor es delicado como si llevase tal ingrediente.
Al probarla noté que estaba un poco dulce, quizá por la zanahoria, así que corregí con el zumo de medio limón. Perfecto, incluso realzó el sabor de la crema.
Ahora viene lo más alucinante. Lógicamente esta salsa puede hacerse y guardarse sin problemas un par de días en la nevera, quizá más, y para terminar el plato, al momento de servir, no hay más que meter las alas de raya en la salsa (conviene cubrirlas), calentar y servir. Con ese poco de calor, el pescado se hará en su punto justo, maravilloso.
Se puede adornar con cebollino picado o albahaca, incluso con unos nabos torneados y al vapor, pero no merece la pena complicarse la vida, es tan delicioso, que no necesita adornos ni afeites.

Un vino para cada plato

En la receta de la Raya con hortalizas ya comenté que este era un plato agradecido porque su potencia de sabores no peligraba frente a ningún vino, pero sí convenía que este fuese refrescante porque la salsa es de agárrate, de modo que probé con un Nivarius, un nuevo proyecto riojano que consiste en una bodega solo para producir vinos blancos. Los viñedos están a 800m de altitud y cultivan Tempranillo blanco, una variedad casi desconocida, lo que da unos vinos muy refrescantes, algo minerales, con una fruta ligeramente cítrica y de manzana, lo justo que buscaba. Impecable.

 

Ensaladilla rápida

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Junio 2015

INGREDIENTES

1 cucharada de alcaparras
1 lata de anchoas
3 patatas
3 zanahorias
¼ litro de mahonesa
1 bolsita de aceitunas manzanilla
1 latita de guisantes tiernos
2 huevos duros 

La palabra “rápida” se asocia siempre a basura, Fast-food, que dicen los angloparlantes y los ejecutivos cursis, pero en la cocina española, aunque no se lo crean, hay un montón de platos que se pueden hacer en tiempo record (obviamente nada que ver con esos programas estresantes de Canal Cocina que inducen al suicidio antes de que el guapito de turno termine con su rocambolesco plato tailandés).

En mi receta de Ensaladilla rusa con gambas reconozco que pequé de cierto barroquismo culinario, porque tragarse toda una mañana cocinando para hacer este plato, es pasarse un poco. Merece la pena, porque merecer, merece la pena, pero a veces ni yo lo hago porque es un palo.
Hoy tenía capricho de ensaladilla y me dije: “Pepín, hay que hacer una receta alternativa” y mira por donde salió de fábula.
Para mi deshonor he de reconocer que estaba casi tan rica como la de gambas, así que les animo a probar porque es muy fácil.
Una advertencia, no hagan grandes cantidades porque en verano es relativamente fácil que nuestra mahonesa pueda desarrollar salmonelosis y cómo la ensaladilla suele estar cierto tiempo a la intemperie, es mejor hacerla y comerla porque el riesgo es realmente serio.

La receta

Pelamos las patatas, las cortamos por la mitad a lo largo y otra vez al medio, con lo que obtendremos cuatro trozos similares a gajos. Este es el gran truco, porque así, al vapor, están listas en un cuarto de hora.
Pelamos las zanahorias y las metemos en la vaporera con las patatas. Cuando veamos que están tiernas, se dejan enfriar para poder cortarlas sin que desmenucen.
Picamos finamente a cuchillo las anchoas, las alcaparras, las aceitunas y los huevos duros.
En un bol ponemos todos los ingredientes, removemos bien, añadimos la mahonesa, le damos otro revolcón y ya está lista una ensaladilla de campeonato.
Lo del surimi fue un recurso del que eché mano por dar color, pero tampoco resultó muy afortunado, quizá hubieran quedado mejor unas tiritas de pimientos del piquillo. Y lo de la lechuga, me pasé tres pueblos porque parece un túmulo maya en la selva yucateca, pero bueno, otro día haré una foto menos barroca. 

Un vino para cada plato

Por muy exquisita que esta ensaladilla resulte, hay que reconocer que se trata de un plato golfo, de cocina canalla, de mesa veraniega en pantalón corto y camiseta, de modo que la bebida también debe así, rica, alegre y desenfadada. ¿Qué vino es el más divertido para ustedes? Para mí sin duda el cava, de modo que busquemos nuestro favorito. Uno delicioso, a precio razonable y fácil de encontrar, al menos en Asturias, es el Agustí Torelló Mata, un reserva muy fresco que suelo elegir en esas merienda-cenas informales que hacemos en verano en el jardín de casa.

 

Recetas de raya

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Mayo 2015
 

De un tiempo a esta parte me estoy enamorando de este pescado del que más o menos recelé durante años por su aspecto y textura, pero sobre todo porque mantenía la idea absurda de los viejos recetarios que indicaban inexorablemente un proceso de blanqueado en agua avinagrada que me daba por saco (además de sempiterna e indigesta receta de la Raya a la mantequilla negra).

Un día pensé: “Esta raya no huele a amoniaco, como dicen todos los tratados, huele de maravilla, así que ¿porqué no cocinarla por las buenas?”. Eso hice y resultó deliciosa, de modo que empecé a trabajarla con más soltura y ahora les aseguro que es uno de los pescados de mar que más me gustan.
 En realidad, ese tufillo a orines o amoniaco, no depende de su frescura sino de una característica morfológica. Como la mayoría de los tiburones (los rajiformes están emparentados con los escualos), las rayas carecen de vejiga natatoria, por lo que tiene que hacer su sangre isotónica con el agua del mar, para lo cual acumula en ella sustancias como la trimetilamina y la urea, de ahí que a veces desprenda ese desagradable olor.
Por lo general, al menos así sucede en Asturias, las pescaderías ofrecen las rayas ya preparadas para guisar, de hecho pueden tener alguna colgada entera para deslumbrar a los paseantes, pero en el mostrador ya solo exhiben lo que llamamos “las alas, o aletas”, es decir, la parte flexible que mueven para nadar y planear bajo el agua. Una vez que se le quita la cola desde su arranque y la cabeza, nos queda una especie de mariposa, pero aún así hay que retirarle la piel porque tiene muchos pinchos y es una labor incómoda de hacer en casa. Si su pescadero no suele hacerlo, exíjaselo o cambie de proveedor, porque ese es su oficio y debe hacerlo bien.
Una vez así preparada ya no hay que tomar ninguna otra medida, se cocina como cualquier otro pez (salvo que huela a amoniaco, en cuyo caso sí que hay que escaldarla en agua con sal y vinagre).
Por lo general suelen vender media raya, lo que permite comer a dos personas, aunque si no es muy grande, un paisano se la mete entre pecho y espalda y queda tan pancho.
Hay cientos de especies dentro de la orden de los rajiformes, desde las diminutas rayitas que sirven rebozadas en Cádiz y Huelva, hasta la gigantesca mantarraya (Manta birostris) que puede llegar a pesar tonelada y media y medir más de ocho metros de envergadura.
Pertenecen a la familia de los tiburones y, aunque no tienen sus mandíbulas, es una temeridad jugar con ellas como anuncian en las publicidades del Caribe porque suelen tener un aguijón en el extremo de la cola que lanzan como un látigo y puede producir lesiones graves.
En España la más consumida es la llamada raya de boca rosa o raya común (Raja brachyura), pero también se comercializan otras, sobre todo congeladas, porque este pescado se conserva perfectamente en ese estado. Las más comunes son:
  • Raya común (Raja clavata) o raya de clavos porque tiene una hilera de pinchos. Es de color pardo o gris oscuro y suelen tener motas. 
  • Raya láser (Raja radula). De color grisáceo pardo. Posee pequeñas manchas claras.
  • Raya bastarda (Raja microcellata) Parecida a la anterior
  • Raya cardadora (Raja fullonica) Tiene el dorso pardo con manchas oscuras y el vientre azulado. La cabeza es puntiaguda con el hocico muy prominente. El cuerpo lo tiene cubierto de dentículos.
  • Raya mosaico (Raja undulata) Presenta manchas y líneas blancas formando dibujos y simetrías, rodeadas de puntos blancos.
  • Raya del Pacífico (Raja australis) Vive en aguas subtropicales de Australia.
  • Raya Noriega (Dipturus batis) Habita en las aguas frías del Atlántico. Su carne es excepcionalmente sabrosa.
  • Raya gigante (Raja binoculata) Vive en el océano Pacífico desde el estrecho de Bering hasta el Golfo de California. Llega a medir dos metros y medio y su carne es tan sabrosa que, una vez limpia, troceada y congelada, la venden como carne de vieira. 
De momento les ofrecemos estas recetas, pero vendrán muchas más.

 

Recetas de Besugo y Dorada

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Otoño 2008
 

No es que confunda los besugos con las doradas ¡Líbréme Dios! Me quitarían el carné de asturiano, lo que sucede es que, desde un punto de vista culinario, todos los espáridos, besugos, bogas dentones, doradas, pageles, pargos , sargos, etc., tienen mucho en común y por tanto, dependiendo de la época del año, se pueden cocinar de la misma forma.

¿Dependiendo de la estación? Pues sí, porque son pescados semigrasos, que según lo que coman y lo fuertes que están (durante el desove se debilitan), pueden ser considerados como pescado blanco en verano y pescado azul en invierno.
En Asturias distinguimos entre la chopa, o xáragu (sargo), plateada y la negra. Ambas son deliciosas, pero la negra vive entre las rocas comiendo percebes (de jóvenes son omnivoros, pero de adultos solo son carnívoros, bueno, malacófagos, para ser más exacto), así que calculen qué sabor tienen.
Estas recetas son sencillas, porque lo importante es respetar el sabor del animalito, aunque si compran ustedes dorada de piscifactoría, el principio culinario cambia de rumbo, porque apenas si apreciaremos sabores marinos y conviene recurrir al añadido de algas o salsas, tipo caldereta, para que sepa algo, al menos a algo bueno. 

Las Recetas

 

Antropología gastronómica

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Junio 2015
 

De cómo empezó la cosa

En el año 1991 (Dios mío, ha pasado ya un cuarto de siglo), este humilde servidor de ustedes tuvo la humorada de asomarse a un campo que por entonces era yermo, pelado, inhóspito, incluso mal mirado por cocineros e historiadores, que consideraban que eso de la antropología gastronómica era pedantería inútil y estéril, un quiero y no puedo en ambas profesiones.

¿A quién le importaba si durante siglos el gazpacho se había comido en España sin tomates ni pimientos? o que la fabada se inventó en el siglo XX, o que al caldo gallego y el pote asturiano no llevaron patatas hasta finales del XIX.
Hoy opinan hasta los pinches de chiringuito sobre el origen del foie-gras de pato, sin tan siquiera saber que el hígado graso, o sea el foie-gras, es una patología hepática previa a la cirrosis.
Aquella primera inmersión seria se centró en el estudio de los alimentos que cruzaron el Atlántico en ambos sentidos y cómo se aclimataron en sus nuevos continentes de acogida. De aquella no había Internet y había que bucear en la Espasa, una fascinante fuente de información con todo el romanticismo y la nostalgia que transmitían los libros de principios de siglo, pero dura de pelar, porque buscar un dato, un hilo que seguir, podía implicar todo un día de trabajo.
Al fin, durante todo el año 1992, la revista Club de Gourmet, publicó mi sección Gastronomía V Centenario, un evento que me granjeó el odio de muchos pseudo-eruditos que veían cómo sus mentiras quedaban desenmascaradas por el simple ejercicio de la razón.
Años después, mi amigo Manolo Bragado, director de Edicións Xerais de Galicia, me pidió que escribiese la historia verdadera de la cocina gallega, un apasionante reto que tuve que declinar porque también tenía que comer, y en este país solo venden libros las folklóricas y demás famosillas que salen en las revistas rosas.
Durante estos más de veinte años he publicado miles de artículos y hasta una veintena de libros, siempre metiendo el periscopio en la historia de cada plato o costumbre culinaria, pero hete aquí con que, por mi santo, mi chica, Elena, me regaló varios libros franceses sobre historia de la alimentación, y a través de ellos pude ver que, escritoras de máximo prestigio y reconocimiento mundial, como Madeleine Ferrières, aparecen abiertamente como antropólogos gastronómicos , un sueño que pensé que nunca llegaría a ver.
Grandes maestras, cómo la parisina Maguelonne Toussaint-Samat, en 1987, con su Histoire naturelle et morale de la nourriture, habían abierto las puertas de esta ciencia.
En Francia la historia de la alimentación es una rama oficial de la carrera universitaria de historia y la antropología gastronómica también ha sido ya reconocida como especialidad universitaria. Quizá el siglo que viene en España también suceda algo así, porque desde luego campo de estudio no nos falta.

Las edades de la gastronomía

Para un país que sigue enseñando la asignatura de historia según el Catón de Álvarez, es muy difícil concebir este área según La Escuela de los Anales de Lucien Febvre y Marc Bloch, aunque sea la base didáctica desde 1929 en toda Europa, pero bueno, como el ministro Wert no va a meter mano en mis escritos, pues vamos allá.
La Corriente de los Anales no se interesa por el acontecimiento político en sí, ni por el individuo como protagonista típico del trabajo de la Historiografía contemporánea, sino, inicialmente, por los procesos y las estructuras sociales, sus causas, sus efectos, sus resultados. De poco vale aprender de memoria que la batalla de las Navas de Tolosa se iniciaron el 16 de julio de 1212 enfrentando a los ejércitos cristianos de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra,  contra el de califa Muhammad an-Nasir. Lo importante sería saber por qué, después de cuatro siglos de convivencia pacífica, los reyes cristianos se unieron para acabar con quién fue su socio en mil reyertas y hasta grandes guerras.
Así vamos plantear nuestro atlas histórico de la gastronomía occidental, pero empezando por nuestros días, es decir, en orden cronológico inverso, porque creo que así se entiende mejor el concepto.
Es importante reseñar el hecho de que en España el pueblo no empezó a comer con cierta calidad hasta el siglo XX, y aún con grandes diferencias entre las nuevas clases burguesas emergentes, y el pueblo llano.
Durante siglos el pueblo comió simplemente lo que hubiera. Se ponía un caldero al fuego con agua, y allí se metía lo que buenamente se encontrase, ya fueran bellotas, castañas, garbanzos, pan duro, nabos y con suerte algún trozo de tocino.
Cuando algunos “eruditos” hablan de la gastronomía española en el Siglo de oro, eso es un eufemismo, por no decir una majadería. Los conventos y monasterios tenían una dieta pobre en carne y rica en legumbres, queso y pan, de ahí la proverbial obesidad clerical, los nobles sí podían disfrutar de ciertos refinamientos, pero el pueblo comía sopas de pan duro.
Esto sucedió de forma parecida en toda Europa, solo que la revolución industrial se desarrollo en Francia e Inglaterra a finales del siglo XVIII, en el resto de Europa a principios del XIX y en España en los años sesenta del siglo XX.

La globalización.

Sin duda estamos en esta era. En el pueblo más remoto de Asturias, donde hasta pocas décadas no se había visto una uva, ahora se pueden comprar todos los días del año frutas exóticas procedentes de Chile, Sudáfrica o Australia.
Es más fácil conseguir un hígado de oca francés (aunque en realidad venga de Israel o Hungría), que una buena lechuga de huerta.
Es probable que un mariscador de Sanlúcar, después de vender su cosecha en la rula, se vaya a comer un puchero de langostinos de Madagascar a Bajo de guía. O que en un barco que va a pescar a Gran Sol, coman filetes de pescado congelado de Mauritania.
Lo más absurdo que he visto de esta locura es importar tomates de Holanda, un país que no tiene ni suelo ni sol, los ingredientes principales para cultivar esa solanácea, mientras que aquí, otra cosa no habrá, pero tierra y sol, hay como para hacer chorrear el planeta de salsa de tomate. Lo lógico sería que España exportase tomates a Holanda, no al revés.
¿Porqué este mundo al revés? Sencillamente por dinero.
Las causas son múltiples y complejas, a veces repugnantes, como lo es la esclavitud infantil que permite a China exportar espárragos a Navarra para su venta falsificada, pero el dinero manda en todos los terrenos, no solo en la política, y ese mariscador de Sanlúcar habrá vendido sus capturas a 70€/kg, mientras que el gambón de Madagascar se vende en tienda a 7€/kg, así que con el kilo que ha sacado de las nasas esa mañana, tiene para invitar a toda una boda.
Son cifras de vértigo. Almacenes congeladores donde cabe un Boeing 747, repletos hasta el techo de langostinos, calamares o filetes de parga, procedentes de Asia, Oceanía, Alaska, o América del sur.
¿De donde ha salido este mastodonte? De la logística del frío.

El frío, el transporte y las granjas industriales

La segunda guerra mundial dejó muchos cambios en la Tierra, uno de ellos la revolución alimentaria.
Antes de la guerra, cómo decían mis padres, comer en Madrid pollo, truchas, salmón o sencillamente unos huevos fritos, era un privilegio que solo las más acomodadas familias burguesas podía permitirse. Hoy día, en el rincón más sórdido, del bario más miserable, del pueblo más perdido de los Monegros, un bracero podrá comer a diario todos estos productos con una paga miserable. Ni en el país de Jauja pintado por Brueguel el viejo se concebía tanta abundancia.
En cierta ocasión, hablando del gazpacho, un “erudito” me abroncó diciendo aquello de “Aquí se hizo así de tola vida” ¿Toda la vida? ¿Qué vida, la suya, la de sus padres o la de la Humanidad? Toda su vida no superaba los sesenta años de consciencia, así que ni siquiera conoció la comida de “Antes de la guerra”, un suspiro en la historia de España, pero un inmenso salto en nuestra cultura gastronómica. ¿Cómo es posible que unas pocas décadas hayamos avanzado más que en miles de años? Pues por las tres razones del título de este capítulo.
Primero se inventó el frío industrial, algo maravilloso que permitía que un ternero pudiese permanecer en cámara un mes en vez de un día. También nos vino bien el frigorífico doméstico, pero eso ya es otra guerra.
Luego vino el transporte con frío, una maravilla que permitía comer pescado fresco en Madrid.
Antes de la guerra, un besugo rulado en A Coruña podía tardar tranquilamente tres días en llegar a Madrid, eso con suerte, porque los infames caminos empedrados que construyó Primo de Rivera durante su dictadura, apenas permitían circular a los destartalados camiones FIAT 618 sin pinchar un par de veces en cada trayecto, y eso que eran la vanguardia del automovilismo. Hoy día a nadie le sorprende ver cigalas vivas en Albacete, animalitos que horas antes andaban correteando por las frías aguas de Escocia.
Y por fin llegaron las granjas de producción intensiva, un invento diabólico que “fabricaba” pollos, huevos, truchas, cerdos y hasta terneros como una máquina de clonar gominolas.
Había nacido el mundo del gran consumo, colosales naves por donde circulaban cada día millones de tomates, quesos, corderos y todo lo imaginable. Occidente había inventado la fórmula de producir comida a bajo coste, con dimensiones faraónicas y que podían distribuirse hasta en varios continentes a la vez.
Nunca en la Historia de Humanidad hubo tantos alimentos a disposición del pueblo llano, de hecho esta superabundancia está provocando nuevas enfermedades por sobrealimentación, lo que se conoce cómo Síndrome metabólico (hipertensión, colesterolemia, diabetes melitus...).

Napoleón, las patatas y el azúcar

Puede parecer una tontería, pero ¿se imaginan ustedes un mundo sin patatas? Hoy día hasta en países que nunca habían oído hablar de este tubérculo, como India o China, comen millones de toneladas y ha pasado a ser uno de sus principales alimentos (China produce ya más de cien millones de toneladas al año). No digamos ya en nuestro mundo en que hasta los bocadillos o sandwiches se sirven acompañados de esta guarnición.
Y volvemos al estribillo “de toda la vida”. Dígale usted a un gallego que hace poco más de un siglo el caldo no llevaba patacas y que no se servían cachelos con el pulpo.
¿Y los belgas? Yo creo que habría un suicidio masivo si se quedasen sin sus famosas “frites”.
Bueno, pues fue el general Parmentier quién descubrió sus poderes alimenticios y promovió su consumo entre los soldados napoleónicos para pasar después al pueblo.
Y lo mismo sucedió con el azúcar. El bloqueo marítimo inglés hizo que los productos procedentes de América llegasen con mucha dificultad a los países enemigos y Parmentier encontró la fórmula para extraer azúcar de las remolachas, un invento que con el tiempo desbancó a la caña de azúcar y dio pie a uno de los sectores de alimentación que más millones de euros mueve hoy día en todo el mundo, un lobby tan potente como las industrias del petróleo o del armamento.
Es cierto que el paso gigante se dio durante el siglo XX con la industria, porque incluso antes de la guerra las confiterías trabajaban de forma artesana y era un privilegio de ricos (recuerden las escenas de Charlot en que Jackie Coogan levitaba mirando un escaparate de pasteles). También fueron las macro cocinas industriales quienes lanzaron sus productos de snakcs y precongelados de patatas fritas, pero el cambio que vivió la sociedad europea a mediados del XIX con estos dos productos, cambió el panorama del mundo occidental e inició el fin de unas hambrunas tan frecuentes que habían sido el motivo más habitual de pandemias durante siglos.

América

Ya hemos hablado de la patata, pero el motivo es que, traída a España a mediados del siglo XVI, su consumo no se generalizó hasta mediados del XIX, de modo que como si nada, porque también hubo productos como la coca, que o no se adaptaron bien o no interesaron a los consumidores y no se habló más de ellos.
Lo importante del descubrimiento de América no fueron los pimientos, ni el tomate, ni las patatas, ni las alubias, ni el maíz, sino todo en su conjunto.
Los estudiosos de la antropología gastronómica española (podríamos decir mundial), hablamos siempre de los platos, productos o costumbres precolombinas o postcolombinas, porque el cambio de costumbres alimentarias, no solo se produjo en el Nuevo Continente, sino también en la vieja Europa.
Y viceversa, porque hay mucho analfabeto que pregona que España solo llevó la sífilis a América (en realidad fue en orden inverso), pero si visitan cualquier país latino, imagínense como sería antes de contar con cerdos, gallinas (y huevos), vacas (y queso), caña de azúcar, arroz, trigo, uvas (vino), café..., productos que llevaron al nuevo continente nuestros antepasados.
El mestizaje de culturas (en América había varias y muy diferentes entre sí, porque nada tenían que ver los aztecas con los incas) no fue cosa de una tarde, como sucede hoy día que se pone de moda el Ramen en Japón y al año ya hay restaurantes Ramen, Sushi bar y Yakotoris en los cinco continentes. El mestizaje fue muy lento, prueba palpable es que las patatas fueron traídas a España por Pedro Cieza de León en 1560, y no empezaron a consumirse hasta finales del XVIII y más popularmente hasta mediados del XIX.
Hay mucha confusión sobre los tiempos de implantación de cada producto. Yo tuve un disgusto con el Dr. Martínez Llópis quién, en su Historia de la gastronomía española, afirmaba que los tomates no empezaron a consumirse hasta el siglo XIX cuando los trajeron los franceses, y yo demostré que a principios del XVI, ya eran comida popular como describe Tirso de Molina en su comedia “El amor médico".
Otro ejemplo son las alubias (Phaseolus vulgaris), conocidas ya por Colón, pero que no aparecen en los recetarios españoles hasta época muy reciente, de hecho, en el libro de Martínez Montiño, 1763, no hace ninguna mención a ellas, mientras que sí lo hace de las habas (Vicia faba).
Con todo esto quiero decir que fueron todos estos productos en su conjunto los que revolucionaron las cocinas europeas en ese engendro que ahora se llama Dieta Mediterránea y que, salvo por el aceite y el pan, casi todos son productos americanos.

Los árabes

La barbarie, o integrismo, que se dice ahora, no lo inventaron los Hermanos Musulmanes durante la Primavera Árabe, ya en el siglo XV, la Iglesia católica arrasó con todo lo que pudo de una cultura que había mantenido a España a la cabeza de Europa durante ocho siglos.
No solo fueron expulsados de sus casas, de sus pueblos y de sus campos, sino que se quemaron todos los libros escritos en esa lengua.
Para los antropólogos hubiera sido una fuente fabulosa de información para conocer las costumbres precolombinas, sobre todo en cuestión de gastronomía, donde habían desarrollado una tecnología que asombraba a cuantos embajadores visitaban nuestro país.
Yo tengo una traducción al francés de un libro escrito hacia 1230 por un murciano llamado Ibn Razin al-Tuyibi (Abu l-Hasan 'Ali ibn Muhammad ibn Abí l-Qasim ibn Muhammad ibn Abí Bakr ibn Razin al-Tuyibi), el Fudalat Al-Khiwan (algunos textos lo escriben Fadalat Al-Jiwan (Fadalat al khiwan fi tayybat et-ta'am Wa-I-alwan), que se salvó milagrosamente porque fue llevado a Marruecos por un comerciante antes de la persecución y que nos muestra una cocina tan refinada que hoy día nos deja epatados.
A pesar de la barbarie católica, aún nos quedan los productos que los árabes trajeron y que cambiaron nuestra alimentación, tales como el arroz, la caña de azúcar, los cítricos, las almendras, los duraznos (melocotones, albaricoques, piescos...), y la pasta, porque si bien esta se consumía en Roma (lo de Marco Polo es una gamberrada), se hacía de forma muy basta, y los árabes llegaron a un refinamiento extremo, como es la pasta filo y las lasañas.
Embajadores de Francia, Venecia y Génova describían en sus crónicas la España árabe cómo un infinito vergel de frutales, huertos, olivares, viñedos, naranjales, limonares y grandes extensiones de cerales. Un país de cuento en una Europa de hambre y horrores, porque los sistemas de regadío y producción agrícola, producían comida para todos, ricos y pobres, moros, cristianos y judíos.
En el trabajo Lo que nos trajeron los árabes pueden ver con más detalles esta convulsión social.

Roma

En realidad la aportación de Roma no fue demasiado revolucionaria, sobre todo si la comparamos con la árabe o la americana, porque lo más destacable de esa invasión fue su cultura, sus redes viales y sus monumentos, pero en cuestión alimentaria tan solo introdujeron tres elementos importantes: el castaño, las salazones y las vacas. De hecho quizá ya se preparasen salazones para los fenicios, y fueron también ellos quienes introdujeron el cultivo de la vid, el olivo y cereales como el trigo.
Roma sofisticó los cultivos, por ejemplo con sus técnicas de injertos que cambiaron los ralos acebuches en orondos olivos.
También trajeron variedades más productivas de trigo y enseñaron a cultivar legumbres como las lentejas, los guisantes y los garbanzos, aunque estos ya los habían traído los cartagineses. Si trajeron grandes coles, lechugas y acelgas, pero como ven no son productos de impacto, ni siquiera los mencionados al principio, porque no había vacas, pero si cabras, y por tanto leche y queso. Tampoco había castañas, pero si bellotas, de hecho se usaban secas para hacer una especie de pan.
Griegos, fenicios, judíos, romanos..., en realidad aquellos tiempos fueron el paso de la prehistoria a la historia narrada, ese fue el gran cambio, casi el origen del hombre a partir de un primate.

 

Hummus o Hommos de garbanzos

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Publicado en el libro La Cocina masónica, año 1997, Alianza Editorial. Ahora disponible también en verisón PDF, en español, francés e inglés.

INGREDIENTES (4 personas)

1/4 Kg de garbanzos (si usamos esos que vienen ya cocidos al natural, hay que
contar con poner un tarro entero, de esos que pesan 1/2 Kg)
3 dientes de ajo
1 cebolla
1/2 limón
Aceite de oliva virgen, sal, comino, sésamo tostado o tahín

El Hommos, o Hummus, es una crema de garbanzos que se come en todo Oriente Medio, sobre todo en Líbano, donde aparece en escritos antiquísimos, tanto que incluso se duda sobre si el origen de esta legumbre se pudiera situar en esta región (también se puede hacer con Berenjenas, pero entonces se conoce como Baba Ganoush o Moutabal.

A España los trajo Asdrubal y es el único país en que conservan la etimología prerromana, quizás hindoeuropea, de "arbanço", posteriormente arabizada con la letra "G". 

La Receta. Puesta en marcha

Plato de hummus1. Si partimos de garbanzos secos, hay que ponerlos a remojo una noche y al día siguiente estofarlos con una cebolla, unos ajos, y un hueso de caña de vaca, todo previamente dorado en abundante aceite. Luego se dejan reposar hasta enfríar dentro del caldo y ya están listos.

2. Como ya apunté, esta pasta se puede partiendo de garbanzos envasados al natural, en ese caso conviene dorar los ajos y la cebolla en aceite y luego ya proceder como indicamos a continuación. 

3. En todo medio oriente hay una pasta llamada tahín que en nuestros mercados es dificil encontrar, pero que se compone simplemente de semillas de sésamo tostadas (se venden así en las tiendas de dietética), trituradas en su propio aceite. Así que no hay más que poner en la batidora tres cucharadas de estas semillas, con una gotas de aceite, y triturarlas hasta hacer una pasta.

Sin necesidad de sacar la pasta del vaso, añadimos los garbanzos con los ajos y la cebolla, el zumo de un limón y un poco del aceite del guiso, trituramos todo bien hasta obtener una crema lisa y homogenea y ya tendremos el hummus.

4. Se come usando el pan de pita como cuchara y se suele aliñar con un chorrito de aceite de oliva virgen joven, algunas hojas de tomillo, romero o hierba buena, y, aunque se una aportación exterior, en todos estos paises suelen alegarlo espolvoreando pimentón picante. 

Variantes de la receta

Sobre esta base se pueden realizar las variaciones que se deseen, por ejemplo usar lentejas en vez de garbanzos, el resultado es delicioso. Incluso con judías blancas o con pochas se pueden hacer combinaciones interesantes.
También se puede jugar con las especias que lo adornan, por ejemplo se puede poner un picadillo de aceitunas negras, pimentón picante.

Libaciones

El hummus forma parte del mezzé, por tanto no lleva ninguna bebida en particular.

Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio.

El bonito de Pepe

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Julio 2007, a resultas de la visita del Dr. Fabré

INGREDIENTES (4 personas)

1Kg de bonito
1 litro de vinagre de sidra
1/2 litro de aceite de oliva virgen
1 manojo de perejil
5 dientes de ajo
1 cucharada de sésamo ligeramente tostado

2 de óregano fresco y otras dos de albahaca recién cortada y picadas.

El nombre esta receta se lo debo al ilustre Dr. en Carrilleras. D. Miquel Fabré (puede ver más sobre sus pericias culinarias pinchando en Carrilleras al Río Viejo y de sus habilidades literarias en Cassoulet de verdinas), quién, tras probar en mi casa el sabroso aperitivo, lo hizo famoso en Barcelona con este nuevo nombre.

La receta la inventé en el año del Apóstol de 1993 para un amigo que tenía un barín en Castropol, el Risón, y fue tal el éxito, que pronto se hizo famosa en toda la comarca (llegaron a vender 300kg de bonito en un fin de semana), por lo que la publiqué en mi libro A cociña do verán en 1995 con el nombre original de Ceviche de bonito y Ceviche de bonito en vinagre.

Reivindico la legitimidad de ese nombre frente a los ortodoxos “cevichistas” peruanos, porque en aquel país no hubo limones hasta que los llevaron los españoles y por tanto este plato es una variante de nuestros famosos escabeches (su etimología a sí lo corrobora), pero ya que mi docto amigo Miquel Fabré lo rebautizó, pues bienvenido sea su nuevo nombre y, en su honor, le aporto algunas performances, que dicen los gringos, que lo hacen aún más sabroso.

La receta

El primer truco está en el corte. Conviene escoger piezas grandes, por ejemplo una rodaja de dos kilos, preparada en cuatro lomos. De estos lomos sacamos varios troncos, lo más regulares posible, quizás ocho, quizás seis, o incluso solo cuatro, depende de la parte que hayamos comprado (si nos ha tocado la delantera, la ventrisca debe usarse para hacer a la plancha, es una delicia, pero no para sashimi, sushi o ceviche). Con esta forma de preparación, nos quedará un elevado porcentaje de desperdicio, casi el 50%, pero bien picado, podemos hacer un Tartar o un simple pero delicioso Rollo de bonito.

Una vez sacados estos tacos (ver cortes de Sashimi) se cortan en rodajitas de 3/5mm, según nos guste notar más o menos el tacto del pescado, y seamos hábiles en la técnica de corte, claro, porque contra más fino, más difícil y es importante que ofrezcan un buen aspecto, bien compacto. Yo suelo intercalar tacos gorditos, de los troncos más finos, con lonchas fina de los troncos más hermosos.

Antes de empezar a cortar, en un envase de plástico o porcelana (nada metálico debe tocar el vinagre), vertemos el vinagre y una cucharada sopera de sal. Disolvemos y dejamos a mano. Según vamos cortando lonchas de pescado, las vamos depositando en el vinagre.

En apenas un par de horas a temperatura ambiente, estará listo. Si hace mucho frío en casa o queremos acelerar el proceso, se puede poner al sol o cerca de una fuente de calor para que suba a 30ºC. A esa temperatura, con una hora estará cocido.

Mientras se cuece el bonito, picamos a mano el ajo, el perejil y el sésamo. Lo vertemos en otro bol con el aceite y lo removemos bien.

Ya solo falta presentación, para lo sacamos el bonito del vinagre, lo escurrimos bien y lu aliñamos echando el aceite con el ajo por encima.

Es importante reseñar que de esta forma, bien cubierto de aceite, esta preparación nos puede durar todo un mes en la nevera sin perder un ápice de frescura, tersura y sabores.

La guarnición

Inapeláblemente deben estar presentes las patatas chips, a ser posible de churrería.
Con el paso de los años he probado algunas mejoras, pero solo hay una que realza esta receta y es añadir unas cucharadas de  Salsa fría de tomate crudo. Si se decora un poco, este aperitivo puede convertirse todo un primer plato de verano.

  Lo más castizo es tomar este aperitivo con un doble de rubia bien helada, o en su defecto aquella cerveza que más nos guste, pero si queremos ponernos finos, como cuando me visitó el sabio Dr. Fabré, en su honor abrimos una botella de Champagne Bollinger y el resultado fue soberbio, inolvidable.


Calderetas

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Revista Viandar, año 2002
 

Mil, diez mil, cien mil Calderetas.

Escribía Lorenzo Millo sobre la Bouillabaise, en su libro El Banquete del Mar: “Pues ocurre como con la paella, que existen tantas recetas como pueblos, si es que no hay tantas como cocineros...”

Bueno, pues si tratándose solo de una caldereta marsellesa con aromas a Pastis, nuestro querido colega, q.e.p.d., ponía el grito en el cielo por la cantidad de variantes que esta tenía, imagínense lo que se podría escribir si quisiéramos abarcar las distintas fórmulas de todo el mundo. Aunque solo fuese de España.

El único punto en común que tienen todas las calderetas marineras del mundo, es que ninguna está hecha por marineros, tal y como afirman categóricamente los pregoneros de las fiestas locales y jornadas gastronómicas de cada puerto de mar.

A los pescadores les gusta comer chuletones, cochinillo, costillas de cerdo a la brasa y cualquier otro manjar, siempre y cuando no proceda de la mar.

Hoy día en los barcos se suelen comer pizzas congeladas, bocatas de chorizo y fabadas de lata, pero nunca calderetas de pescado.

Otra cosa es que sigan la corriente y hagan su propio marketing. Una vez, en Castropol, donde viví algunos años, uno de estos marmitones se ofreció voluntario para preparar la que supuestamente era su especialidad. Para describir el desaguisado que organizó, baste con decir que la presencia de aquella supuesta caldereta solo recordaba las dantescas imágenes de una catástrofe ferroviaria en el sur de la China. “Es que estos pescados tienen muchas espinas, rezongaba al ver la cara de espanto de los comensales, pero ya verán que rico sabe. Este es el guiso típico marinero, el que comemos a bordo cada día”. Ya.Marmitako

Todos los grandes platos de pescado se preparan en tierra firme, en la costa, porque para lograr sabores realmente vibrantes, es imprescindible usar peces viles, pobres, incluso miserables, los que por aquí se llaman de roca o de cantil, ya que son los que pescan desde el acantilado los chavales, los jubilados y otras personas de provecho a quienes genéricamente se suele llamar vagos.

Hasta hace dos o tres décadas, entre estos pescados villanos había dos especies reinas para dar sabor a las calderetas: el pixín (rape) y el tiñosu (cabracho), pero desde que las amas de casa descubrieron que el primero no tenía espinas y Juan Mari Arzak inventó el Pastel de cabratxo, ambos se han convertido en los mas cotizados del mercado. O tempora! O mores! que diría Cicerón, si mi pobre padre levantase la cabeza y viera como aquellos sabrosos pescados que ni pasaban por rula en Ribadesella porque solo servían para dar sabor a la sopa, hoy se pagan mas que la merluza, seguro que volvería a morirse inmediatamente.

La idiosincrasia de un pueblo

No sé quién dijo aquello de “Dime qué comes y te diré quién eres”, pero desde luego las calderetas marineras hacen bueno el dicho, porque basta con saber la receta de cada una, para poder imaginarnos la idiosincrasia del pueblo de procedencia.

Quizás la mas famosa de todas sea la recogida por Angel Muro en su célebre libro El Practicón, que le fue enviada por el prócer gijonés, D. Calixto Alvargonzalez, cuya cazuela aun se mantiene en uso gracias a su nieto José Luís y, por cierto, dando grandes éxitos culinarios. Él, D. Calixto, como todos los cronistas que no han pasado ni una vez en su vida por la cocina de un barco, aseguraba que esta era rancho el diario de a bordo: “... los pescadores que se dedican a la pesca de altura la vienen haciendo de tiempo inmemorial a bordo de sus lanchas...” Vean los ingredientes: “... tiene que ser clase pequeña y de la llamada de cantil, como el salmonete, lubina, tiñoso, escorpión, pica, macete, dorada, escamón y barbudas; además se hacen acopios de langostinos, amasuelas, lapas y otros mariscos.” Vamos, que Onassis al lado de esos pescadores, pasaba hambre.

Volviendo a lo de la idiosincrasia y teniendo en cuenta que en esta villa, a una simple escalera de playa le llaman “La Escalerona”, a una vulgar acera de apenas cien metros, “La Acerona” y a un insignificante y ruinoso molino de agua, “El Molinón”, pues creo que ya me entienden.

Por el contrario en Galicia, tierra adusta, donde sus moradores dicen que cuando comen jamón con la mano derecha procuran que la izquierda no se entere, las caldeiradas no van mas allá de un pescadito hervido en abundante agua coloreada con un poco de ajada (aceite con ajos fritos y pimentón). Conviene puntualizar que esta descripción no es peyorativa ya que son tan exquisitas como cualquier otra, incluso desde los nuevos conceptos de cocina minimalista, mucho mas elegantes, ya que sus aromas son puros y sus sabores limpios y perfilados, pero definen ese carácter austero y melancólico que reina por los fogones de Galicia.

En el polo opuesto están los suquets y los romescos, una vorágine de sabores tan desenfadados como la propia luz del Mediterráneo. Allí el pescado casi pasa a segundo plano, unas simples anchoas o hasta un bacalao sirve, lo importante es la fiesta de perfumes que desprenden los diferentes majados que aliñan el caldo. Un suquet debe comerse bajo un sombrajo en camiseta y pantalón corto, mientras que una caldeirada debe hacerse bien abrigado y con cierta melancolía.

Una de las calderetas mas explosivas que se puedan concebir, es la Caldereta Balear (en Mallorca la llaman malllorquina, en Ibiza ibicenca, en Menorca...). Además de los correspondientes pescados y hortalizas habituales, esta lleva sardinas frescas, anchoas saladas, jamón, sobrasada, almendras y piñones. En cada bocado hay tantos sabores como colores en esas islas. Tantos que llegan a empachar, así que cuando veamos que nuestra nórdica acompañante empieza a tomar un preocupante aspecto de tomate sobremaduro, lo mejor es dar por concluida la experiencia y terminar la botella de cava en la habitación. Da mucho gustito porque llegan a alcanzar los 45ºC, sobre todo las danesas (para mas información dirigirse a Manuel Julbe, radio Nacional de España Radio 5, Palma de Mallorca).

No vamos describir aquí el talante de las calderetas de otros países, ni el de sus moradores, pero como ejemplo del asunto que estamos tratando, sí deberían probar las portuguesas de pueblos pescadores. No deben comerse en Estoril, Cascais, Caparica, ni por supuesto Algarve, playas turísticas coloreadas por toldos publicitarios y geranios de plástico. Incluso pongo en duda las de Sesimbra, que gozan de fama internacional. Deben probarse en los comedores mas plebeyos, como los que rodean el mercado de Peniche, sintiéndose observado por marineros de sobrecogedoras facciones, capaces de tirar de pincho solo por amarrarte a una de sus boyas el tiempo justo de preparar el fondeo. Ahí está la esencia de Portugal, su terrorífica historia de colonias perdidas, de hambres seculares, de arrugas en la piel marcadas a fuego por ese implacable mar que se tragó tantas almas como las que vagan por cada cucharada de guiso con sabor a ajo, yodo y aceite de orujo de oliva.

Y como broche, para rematar esta galería de monstruos, la bouillabesa, claro, con todo el folklore Mediterráneo y ese toque cursi que aporta el anís y que no puede faltar en toda preparación que provenga del vecino país, sobre todo si es del sur, del midi, que dicen por allí.

Norte y Sur, carne o pescado.

Suena como aquello de Up & Down, Hombre rico, hombre pobre y cosas así, pero lo cierto es que el clima marca estilo y la gastronomía es el mas fiel reflejo de toda cultura.

Por el Sur las calderetas son de carne, generalmente de cordero y las que se anuncian como marineras, suelen todavía mas falsas que las que hemos descrito en el Norte ¿Se imaginan ustedes a un pobre pescador murciano preparándose un rancho a base de langostinos frescos del Mar Menor? Hay que ser cachondo. Por cierto que si van por aquellas tierras prueben este crustáceo, es muy dificil de encontrar y hay que dar con alguien de absoluta confianza para no tragar gato por liebre, pero si lo logran, jamás lo olvidarán.

Decíamos que por la meseta y las tierras del sur se comen calderetas de conejo, cordero, cabrito y vaca, lo cual es lógico si admitimos el carácter popular de estas. Incluso en Cádiz, la provincia mas marinera de Andalucía, la famosa Caldereta Gaditana es plato serrano y por tanto de carne.

La caldereta es plato de tiempo frío, de ahí su escasez en las costas meridionales y sí en cambio en sus sierras, donde el pescado no llegó hasta bien entrada la democracia.

Las mas famosas son las extremeñas, las de pastor, que llevan el hígado del cordero majado con el ajo y el pimentón, para dar mas energías al bracero que tenía que trabajar a la intemperie, muchas veces a bajo cero.

Y contra mas al Sur, mas carnes, porque en la isla de Gran Canaria, se prepara un caldero de siete carnes, famoso en toda España gracias a nuestro querido colega Mario Hernández Bueno.

En Navarra y Rioja, tierra de hortalizas, estas son las protagonistas, preparándose con conejo y pollo, habiendo fiestas tan bullangueras como la popular Caldereta de Gallinero de Cameros, que se celebra a finales de agosto.
Pero quizás las mas originales, desde luego las mas exóticas, son las filipinas, recuerdo de nuestra presencia colonial y hoy plato nacional recogido en todos sus recetarios. Se parece mucho a las Gaditana y Del Condado, aunque las andaluzas son de cordero y en filipinas suelen hacerse con vacuno, generalmente búfalo.

Como no podía ser de otra forma, los japoneses hacen la suya con pescado, pero, aunque algunos autores llaman caldereta al Sakana nabe, yo no la incluiría en esta familia porque, aunque la base sea un caldero con caldo y echar dentro lo que se pille (el famoso Sukiyaki es en realidad un Nabemono, o sea, una marmita, cocido o como se quiera llamar), no lleva patatas y como veremos en el siguiente apartado, una caldereta sin patatas no es tal.
Para mas detalles internacionales y para los mas curiosos, en el buscador Google de Internet, aparecen nada menos que 5.390 referencias a la Caldereta y otras 4.280 de Caldeirada, plato asociado a la cultura portuguesa, pero que no deja de ser el mismo concepto. Hay cosas tan sorprendentes como estas Caldereta Filipino Main Dishes, otras como Indian & Pakistani Recipes, la Sakana nabe (Caldereta japonesa), platos y salsas preparadas como la Century Tuna Caldereta (Pacific Island Market), la Caldereta Spicy Sauce Mix (Mama Sita) o la Caldereta rice (Nestlé club). Muy simpático fue encontrar una Caldereta ribereña de salmón fresco, plato que me inventé hace unos veinte años con motivo de unas jornadas gastronómicas y que al verlo reflejado en un estudio, sorprendido me dije: “Coño, resulta que no soy tan mentiroso como creía. Este plato sí que existía”. Desgraciadamente cuando leí la receta, comprobé que el plato sí existía, pero solo desde yo lo inventé, ya que el texto allí plasmado, no era si no un plagio renglón a renglón de mi trabajo.

El origen de las calderetas

Hoy día comer una caldereta es señal de conocimiento gastronómico y sobre todo de bolsillo caliente porque, a base competir entre sí los cocineros por ganar fama en esta especialidad, hasta echan a la olla langostas vivas y carabineros muertos (me refiero al crustáceo), con lo que pegarse una tripada de tal plato, suele conllevar un presupuesto de aupa.
Sin embargo su origen es tan canalla como el cualquier otro pote: una olla con agua hirviendo y adentro lo que pasara por allí, que lo que no mata, engorda, que ave que vuela a la cazuela y que ojos que no ven, corazón que no siente.

El oficio de la pesca, sin duda el mas atroz que hombre alguno pueda imaginar, fue siempre miserable. Pueblos sucios, oliendo a tripas podridas (el alto contenido en agua de las vísceras del pescado hace que el proceso de descomposición de estas sea casi instantáneo, de ahí su pestilencia), ropas llenas de escamas, caras curtidas por el salitre y manos rajadas mil veces por sedales y anzuelos. Todo eso con un solo fin, hacer llegar a las mesas nobles, plateados y resplandecientes besugos, merluzas, lubinas, meros y rodaballos. Pero por el suelo quedaban otros muchos pescados no comerciales, tiñosus, pixines, maragotas, julias, xaragus, etc. y eso es lo que comían las familias de los pescadores. Eso con suerte, claro, cuando la mar no se ponía torpe, porque entonces había que morder tasajos de curadillo.

Del mismo modo sucedía tierra adentro. Antes de que hubiese frigoríficos, o sea, hasta ayer, en plazas ganaderas como Pola de Siero, se acostumbraba a comer la casquería resultante del comercio con la ciudad: del despiece se enviaban a Oviedo los lomos y las patas, y en el pueblo se comían las mollejas, hígados, sesos y otras entrañas de las reses sacrificadas, haciendo con ellas también calderetas u otros guisos.

A la olla se le echaban, además de los pescados que no se vendían para fuera, las verduras que hubiese en temporada: nabos, coles, castañas, cebollas, bellotas o lo que fuese.

Pero, a mediados del siglo XIX, llegó algo insólito, la panacea de la culinaria popular: la patata. A partir de aquel momento, el ralo bocado de pieles y espinas, que solo podía chuparse para sacarle un poco de sustancia entre los dientes antes de ser escupido, pasaba a ser consistente, hasta se podía masticar y el pescado era casi un condimento, el elemento sápido que perfumaba el guiso.

América nos había dado ya grandes alegrías culinarias, algunas de ellas como el tomate, los pimientos, el pimentón y las judías, ingredientes ya casi imprescindibles en cualquier guiso que se preciase, pero, a partir de aquel momento, el perfil de la caldereta estaba sentenciado: sofrito de pimientos, ajo y cebolla, con o sin tomate, pescado villano y patatas, muchas patatas, todas las que aquel sabroso caldo pudiese aromatizar.

Tanto éxito tuvieron a partir de aquel momento las calderetas, que hasta los pescadores y marineros las empezaron a comer con gusto ¡que ya es decir!

Realmente resultaba facil hacer a bordo un sofrito, echar a cocer las patatas en agua y, para no comerlas todos los días con chorizo, perfumar la marmita con esos peces que las redes parten por las agallas y no se pueden rular.

El ejemplo mas puro, es del guiso de bonito, llamado marmitako por los vascos y calderada por los asturianos de la zona de Cabo Peñas.

La costera empieza en Junio y hay que navegar mas de una semana para capturar las primeras piezas allá por Gran Sol, Romeo o Faraday. Un mes en la mar, en condiciones mas que precarias, es tan duro que cualquier iniciativa se agradece, como comerse uno de esos bonitos que el gancho ha desgarrado por la tripa y que no debe ir a las bodegas. La ventrisca a la plancha para el capitán y los lomos troceados para la caldereta del rancho. Un bocado tan simple como contundente y exquisito, capaz de cautivar al mas remilgado gourmet, por muy fino que este sea.

Pero llegó el turismo y con él las horteradas propias de los taberneros de fortuna que, para intentar justificar esas mas de mil pesetas por ración, echaban a la cazuela unos langostinos congelados y unas chirlas de mala muerte. Y partir de ahí el desmadre. Hoy es difícil encontrar calderetas donde mas de la mitad de sus ingredientes sean autóctonos, siendo lo mas habitual ver crustáceos de Mauritania, moluscos de Noruega, teleósteos de Casa Dios y, por supuesto, hortalizas transgénicas de Holanda, que están de oferta en Continente. Resultado: bazofia para guiris que salen tan contentos pensando que han comido langosta a precio de cocido, cuando en verdad han pagado rancho a precio de bogavante.

Me imagino que este verano habrá algún joven genio, uno de estos cocineritos con chaquetilla de Versace, que hará una caldereta deconstruida. Marmitako de Bermeo a mi manera, se llamará seguramente y llevará medio langostino saharui cortado longitudinalmente y con rimmel en los bigotes. Reposando levemente sobre él, 1/3 de lomo de caballa ligeramente marcado y terminado en el horno de convección. Un mojoncito de espuma de patata con un perifollo en la cresta. Un chorrito de caldo en el lado derecho del plato y siete gotas de aceite al aroma de azafrán en el izquierdo. Una joya, oigan. Zarzuelas, último acto.

Creo que es uno de los nombres mas acertados que se han inventado para definir un plato porque, del mismo modo que ocurre con la música en que esta ni es opera ni es comedia, las zarzuelas de pescado ni son calderetas ni son plato, vamos que se quedan entre Pinto y Valdemoro, o sea, en el arroyo.

Las zarzuelas son un invento hostelero, producto del turismo hortera, del viajante de comercio y del constructor que quieren dar de comer a su prole en el puente de semana santa, todo el pescado y marisco del que los ha privado desde el verano y qué mejor que una batea llena de desperdicios marinos flotando en un charco de tomate de lata, del que emergen por allí una raspa de salmonete, por allá un lomo de palometa con una pata de cangrejo incrustada al biés y por acullá unos espárragos y unos pimientos morrones, que nadie sabe qué pintan ahí, pero ya que estaban las latas abiertas, pues adentro, que dan mucho color y empaque. Media hora después el rico patriarca goza de su triunfo viendo como su señora, con la cara incendiada y a punto de estallar, se acerca peligrosamente a la apoplejía, la suegra sigue chupando pinzas en lo que mas que un plato, parece el osario del monasterio de Wamba y la hija, la única que no se ha puesto de salsa hasta los codos porque está en pleno pavo, mira con desprecio a su hermanito que agoniza con una espina de besugo clavada en la glotis. Una comida memorable.

Con esos mismos productos, contando con que fuesen de calidad, que a veces hasta ocurre, yo me hubiera comido primero las nécoras simplemente al vapor, los langostinos con un poquito de mahonesa de aceite de oliva virgen y los pescados a la plancha, hecho cada uno por separado para darles su correspondiente punto de asado, que no se hace de igual modo un orondo salmonete, que una fina raja de rodaballo.

“¿Y la salsita, qué?” pregunta un lector de piel aceitunada que pasaba por allí.

Pues verá, con las conservas, léase salsa de tomate, espárragos, pimientos, etc., se pasan por la turmix y con la pócima resultante, se prepara una lavativa para que el ranchero especialista en zarzuelas, sepa, in vivo, el efecto que producen sus guisos sobre el sistema digestivo humano, pero haciendo el recorrido a la inversa de lo que manda la ley de la gravedad.

“Qué barbaridad, qué barbaridad, es usted de un intransigente ... No se puede preguntar nada. Qué insolente”.

Y así se acaba la historia, empezamos echando patatas al caldero y terminamos poniendo un enema al cocinero, pero así es la vida, así son las cosas y así nosotros se las contamos, para que, cuando vengan ustedes este verano al Cantábrico y vean: Zarzuela de pescados y marisco, 20€, digan con propiedad: “Para el gato. Yo primero me zampo los marisquitos como Dios manda y después, de cuchara, una humeante calderada de bonito, con su puntín de guindilla, que estos platos son para reconfortar el alma, para comer con hambre, para terminar sudando y diciendo, joder, que bien me supo”.

Mi Caldereta preferida, la ribereña

Toda receta debe tener su poesía, su mensaje, su historia, su magia, ese toque misterioso que actúa como condimento para que los comensales perciban ese sabor a yodo de los mares enfurecidos y que solo se puede aportar contando un bonito cuento.

El de esta caldereta se remonta a principios del siglo XX cuando en Asturias se empezaron a construir las grandes presas. Por aquel entonces los salmones abundaban hasta tal extremo que, en las mesas burguesas, solo se consumían ahumados, el único modo de mantenerlos comestibles hasta llegar a la capital. Alguno se comía en casa por haber sido pescado por el pater familiae, pero no mas de un par de ellos al año. Sin embargo en los pueblos ribereños sí que se comían, pero por necesidad, hasta tal punto que cuando había alguna gran obra, como las presas de Salime o Doiras, en el río Navia, los trabajadores exigían, por contrato, que no se lo diese de rancho mas de una vez por semana. Una de las maneras de camuflar el delito era metiéndolo en caldereta y así, mas o menos, colaba. Esta es la receta tradicional de la que conoce como Caldereta ribereña.

Evidentemente todo esto es mentira, pero queda precioso. La verdad es que esta receta me la inventé hace unos veinte años con motivo de las Primeras Jornadas del Salmón y el Cava, que celebramos en Madrid los restaurantes Cabo Mayor, Combarrro, El Amparo, El Cenador de el Prado y un servidor, El Horno de Santa Teresa. Pero está buenísima y sabe a río asturiano, a sangre, sudor y pólvora, a huelga minera, a jornada de pesca, a matu y a felechu, en fín, a toda esa maravilla llamada Asturias, aunque el salmón, por supuesto, sea noruego.

Ingredientes para seis personas y dos gatos

- 1 Kg de salmón fresco
- 2 Kg de patatas
- 1 Pimiento verde
- 1 Tomate maduro
- 1 Cebolla grande
- 6 dientes de ajo
- 1 Buen vaso de sidra natural (o vino blanco seco)
- Especias (en nuestras riberas abunda el laurel y el hinojo, van muy bien pero eso va en gustos. Si gusta alegre, se debe poner una cayena).

Elaboración

Se prepara un sofrito con los ajos pelados pero enteros, la cebolla en rodajas, el pimiento en trozos, la cayena y la pulpa del tomate. Cuando empiece a tomar color se añade el salmón limpio y cortado en dados como huevos de codorniz. Se rehoga un poco y se saca el pescado (se rehoga para soltar su grasita y con ella bastante sabor).

Se rocía con la sidra, se da un hervor, se añaden las patatas peladas y cortadas en cachelos y las especias. Cubrimos con abundante agua y dejamos cocer un cuarto de hora, momento en que rectificamos de sal y devolvemos el salmón al caldero.

Conviene dejarlo reposar al menos una hora para que los sabores se compenetren y luego se recalienta despacito, sin que llegue a hervir.

 Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar en La Dieta del Cantábrico

Recetas de atún rojo

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Junio 2015 
 

En 2007 metí algunas recetas de atún en el recopilatorio Recetas de bonito, un atropello gastronómico porque son dos pescados de la misma familia, pero radicalmente diferentes, ya que existen más de cien especies, desde la pequeña caballa isleña, que apenas alcanza los 20 cm. Y pesa ¼ Kg., hasta los gigantes atunes rojos o de aleta azul, que rebasan los 4 m. y alcanzan la tonelada.

¿Cómo es posible que un señor tan serio como yo pueda cometer semejante tropelía? Pues muy fácil, porque en Asturias solo veíamos los atunes en los reportajes de la 2.
Yo he tenido experiencias inolvidables en pueblos como Bajo de Guía, Barbate o Zahara de los atunes, pero en Asturias se come bonito. O mejor dicho, se comía y aquí viene la bronca.
Desde hace un año, no sé porqué extraño misterio de la logística, en las pescaderías de las grandes superficies están ofreciendo atún rojo, en algunos casos de excelente calidad (otras veces, el pobre está ya para pienso).
Parece ser que viene congelado desde Canarias, donde realmente se consume buen atún, así que me veo obligado a cambiar la relación de recetas, separando un escómbrido de otro, lo cual me parece más serio que lo tenía antes. 
Una característica del comercio de atunes en España es el llamado “ronqueo”, es decir, el despiece.
Al ser animales tan descomunales, no se pueden vender enteros ni a las pescaderías, de modo que hay casi una liturgia en pueblos como Zahara de los atunes donde unos especialistas, con machetes afilados, descuartizan cada animal según su tamaño en una verdadera orgía de sangre, voces, flashes, subastas y hasta ataques de histeria.
Cada pieza alcanzará un precio, y podemos dividirlo en las siguientes partes.
Empezando por la cabeza y siguiendo el lomo superior, tendremos:
  • Contramormo
  • Morrillo
  • Mormo
  • Descargado
  • Plato 
  • Cola negra
  • Espineta negra
Volviendo a la cabeza, pero por la parte de abajo, encontramos:
  • Oreja
  • Galete
  • Ventresca
  • Descargamento
  • Tarantelo
  • Cola blanca
  • Espineta blanca
En Zahara hay un restaurante, El Campero,  que ofrece cada una de estas piezas con una preparación diferente.

Datos técnicos:

NOMBRE CIENTÍFICO: Thunnus thynnus
ORDEN: Perciformes
FAMILIA: Escómbridos
GÉNEROS: Thunnus

Recetas

 

Recetas de Bonito

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Octubre 2007. Actualizado en octubre 2011.
 

Hasta hace apenas un par de décadas, el bonito era el pescado del verano por excelencia, bueno, con la compañía de las sardinas, pero estas fueron siempre comida de pobres, mientras que una rueda de bonito a la plancha (así llamamos en Asturias a esas gruesas y voluptuosas rodajas que se asan en las sidrerías), fue manjar de todas las clases, porque hasta los grandes magnates de Somió bajaban a Cimadevilla para ponerse las botas, aún a costa de salir apestando a fritanga y sidrona (para los lectores foráneos, Somió es el barrio más “chic” de Gijón –Asturias, España – mientras que Cimadevilla era el barrio de pescadores, hoy zona peatonal y barrio histórico de la villa de Jovellanos).

Como esta es página de referencia para recetas, no voy a enrollarme con las historias y tradiciones del que para los que vivimos por esta costa es el bocado por excelencia, pero sí recomendarles la lectura de algunos artículos que espero les diviertan, como son: Bonito, examen de cocineros,Bonito-para-el-colesterol y Calderetas.

La mayor dificultad de triunfar con este pescado es evitar que se quede seco, porque con apenas un golpe de sartén ya pierde el jugo y con él toda la gracia, por eso, y a pesar de aparentar sencillez de cocina, conviene que elijan bien la receta, porque cada una tiene su truco, bien con un golpe fuerte de calor para tostar su exterior, bien a base de mucha cebolla y apenas un templar sus carnes en la salsa.

No es un pescado caro, pero los pescaderos suelen meter gato por liebre vendiendo otros pequeños túnidos como bonito, lo cual es un crimen porque nos pueden arruinar toda una comida familiar. Generalmente el rasgo más claro es la forma de la aleta dorsal, curvada hacia abajo y extremadamente larga, casi hasta la cola, mientras que en el resto de los túnidos, incluido el atún, es corta y curvada hacia el lomo.

También los hay que vienen de otros mares porque esta es la familia más extendida de la Tierra, pero nada tiene que ver uno del Cantábrico o Gran Sol (Atlántico Norte), con aquellos que vienen del Pacífico, Índico, etc.
De hecho en Asturias se valoran el doble los que vienen en la primera línea de cajas de cada pesquero, ya que son los últimos pescados, mientras que los están al fondo de la bodega, que pueden tener dos o tres semanas entre hielo, se destinan a las conserveras..., o las grandes superficies, que compran lo más barato.

Datos técnicos:

NOMBRE CIENTÍFICO: Sarda sarda y Sarda orientalis (aunque no lo parezca, este es nuestro auténtico bonito, el Thunnus alalunga, es lo que se llama Bonito del norte, atún blanco o albacora).
ORDEN: Perciformes
FAMILIA: Escómbridos
GÉNEROS: Allothunnus, Cybiosarda, Gymnosarda, Orcynopsis y Sarda.

Recetas:

  Si he de ser sincero, el bonito es un pescado puñetero para maridar, porque si nos conformamos con que nos sepa bien, será sin duda uno de los más agradecidos para buscar novia, pero si queremos que realmente el matrimonio sea estable, la cosa cambia.
La sidra natural (la asturiana de escanciar) es lo que más levanta su sabor, porque lava y refresca la boca, que con el ajo, compañero fiel del bonito, se cansa.
Pero cualquier blanco puede ir bien, aunque si es demasiado perfumado, como los albariños o verdejos, lo enmascara.
Un tinto joven bien fresquito, pero de cuerpo, tampoco es mal apaño, incluso con un poco de madera puede aguantar.
He de hacer una referencia especial al Sashimi, porque es una de las formas en que más he disfrutado de este animalito. No se parece nada al atún rojo, pero es mucho más delicado y con matices tan sutiles que hasta se siente como refresca la boca. Al comerse con salsa de soja y wasabe, siempre recomiento un vino seco pero aromático, Bien sea de uva Albariño, Treixadura, Godello, Verdejo...

Sandwiches de pepino con hummus

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Junio 2015

INGREDIENTES

2 Pepinos españoles muy frescos
1/4 Litro de Tahini
8 Rebanas de pan de molde sin corteza
 

Cuentan las malas lenguas que, cómo la reina Victoria Iª de Inglaterra estaba bastante jamona, y en aquellos tiempos conocidos como Era victoriana, la corte estaba tan ociosa que la obesidad ya se consideraba un factor de riesgo y de falta de estética, para acompañar su famoso Afternoon tea, la oronda señora encargó a su consejero gastronómico Leopold Bray algún acompañamiento que no aumentase sus michelines, y este ordenó a la cocinera que él mismo había traído desde Anatolia, Kaya Gurkoglu, que preparase tal manjar para su majestad, y a esta no se lo ocurrió nada más digestivo que unos cucumber sandwichs.

Lejos de provocar las habituales iras de la monarca, cuando la señora probó aquel sabor tan estrambótico en la Inglaterra del siglo XIX, le pareció que era justo lo que deseaba, y desde entonces no hay Tea room en el mundo que no incluya en su Tea time los dichosos bocaditos de pepino.
Un servidor de ustedes, que ha sido bastante pijo desde que tiene uso de razón, acostumbraba a merendar en el Salón de té Embassy de Madrid, cuando aquel local era un sitio selecto y no un nido de horteras fachas cómo es ahora.
Mi abuela, que era muy fina, pedía un par de aquellos bocaditos tan monos que costaban un disparate, pero yo, que pijo o no pijo, pero ya devoraba cualquier delicatessen, pues daba cuenta de la bandeja que Antonio, el encorsetado camarero, me ofrecía cada poco, y así me aficioné a esta estrambótica cursilada.
Reconozco que mis preferidos eran los de lechuga, pero bueno, estos también tenían su gracia.
Lo que no le dijo Sir Bray a su insoportable soberana, fue que la combinación original consistía en una pasta de garbanzos, con ajo y aceite de oliva y sésamo, llamada hummus, porque si años antes le había desterrado por contratar a una cocinera irlandesa, con esto ya podía cortarle la cabeza.
El caso es que cambió el pan de pita por láminas de pan de molde y el hummus por mantequilla, y a la señora le gustó tanto, que le dejó seguir vegetando en la corte, así que todos tan contentos.
Aquí les ofrezco la auténtica receta turca, plato que no debe faltar en ningún mezzé que se precie, aunque he cambiado las pitas por el pan de molde por mi actual problema de pobre desdentado.
En Noruega hacen unos parecidos pero con queso blanco de untar (Philadelphia), eneldo y mostaza de Dijon. Están ricos, pero bueno, yo terminé hasta la coronilla de comer salmón a todas horas, así que paso.

La receta

A principios del siglo XX en EE.UU. se registraron ya más de 400 especies de pepino, de modo que ya debe haber miles. Digo esto porque hoy cogí unos que olían a algo realmente asqueroso, como a queso Munster, de modo que procuren encontrar una frutería decente que venda productos de la zona, porque estos seguro que venían de China (en la actualidad produce y exporta más de 50 millones de toneladas al año, cincuenta veces más que Turquía, el segundo productor mundial).
En cualquier caso el proceso es el mismo y hasta los pestilentes chinos se vuelven potables. Se lavan bien (sabe Dios lo que pueden tener en su piel), se raspan con la parte roma de un cuchillo para quitar los puntitos duros y se pelan parcialmente, tira sí, tira no, de esa forma no repite.
Se corta en láminas muy finas, mejor a cuchillo que con la mandolina, porque las domésticas no tienen regulador. Se ponen en un escurridor, y se rocían con sal gorda para extraer el exceso de agua de vegetación y el sabor amargo.
Así deben reposar al menos media hora. Luego se lavan con agua fría y ya están listos. Yo no los lavo a fondo porque me gusta que les quede un puntín salado, pero eso ya son gustos.
Por otro lado preparamos un  hummus según la receta de esta web. Sucintamente, lavamos bien unos garbanzos de bote (a ser posible de Pedro Luis que son de agricultura ecológica y por tanto con garantía de origen española), los ponemos en el vaso de la batidora con dos dientes de ajo (también ecológicos por la misma razón), media cebolla roja, el zumo de medio limón, una cucharada grande de tahina, un chorrito de AOVE, sal, pimienta y comino. Se bate hasta obtener una masa lisa y ya tenemos un maravilloso e insuperable hummus.
Tostamos el pan de molde, lo untamos con el hummus, y cubrimos la superficie de cada rebanada con las láminas de pepino. Ponemos una sobre otra y partimos diagonalmente para que se parezca más a los tradicionales cucumber sandwichs, aunque estos se hacen con pan sin tostar.
Si tienen ustedes dientes y quieren hacer un mezzé como Dios manda, usen panes de pita recién tostados.
He puesto las tres alternativas, en pan crudo, tostado y en pita, para que vean el aspecto de cada presentación.

Un vino para cada pincho

Es un poco tonto perder el tiempo escogiendo un vino para un sandwich, pero la verdad está tan rico que yo ceno algunas veces solo esto, así que me gusta hacer las cosas bien.
Yo creo que hay muchos blancos que pueden funcionar de maravilla, pero yo los probé con un Santiago Ruiz y me resultaron deliciosos, de modo que no seguí buscando.

 

Finca La Emperatriz Reserva

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Bodega Finca La Emperatriz
www.bodegaslaemperatriz.com/

D.O.C: La Rioja
Uvas: 94% Tempranillo, 3% Garnacha, 2% Viura, 1% Graciano
Crianza: 23 meses en barricas de roble americano 70% y francés 30%
PVP: 14,50 €
 

   

You can see the English version by clicking on Finca La Emperatiz with Fried rice with prawns
 

Han pasado ya casi veinte años desde que los hermanos Hernáiz iniciaron su “descabellado” proyecto, pero los resultados están callando muchas bocas críticas de esas que vaticinaban un descalabro millonario.

En la actualidad están ganando premios internacionales cada poco y ganando mercados por los cinco continentes, lo cual, después de probar este vino y teniendo en cuenta el precio, no es de extrañar.
El coupage tradicional riojano, el mimo de la viña y vendimia y unas barricas nuevas, hacen una mezcla de aromas de crianza, con cacaos, cedro, tabaco y vainilla, que no eclipsan los primarios de fruta madura. Esto, y una estructura de acidez pulida pero poderosa, hacen de este un vino prototipo de lo que son los nuevos grandes de Rioja.
 

Arroz frito con gambas

En Oriente hay dos grandes familias de platos de arroz, las de grano redondo, que suelen consumirse como pan, y las grano largo, que suelen saltearse en wok con diferentes verduras, carnes, mariscos o pescados.
Este es de la segunda familia y, si miran la receta, verán que el principio es muy sencillo, simplemente arroz hervido que al momento de comer se pasa por una sartén acompañado de lo que tengamos a mano, pero con un resultado asombrosamente sabroso, porque incluso se pueden mezclar ingredientes tan dispares como el pollo, los langostinos y un buen popurrí de verduras frescas.
Es común a todos los países asiáticos, incluidos India, Tailandia, China, Vietnam, Malasia, Indonesia, etc., de modo que lo podrán pedir en cualquier parte del mundo.

Maridaje

En esta ocasión estábamos pensando más en respetar la calidad del vino que en hacer un maridaje espectacular, porque hay vinos que exigen un protagonismo en la mesa, pero como suele ocurrir, el resultado no fue el esperado y la ya de por sí notoria calidad del Reserva, se vio realzada por el plato, yo creo que por el almidón del arroz, pero sobre todo cada vez que comíamos un langostino.
Hace tiempo que tengo comprobado que los crustáceos funcionan mejor con los grandes reservas de Rioja que con los blancos, de modo que no fue una sorpresa, pero siempre es motivo de alegría cuando ves que un maridaje resulta más agradable de lo esperado.
Puede que el cilantro y la hierbabuena también reforzasen esta combinación, pero procuren preguntar qué especias lleva, porque si le ponen chiles picantes, puede arruinar el vino.
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